Renacer (luz de Medianoche 1)

Ojos amarillos

Capítulo 17:

Ojos amarillos

 

Desperté casi a medio día, y tuvimos prácticamente que rogar para que me dejaran volver a mi habitación. Los chicos no me han dejado sola ni un solo segundo, están muy preocupados por mis pesadillas, sobre todo por lo que pasó anoche. He intentado de mil maneras explicarles que estoy bien, y que la pesadilla no me ha torturado como las anteriores. No es que sea verdad, porque la tortura fue muy dolorosa, sin embargo, lo estoy manejando muy bien. No estoy llorando como una histérica.

Como ellos desconocen los detalles de mis escasos recuerdos que se han convertido en mis pesadillas, y yo quiero saber que son esas extrañas sombras, llegamos a un trato: yo expongo la maraña de eventos que circulan en mi cabeza y ellos me iluminan con la información que quiero.

De alguna manera ahora es un poco más fácil hablar de todo ello, con Romina me costó mucho expresar todo.

Aún no tenemos noticias de ella.

Decido comenzar por la primera pesadilla, el bosque y la persecución. Todo lo que he visto que se relaciona al bosque parece mucho más real y acorde a una vida. Así que me esmero en contar cada detalle, cada sensación de miedo que me abriga. Y termino por contar lo que podría ser una mezcla entre mis miedos y la realidad, las rejas, el fuego, los látigos… Esta parte en especial se siente mía, se siente más cercana, como si hubiera encajado en alguna parte de mi rompecabezas, pero aún no lo consigo comprender. Suena ilógico y un verdadero desastre, pero es así como lo siento.

A diferencia de Romina, que tomó sus apuntes e intentó buscarle un poco de sentido a todo el desastre, ellos permanecieron en silencio unos eternos minutos para luego cambiar el tema de una manera muy sutil.

Son alrededor de las dos de la tarde. La situación en la academia es de alerta máxima, debido a que nunca había sido atacada. La serpiente fue una cosa, pero esas sombras… Tienen aterrados a todos. Ronald ha decidido que debo conocer primero el origen de los argeles para luego saber qué son las sombras.

Existen siete arcángeles principales, por así decirlo.

Zadquiel es el ángel de la alegría y trasformación, algo así como la libertad, felicidad, misericordia y justicia.

Uriel es el ángel de la paz, resuelve situaciones desfavorables y problemas y crea armonía.

Rafael es el ángel de la sanación. A esta casa pertenece Dimas.

Gabriel es el ángel de la dirección y la anunciación, el argel Gabriel fue elegido por este arcángel.

Chamuel es el ángel de amor y la identidad.

Jofiel es el ángel de la iluminación, es decir, sabiduría, claridad mental y toma de decisiones. La chica con las alas brillantes que me sacó del bosque fue elegida por este arcángel, su nombre es Sandra. Y la última vez que la vi sus alas eran un desastre.

Miguel es el jefe del ejército celestial y por ende encargado de la protección y de vencer el mal. Geraldine pertenece a esta casa, junto a otros tres chicos que no se encuentran en la academia en estos momentos.

Según Ronald, existen muy pocos argeles en el mundo que son elegidos por él, no se sabe por qué. Los que pertenecen a esta academia la mayor parte del tiempo se encuentran fuera con Geraldine, razón por la cual no he visto a ninguno. La pregunta que ahora ronda mi cabeza es: ¿dónde encajo yo?, pero es algo que se supone debo resolver en mi propia cabeza, y sigo estando igual de desorientada que cuando llegué a la academia. Me voy por la razón de esta conversación en primer lugar.

—Bien, pasemos a las sombras que nos atacaron —insisto.

—En cuanto a las sombras…

Tocan la puerta interrumpiendo las palabras de Anastasia. Los tres nos levantamos de un salto.

Ronald abre la puerta.

En todo lo que puedo pensar es que Romina ha vuelto, pero no es así. La decepción toma nuestros rostros.

—Quisiera hablar con Dessire. —La chica que está parada en el umbral es Sandra.

—Claro —digo cohibida.

No puedo creer que esté aquí, y sin ninguna herida. Claro que tampoco es como si llevara sus alas expuestas.

—Acompáñame —su voz es delicada pero autoritaria.

No hay frialdad en ella, como en Gabriel el día que se acercó a mí.

—Tenemos una conversación pendiente —digo antes de salir.

—Quizás ella pueda aclarar tus dudas mejor que nosotros —es lo último que escucho al cerrar la puerta.

Su cabello es dorado, liso pero ondeado en las puntas y llega por debajo de sus hombros. Es delgada y alta. Creo que de 1,75. Nos mantenemos en silencio mientras bajamos las escaleras. Nos cruzamos con un par de chicas mientras bajamos a la planta baja. La presencia de Sandra en la residencia nos ha hecho foco de todas las miradas. Nos apresuramos a salir antes de que salten comentarios al respecto. Nos hacemos camino hacia la plaza en medio del bosque. Los pequeños senderos están enmarcados por piedras de colores que brillan con la luz del sol, y todos se unen en un solo lugar, una fuente. La rodeamos y tomamos uno de los senderos que va directo al bosque, ella se detiene al pie de un árbol y se sienta con las piernas cruzadas. Hago lo mismo.




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