Renacer (luz de Medianoche 1)

Centinela

Capítulo 6:

Centinela

 

La negrura del bosque me desorienta, no hay luna esta noche, no sé dónde estoy. Aparte de la cabaña solo hay árboles. No he visto sus rostros, pero la voz de uno de ellos me es familiar, hace bastante tiempo los perdí.

He perdido mis zapatos, y el frío carcome mis huesos, solo llevo el uniforme del colegio, una falta azul marino y una camisa beis.

Me muerdo el labio para reprimir un grito, algo se ha encajado en mi pie, contengo las lágrimas que han intentado salir desde que me encontré en un lugar desconocido, tengo que ser silenciosa o me encontrarán. Tengo una rama encajada sobre la piel, cerca del tobillo, la tomo y duele. Muerdo más fuerte el labio, una lágrima se escapa y corre por mi mejilla, tomo dos respiros y la jalo con fuerza.

Continúo sin poder afincar mucho el pie herido, mi corazón se acelera cuando escucho unas ramas quebrarse no muy lejos de donde me encuentro, entonces corro. No hay nada donde pueda ocultarme, intento no pensar en el dolor del pie, y sigo hasta ver un arbusto, me escondo tras él.

El terror se apodera de mí, mi respiración se agita, y mis pies arden, estoy oculta detrás de unos arbustos en completo silencio e intentando respirar. Mi cuerpo entero tiembla y no es por el frío de la oscura noche, mis ojos están anegados en lágrimas, tengo que huir, es lo único que grita mi mente.

Dejo de respirar cuando siento pasos acercándose, y una voz gruesa me llama por mi nombre.

—Dessire —esa voz es tan familiar, pero el miedo no me deja dar con la persona. Solo sé que la conozco.

Cuando lo siento más cerca salgo de mi escondite, y corro.

Mis pies descalzos se lastiman con cada piedra o pedazo de madera que se atraviesa en mi camino, miro por encima del hombro y ese hombre me persigue, no distingo su rostro, pero sé que le conozco. Sigo adelante, esforzando mi cuerpo a que continúe, pero casi no puedo respirar y mis fuerzas cada vez menguan más de mi cuerpo. Sin darme cuenta tropiezo, meto mis manos y me las raspo al tocar el suelo, desesperada me pongo en pie, entonces él ya está detrás de mí.

Grito desde el fondo de mi alma, pero en este lugar nadie podrá oírme.

Sus manos están sobre mí. Grito e intento zafarme de su agarre, pero él es muy fuerte y me alza sobre el suelo. Camina a grandes zancadas de vuelta por el camino que pensé dejar atrás.

Después de tanto batallar solo puedo llorar. Vamos de vuelta a la cabaña. Siento una desesperación al sentir sus manos sobre mi cuerpo.

Escucho el crujir de la madera al ser la puerta abierta, aún sobre su hombro observo con la vista empañada el lugar, es una especie de habitación de madera, solo hay una cama con sábanas amarillentas, en la cual desperté.

Me lanza sobre ella, y se monta a horcajadas sobre mí.

Ya no encuentro mi voz, pero aun así me obligo a gritar y luchar. Sus manos se apoderan de mi camisa, y los botones salen disparados por la habitación. Ya mi voz es solo un gemido de terror, me he quedado afónica de tanto gritar, y sus asquerosas manos recorren mi cuerpo.

La puerta se abre, y el otro hombre está allí.

 

—Dess —una voz grita, pero no es la de esos hombres.

No puedo distinguir sus facciones, su rostro es borroso ante mis ojos.

—Dess, tienes que despertar. —Es Anastasia, pero estoy atrapada.

Sé que es un sueño, pero algo me impide despertar.

Abro los ojos cuando algo helado se impacta contra mi rostro.

Instintivamente me cubro el pecho con los brazos. Mi respiración está tan agitada como si hubiera estado corriendo toda la noche, en la pesadilla lo estaba, pero ahora solo estoy en mi cama, con mi compañera de habitación muy preocupada.

—¡Por los clavos de cristo!, me asustaste —dice ella, con una jarra que estoy segura saco de la nevera—. Paula dice que a veces podemos morir en las pesadillas, y tú no reaccionabas, pensé…

Tomo unas cuantas bocanadas de aire por la boca estabilizando mis sentidos. Es la misma pesadilla, solo que esta vez me ha dejado ver un poco más allá de la simple persecución en el bosque.

—Estoy bien. —Pensé que mi voz no saldría, pero salió temblorosa por el susto—. Morir en medio de un sueño, ¿es eso posible?

—Ah… no tengo idea. Pero el mundo es tan extraño y ocurre cada cosa que pues… mejor tomarlo en cuenta, ¿no crees?

—Supongo.

Ella se deja caer al pie de la cama.

Mi pijama está bañada en sudor, y el flequillo azul está pegado a mi frente, mi rostro gotea agua. Mantengo el ritmo de las bocanadas de aire, mi corazón golpea con fuerza dentro de mi pecho como si aún me encontrara en medio de la pesadilla.

—Bien, ya todo pasó, solo fue un buen susto —dice para calmarme. Le sonrío—. ¿Te duchas tu primero, o yo?

Me quedo con la boca abierta para contestar, pero las palabras mueren en mi garganta, esos dos hombres siguen estando en mi cabeza y se niegan a desvanecerse de mis pensamientos. Además, no tengo ropa.




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