Renacer en la Oscuridad

Capítulo 41: Los monstruos también lloran

El tribunal estaba repleto.
No cabía un alma más.

Periodistas, familiares de víctimas, agentes de policía, curiosos morbosos... todos apretujados como buitres hambrientos alrededor del pequeño estrado donde los hermanos Blair serían juzgados.

Las cámaras transmitían en vivo.

Las redes sociales hervían.
La ciudad hervía.

Algunos exigían sangre.
Otros, compasión.

Y en el centro de toda esa tormenta, David, Josh y Toni Blair, vestidos con uniformes de presos grises, esposados, la cabeza erguida pero el alma hecha pedazos.

Maider Stone, desde su asiento de testigo, no podía apartar la vista de ellos.

Recordaba cada palabra de su entrega.
Cada promesa a Ariel.

Y una parte muy profunda de ella —una parte que no se atrevía a confesar— quería que sobrevivieran.
Que de algún modo encontraran un final que no fuera solo muerte.

El juez, un hombre de mirada fría y voz de hierro, martilló la sala con su mazo.

—Se abre el juicio contra David Blair, Joshua Blair y Toni Blair, acusados de conspiración, narcotráfico, asesinato, y crímenes organizados.

Los cargos retumbaban en las paredes.

Cada palabra era un clavo más en su ataúd.

El fiscal se levantó.
Un hombre severo, vestido de negro riguroso.

Y habló durante horas.
Pintó a los Blair como bestias sin alma.
Recordó las muertes.
Las balaceras.
El terror que sembraron en la ciudad.

Puso en la pantalla gigante los videos de Toni masacrando a la familia inocente.
Mostró las grabaciones de los cuerpos.

Cada imagen era una daga que se hundía más y más en el corazón de Maider.

Toni bajó la mirada, incapaz de ver las imágenes.
Josh sollozaba en silencio.
David apretaba los puños hasta que los nudillos le quedaron blancos.

El mundo entero parecía gritar:
¡Monstruos! ¡Asesinos! ¡Deben morir!

Entonces, fue el turno de la defensa.

Un abogado joven, casi temerario, se levantó en defensa de los hermanos.

Y mientras el fiscal los demonizaba, el joven abogado pintó otro retrato:

Unos niños rotos.

Unos muchachos arrastrados al infierno por la violencia de sus padres.
Una infancia de golpes, de hambre, de oscuridad.

Y en medio de todo eso, un rayo de luz: Ariel.

Un hermano mayor que intentó salvarlos.
Que trató de alejarlos de la vida criminal.

El abogado contó sobre la muerte de Ariel.
Sobre cómo ese dolor terminó de romper lo que ya estaba fracturado.

—No excusamos sus crímenes —dijo el abogado, mirando al jurado directamente a los ojos—.
Solo pedimos que entiendan que no nacieron monstruos.
El monstruo fue creado.
Y si hay una chispa de redención, es porque ellos mismos decidieron detenerse antes de hundirse más.

La sala enmudeció.

Por un instante, solo por uno, Maider vio dudar a algunos jurados.

El momento más desgarrador llegó cuando Toni pidió hablar.

Se puso de pie.
Las cadenas de sus tobillos repiquetearon contra el suelo.

Su voz tembló.

—Sé que no merecemos el perdón —dijo, con los ojos clavados en Stone—.
Sé que lo que hice... lo que hicimos... dejó cicatrices imposibles de sanar.

Se aclaró la garganta, tragando el nudo que le ahogaba.

—Pero si alguna vez Ariel creyó que aún había algo bueno en nosotros... quiero creerle.
Y no quiero seguir siendo el monstruo que todos ven.
Aunque eso signifique pagar cada día de mi vida por lo que hice.

Una lágrima, rebelde, rodó por su mejilla sucia.

El silencio era total.

Maider sintió que algo en su interior se quebraba.

Y no estaba sola.

Algunos miembros del jurado apartaron la vista, incómodos.
Un par de periodistas dejaron caer las cámaras, como si la culpa les pesara en los hombros.

La deliberación duró horas.

Horas en las que toda la ciudad contuvo el aliento.

Cuando el jurado regresó, los rostros eran pétreos.

El veredicto fue leído con solemnidad.

—David Blair: culpable de conspiración y tráfico de drogas.
Joshua Blair: culpable de asociación ilícita y colaboración criminal.
Toni Blair: culpable de asesinato en primer grado.

Un murmullo recorrió la sala como una serpiente.

Y entonces vino el golpe final:

—Debido a la entrega voluntaria, la colaboración en investigaciones futuras y las circunstancias atenuantes... se recomienda cadena perpetua con posibilidad de revisión a los 25 años.

David cerró los ojos, como si hubiera esperado algo mucho peor.
Josh rompió a llorar.

Toni, simplemente, bajó la cabeza.

No era libertad.

Pero tampoco era la muerte.

Cuando fueron escoltados fuera de la sala, Toni se detuvo un segundo frente a Stone.

La miró, serio, dolido.

Y susurró:

—Gracias...
Por no habernos dejado solos.

Maider no respondió.

Solo asintió.

Con los ojos nublados, viendo cómo los tres hermanos Blair desaparecían tras las puertas metálicas.

Llevándose consigo una historia de horror, dolor...
Y, tal vez, solo tal vez...
Un pequeño atisbo de redención.




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