Renacer (luz de Medianoche 1)

Extraña petición

Capítulo 29:

Extraña petición

 

La luz se proyecta como una cascada a través de la ventana bañándome el rostro. Un nuevo día. No hubo pesadillas esta vez, solo un plácido y merecido sueño. Me encuentro completamente sola en la habitación. Retiro la sábana de mi cuerpo, el frío del piso acaricia mis pies desnudos. El espacio entre la cama de Anastasia y la mía está libre, eso quiere decir que los chicos arreglaron todo muy temprano.

Observo el reloj y no puedo creer lo tarde que es, es casi mediodía y nadie me despertó. Ya Romina y Dimas deben estar en la academia, ¿los demás estarán bien?

Me apresuro a la puerta, abro y me detengo.

—¿Quién va a decírselo? —esa voz es de la loba.

—¿A ti quién te ha pedido opinión? —replica Romina con disgusto, algo muy normal en ella.

Lo que no comprendo es qué hace la loba tan cerca de la vampira, si ella prácticamente nunca está. Aun cuando duermen en la misma habitación hacen hasta lo imposible por evitar estar en el mismo lugar.

—Ya he tenido suficiente de las dos —la voz de Dimas es autoritaria. No cierro la puerta, camino de puntillas—. Yo me encargo de explicárselo.

—Es de mala educación escuchar a escondidas, Dessire. —Romina me toma desprevenida.

Llegué a pensar que no se habían dado cuenta de mi presencia, pero me he equivocado. Pasar desapercibido cerca de un vampiro es imposible.

—Hablar de mí a mis espaldas también es de mala educación —replico con los brazos cruzados.

Ronald y Anastasia están acurrucados en el mueble. Mi amiga parece estar ahogándose con una verdad que le impiden revelar. Se delata por sí sola.

Romina le entrega una carpeta amarillenta a Dimas, como quien se deshace de una responsabilidad.

Santiago se mueve de un lado de la entrada hasta quedar frente a mí, sus ojos marrones parecen tener diminutas motas doradas. Se ve preocupado. ¿Qué tan importante habrá sido ese beso?, pero no es momento para preguntas.

—¿Dormiste bien? —pregunta sin quitar la mirada de mis ojos, impidiéndome ver a los demás.

—Sí, estoy muy bien —digo mientras intento encarar a los demás. Esa carpeta debe tener alguna información importante, y ninguno parece querer decirme—. ¿Qué es todo este misterio?

Santiago mueve los labios, pero no emite ningún sonido. Espero a que alguien más intervenga, me diga lo que sea que está ocurriendo, pero todos se han quedado callados. Santiago ya no me impide moverme por la sala.

—¿Dimas? —pregunto esperanzada.

Él niega, sostiene la carpeta con fuerza, como si fuera un peso insostenible y temiera que se saliera de sus manos. Es mi pasado lo que está allí dentro, ¿acaso es tan malo?

—No es el momento —dice sin mirarme.

Se arma de coraje y alza la mirada, sus ojos verdosos parecen perdidos en su propio dolor.

—¿Qué hay en la carpeta? —pregunto, pero él no responde. Giro en busca de Romina—. Encontraste algo sobre mí, ¿cierto? Porque si es así, quiero saberlo ahora. Necesito acabar con esos espacios vacíos y darles sentidos a esas tortuosas pesadillas.

Ella intenta mantener su rostro inflexivo, pero hoy su propia frialdad la ha traicionado. Ni siquiera su voz se ha expuesto para negar mi suposición.

—¿Es tan grave lo que encontraste que nadie quiere decirme la verdad? —Siento las lágrimas humedecer mis ojos y al mismo tiempo una tempestad desatada dentro de mí—. Necesito saber la verdad —mi voz ya es un susurro.

Me abrazan por la espalda.

—Dimas tiene razón, no es el momento —susurra Santiago a mi oído—. Trata de tranquilizarte, por favor.

Me dejo llevar por sus palabras, por el calor de su cuerpo. ¿Qué pudo haber encontrado Romina de mi pasado para que me lo mantengan oculto? Nada de lo que ha mostrado mi mente puede llegar a ser peor que el contenido de esa carpeta.

—Dess. —Dimas está frente a mí. Cada vez se parece más a un hermano, a un hermano mayor preocupado por su hermana menor—. Recuerdas que hicimos un trato, y sigue en pie. Pero justo ahora un pasado no es conveniente, tenemos problemas más importantes que manejar. ¿Está bien?

Acepto sus palabras, porque entiendo cuál es ese problema del que habla. Eso quiere decir que las cosas no fueron tan bien como se esperaban anoche.

—Antes de que preguntes —dice la loba—, Diana está en transición, eso quiere decir que tiene un pie con nosotros y el otro en el infierno.

Romina gruñe ante tanta sinceridad. Pero me pongo en medio de ambas, presenciar una pelea entre ellas dos tampoco es lo que necesito.

—Quiere verte —dice Romina entre dientes. Por la cara que han puesto todos, no es algo que les agrade.

—¿A mí? —Eso me ha dejado sorprendida. Ella y yo no somos amigas, es más, ella me ha acechado todo lo que ha podido los últimos días—. ¿Por qué quiere verme?

—No tengo idea —dice Romina no muy contenta—. No ha querido que Santiago y yo la veamos, solo pidió que fueran tú y Dimas. Ella te odia, pero quiere verte.




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