Renacer en la Oscuridad

Capítulo 43: Cartas bajo la tormenta

La noche había caído como un manto pesado sobre la ciudad.
La tormenta, que durante el día había dado tregua, regresó con fuerza.
El viento aullaba entre las calles vacías, y los relámpagos iluminaban fugazmente las sombras.

Maider Stone se encontraba en su pequeño departamento, sentada frente a su escritorio de madera gastada.
La única luz provenía de una lámpara tenue y las velas encendidas frente a una imagen de Cristo crucificado.

La carta de Toni Blair descansaba sobre el escritorio, junto a un cuaderno abierto.

A su lado, su Biblia.
Sus manos temblorosas pasaban las páginas lentamente hasta detenerse en un versículo que parecía escrito justo para ella:

"Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen."
— Mateo 5:44

Sus ojos se llenaron de lágrimas.
¿Era realmente capaz de amar a aquellos que casi la destruyeron?
¿De perdonar a quienes arrancaron pedazos de su alma?

Cerró los ojos, respiró hondo, y se arrodilló frente al escritorio.

Sus labios comenzaron a moverse en una oración profunda, sincera, nacida de su dolor, de su fe y de su deseo de no caer en el odio.

—Señor... Tú que todo lo ves... —susurró, la voz apenas un eco en medio del viento—.
Tú que conoces el dolor escondido detrás de cada pecado...
Ayúdame a verlos como Tú los ves.
Ayúdame a perdonarlos, a liberar este peso de mi corazón.
Y si en ellos queda aún un rincón de luz... no permitas que se extinga.

Un relámpago iluminó el cuarto, como si el cielo respondiera a su súplica.

Con la determinación que sólo el dolor puede forjar, Maider tomó su pluma.
Sabía lo que debía hacer.

Una carta para cada hermano Blair.

Una semilla de fe.

Un acto de fe.

Para David Blair:

"Sé que cargas el peso del mundo en tus hombros.
Que te sientes responsable por tus hermanos, por cada acto, cada sangre derramada.
Pero nadie puede cargar solo con todos los pecados.
No naciste para ser verdugo ni salvador.
Naciste para vivir, para amar, para proteger... pero no a costa de tu propia alma.
Te perdono, David.
Te perdono porque sé que dentro de ti aún late un corazón capaz de hacer el bien.
Que Dios te conceda la fuerza para redimir tu historia."

Para Toni Blair:

"Tu dolor es un grito que ha sido ignorado demasiado tiempo.
Has construido máscaras para protegerte, para sobrevivir, pero debajo de todo eso...
aún eres un niño perdido que necesita ser encontrado.
No te odio, Toni.
No te maldigo.
Te perdono.
No por debilidad, sino porque creo que Dios puede hacer milagros hasta en los corazones más rotos.
No mates lo que queda de bueno en ti.
No dejes que tu alma se hunda más en la oscuridad.
Todavía puedes volver."

Para Josh Blair:

"A ti, que llevas el miedo tatuado en la mirada.
Que fuiste arrastrado a un mundo que no elegiste.
No estás solo.
No naciste para vivir encadenado al miedo ni a la culpa.
Te perdono, Josh.
Y ruego a Dios que te abrace tan fuerte, que logres romper las cadenas que otros te impusieron.
Tienes derecho a un futuro distinto.
No pierdas la fe."

Maider terminó de escribir, dejando caer la pluma.
Su cuerpo entero temblaba, no de frío, sino de la magnitud de lo que acababa de hacer.

Había elegido el amor.
Había elegido la fe.
Había elegido el perdón.

Sabía que ellos tal vez nunca le responderían.
Que tal vez esas cartas serían quemadas, olvidadas, o despreciadas.

Pero no importaba.

La semilla ya había sido plantada.

Y Dios, en su infinita misericordia, sabría qué hacer con ella.

Con lágrimas resbalando silenciosas por su rostro, Maider cerró los ojos y susurró:

—Hágase tu voluntad, Señor... no la mía.

Afuera, la tormenta empezaba a amainar.
La oscuridad retrocedía.
Y, en algún rincón escondido del mundo, una nueva esperanza nacía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.