Capítulo 10:
Otra vez en la enfermería
No sé cuánto tiempo llevo con la boca pegada al inodoro. Solo sé que ya no hay nada en mi estómago. Todo lo he vomitado después de ese… Asqueo ante el recuerdo, y un líquido amargo se hace camino por mi garganta, vomito lo poco que queda en mi estómago.
No sé cómo volví a la realidad, lo único que sentí fue la necesidad de sacar todo lo que avecinaba a mi garganta.
Me acuesto en el piso del baño, todo comienza a darme vueltas, y mi estómago se retuerce como una culebra. A duras penas siento cuando abren la puerta.
—Dess, ¿qué te ocurre? —es la voz de Anastasia, y está muy preocupada. No quiero ni mirarme al espejo, debo parecer un cadáver. Me estremezco, mi yo cobarde se acurruca en el piso, sin fuerza para alejar las imágenes ni mucho menos para responder. Escucho como se mueve desesperada, toca mi frente, e intenta levantarme, pero no puede con mi peso.
—Iré por Ronald, ya vuelvo. —Los pasos se alejan. Mientras, el mareo se hace más difícil de soportar.
Creo que han trascurrido un par de minutos, y la puerta es abierta nuevamente. Con la visión borrosa veo el rostro de Ronald muy preocupado, me envuelve en sus brazos y me alza, recuesto la cabeza contra su pecho, su corazón está acelerado.
Escucho a Anastasia decirle que me lleve a la enfermería, y él le dice que busque a Paula. No sé lo que ocurre a mi alrededor, hasta que siento la fría camilla contra mi espalda, y escucho la voz de la enfermera ordenándole a Ronald que salga.
Ella coloca su mano en mi frente y exclama lo fría que me encuentro, entonces entre parpadeo y parpadeo veo como sus manos se mueven sobre mi cuerpo sin rozarlo, no entiendo que está haciendo, ella tampoco lo explica. Sale de la habitación y al cabo de unos minutos vuelve con algo en un vaso, no veo muy bien lo que es
Cierro los ojos, y siento sus manos intentando levantarme un poco, abro los ojos y la veo poner algo detrás de mi espalda.
—Necesito que tragues, ¿está bien? —No espera que responda y me abre la boca con sus dedos, y comienza a echar el líquido del vaso, es amargo y me dan ganas de vomitar, pero ella desliza todo el contenido obligándome a tragar. Toso un poco mientras me deja recostarme nuevamente.
Me siento entumecida. Mi cuerpo ha decidido agarrotarse ante el terror. No tuve miedo al retar a un vampiro, tampoco cuando me enfrenté a un argel, pero cuando se trata de lo que hay en mi cabeza soy una completa cobarde.
—En unas horas estarás bien, ahora debes dormir un poco.
Me siento hechizada con sus palabras, y mis ojos comienzan a sumergirse en la oscuridad del sueño.
No hubo pesadillas, ni malos recuerdos. Solo un plácido sueño.
La enfermera tuvo razón, con lo que me dio ya me siento mucho mejor, solo que ahora estoy hambrienta. La luz de la mañana se cuela en la habitación por las rendijas de la ventana. Un día más en Luz de medianoche, un día más que estoy en la enfermería. Creo que es el lugar que más he visitado en el poco tiempo que estoy en la academia.
Mi última pesadilla vuelve a mí, y la alejo tan rápido como puedo, pero aun así siento la necesidad de ver mis manos, están pálidas y delgadas.
Suspiro de alivio, verme huesuda es algo que no quiero que vuelva a pasar, prefiero mi aspecto desnutrido que un montón de huesos.
La enfermera, de la cual aún desconozco su nombre, me dejó sola hace unos minutos, dijo que Anastasia vendría a buscarme. Busco en qué entretenerme mientras ella llega ya que los recuerdos intentan volver, haciendo fila para torturarme. No quiero experimentar tanta desesperación de nuevo.
Fijo la vista en la ventana, veo a través de las rejillas el frondoso bosque y algo más que me invita a salir, aunque siento una advertencia rondar mi cabeza, pero no puedo recordarla.
Me deslizo hasta el borde la camilla y mis pies tocan el frío piso. Camino despacio hacia la ventana, con la mirada fija en esas luces doradas que me invitan a seguirlas, pero salgo de mi aturdimiento cuando me golpeo contra la rejilla y la pared. Aturdida. Cuando alzo la vista nuevamente al bosque, ya no están. Miro el boscaje con pesar, no entiendo por qué no debo seguirlas si parecen inofensivas. Entonces recuerdo que tengo un ensayo que escribir y una apuesta que ganar.
Hoy es el día de la apuesta que hice con Romina, se supone que debo sobrepasarla en una carrera. No creo estar en condiciones para correr por el bosque, espero que ella no ponga objeción para dejarlo para mañana, en tal caso.
El ensayo tengo que entregarlo como a las diez, que toca la clase de la señora Carlota. Quizás todavía estoy a tiempo de hacerlo.
Ambas entran, sorprendiéndome.
Les dedico mi mejor sonrisa, no me he visto en un espejo, pero no creo estar muy bien, mi rostro debe lucir más pálido que de costumbre.
Anastasia me la devuelve. Romina solo mueve la cabeza como saludo.
—Te traje ropa para que te cambies. —Camino hacia ella—. Vamos, te ayudaré.
La sigo hasta el baño, que está fuera de la enfermería, es un lugar bastante pequeño y oscuro, y me recuerda… Agito la cabeza alejando esos pensamientos, y le pido a Anastasia que me acompañe dentro. Ella no pregunta por qué, supongo que se da cuenta del miedo que reflejan mis ojos.
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Editado: 27.07.2021