Renacer (luz de Medianoche 1)

Luz después de la oscuridad

Capítulo 42:

Luz después de la oscuridad

 

Las hojas secas acarician mis pies desnudos, giro la vista detrás de mí, temerosa de la compañía que pueda tener en este sueño. La última vez que estuve en este sendero no estuve sola, había tantas personas caminando a mi lado… pero luego se dispersaron. No hay nadie a mi espalda, todo se encuentra tan silencioso que ni siquiera el viento se siente presente.

Delante de mí solo se extiende el sendero, mis dos opciones son regresar o continuar. Ya sé lo que encontraré si continúo, ese lago atrapante que parece mostrar tus peores miedos, pero no sé lo que hay detrás. Mi instinto me inclina hacia lo que ya es conocido, y mi última experiencia antes de caer inconsciente hace más peso a ese lado de la balanza. Es como si la voz de ese ser lleno de maldad se hubiera perdido en ese túnel oscuro y silencioso que está a mi espalda, y continuar es como si él no me pudiera alcanzar.

Hago caso a mi instinto, aunque el lago remueva mis peores recuerdos y temores.

El vestido lavanda siempre cubre mi cuerpo cuando mi mente está dormida y experimento estos extraños e inexplicables momentos, los sueños y pesadillas; es como un momento donde puedes conectarte a ese mundo oculto que nuestros cuerpos nos impiden ver. Este vestido es mi recordatorio de que ya estuve muerta, también es esa línea invisible que divide dos etapas de mi existencia. Pero en esta ocasión no solo el vestido es parte de mi atuendo, una espada que cuelga de mi espalda señala un nuevo inicio, un camino lleno de obstáculos que tengo por recorrer, un regalo que no permitirá que olvide la razón por la cual he renacido.

Las cristalinas aguas del lago parecen un espejo que refleja lo que se encuentra oculto en mi interior. ¿Qué tendrán estas pacificas aguas que mostrarme en esta ocasión? Anteriormente mostraron un momento de mi pasado, un estado escabroso de mi regreso. Me acerco a la orilla hasta que el agua alcanza mis pies, es tan cálida que provoca sumergirse en ellas, pero mis recuerdos me hacen permanecer a cierta distancia, mi reflejo putrefacto me impide avanzar. Por más cálidas que sean sus aguas, las verdades que llega a mostrar son horrendas, por lo menos para mí lo fueron en su momento.

Me armo de valor para mirar las aguas cristalinas, una hoja cae de lo alto formando pequeñas ondas sobre el agua y a su vez comienza a formar un reflejo de mi pasado.

Una manera de avanzar es sanando las heridas que sangran por un pasado. Bajo la mirada despacio, detallando la tela de un vestido que me ha acompañado desde la muerte, hasta mis pies sumergidos. El aire se queda atrapado en mis pulmones. Aun cuando ya los he visto en mis pesadillas, hay momentos de mi pasado que no es nada fácil digerirlos, y no es solo por observarlos, ni porque permanecen en mi mente, sino porque hay sensaciones que ni la misma muerte te puede arrebatar.

Mi corazón se acelera por ver la muerte en el filo de un cuchillo, tan cerca de acabar con todo lo que conoces y al mismo tiempo tan cerca de enviarte a lo desconocido. La imagen que ha formado es de unos minutos antes de mi muerte, en ese reflejo no hay miedo en mi mirada, no existen titubeos en mis labios, una valentía que solo muestra mi exterior. Porque en ese momento estaba quebrada por dentro, aterrada ante la perspectiva de un final. Leila se ve indignada, aun cuando mi alma fue llevada al infierno, para ellos mi muerte fue una derrota inminente; mientras que otros optaron por unirse a ellos, en cambio preferí morir. Y no recuerdo haberlo hecho por valentía, todo lo contrario, fue por miedo al monstruo en el que me iba a convertir. Jamás olvidaré como el filo de ese cuchillo acarició mi piel con suma lentitud, como la sangre tibia se esparció por mi pecho, ni mucho menos esa sensación de pesadez que te hace abandonar todo, como cuando las luces se apagan dejándote en completa oscuridad. Cuando mueres sientes como si te desprendieras de todo y cayeras en un vacío.

Para cuando la luz volvió, no estaba sola ni tampoco libre. Cadenas ataban mis manos y Leila era mi guía a un destino impuesto y lleno de sufrimiento. Revivir ese pasado dormido despierta mis lágrimas y abre de nuevo las heridas.

La imagen se desvanece, y otra ocupa su lugar mostrando uno de mis tantos castigos. Siento esa cadena ardiente nuevamente contra mi espalda, cada azote por mi osadía de permanecer firme a mis creencias, mi fe. Mis rodillas contra el suelo, sosteniéndome, un alma cansada y lastimada, con heridas sangrantes que no se comparan a las terrenales. Ahora ver eso me hace sentir libre y victoriosa, parece irreal haber dejado ese lugar. Sonrío mientras mis lágrimas limpian mi alma de tanto dolor, de tantos miedos. El reflejo cambia y mi yo dentro de un ataúd entra en mi campo de visión. Mi cuerpo inicia un proceso de retroceso donde la carne comienza a cubrir unos huesos ocultos bajo una tela lavanda, todo ocurre rápida e inexplicablemente. Mi pecho de un segundo a otro sube y baja a un ritmo casi imperceptible, hasta que mis ojos se abren, perdidos y desorientados, pero ese reflejo tiene algo diferente a como en realidad es. Mis ojos no son gris pálido, en cambio son de un intenso azul, un azul recio y vivo.

—¡Ya era hora! —exclama Diana eufórica. Su aparición me sorprende, no pensé verla en esta ocasión, no en este lugar.

—Hay cosas que no cambian con nada —expreso contenta de verla. Su atuendo de hoy es un vestido negro que cubre sus pies descalzos y una cinta blanca rodea su cintura. El negro es un color tan abrumador, y al mismo tiempo es como si le diera esa vitalidad que ya no posee.




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