Renacidos: Los ocho reinos

Capítulo 1.

Esa tarde, más que mañana, el sol entraba por la pequeña ventana del cuarto, dándole a Eleein en la cara, la razón por la que esta se despertó. Con un par de gruñidos se levantó de la cama y se vistió una camiseta naranja y una falda holgada que le llegaba por encima de las rodillas de color turquesa. Aún medio dormida, se dirigió a la cocina y rápidamente se llevó un pedazo de pan a la boca para después poder abrir su negocio: una pequeña cervecería humilde que estaba en la planta baja de su casa.

Esta era una herencia que le habían dejado sus padres antes de fallecer. La cervecería no era gran cosa, pero le daba el dinero justo para poder cubrir sus necesidades básicas en un pueblo tan pobre como en el que vivía.

          - ¡Eleein! - Gritó Rufus desde el exterior de la ventana del pequeño negocio enfadado - Esto tendría que estar abierto hace horas.

          - Lo lamento, pero me he quedado dormida. Bajé lo más rápido que pude al darme cuenta de ello - dijo ella con dificultad, dado que aún tenía el pedazo de pan en la boca a medio masticar.

Rufus era un enano muy buen amigo de la familia de Eleein desde que esta aún no naciera, pero, al morir los padres de ella, este se convirtió en un segundo padre para la muchacha. Tenía un carácter fuerte y rudo, a pesar de su pequeña estatura, pero quería muchísimo a Eleein y la trataba como a la hija que nunca tuvo.

El local poco a poco se fue llenando de gente, principalmente gente del pueblo a los que estaba acostumbrada a ver en la posada, pero también muchos otros, viajeros que venían de pueblos y reinos muy lejanos a donde ellos vivían. Muchos habían hecho viajes larguísimos hasta allí y estaban tan solo de paso para seguir con sus rutas hasta alguno de los otros reinos fantásticos que existían en aquel entonces. Otros, en cambio, venían para quedarse o para comprar alimentos y objetos que solo se podían encontrar en el Reino Humano, o como otros le llamaban, Flenda.

Ella se fijó en que en un momento en concreto la gran mayoría de los clientes se amontonaban en la entrada para ver algo, o más bien a alguien, que se acercaba. Entonces Eleein pudo ver quien era aquel ser al que parecía que todos le prestaban atención. Él era un elfo aparentemente joven, con la tez fina y pálida, ojos verde esmeralda y el cabello blanco como la nieve, alto y musculoso. A la muchacha le pareció un rostro conocido el de aquel joven, pero no era capaz de ponerle nombre. Este atravesó el umbral de la puerta y quedó mirando el interior del establecimiento. Sus ojos se movían de aquí para allá sin saber dónde posarse hasta que miró a la joven. Su mirada quedó clavada en la de ella y, sin apartarla, caminó lentamente hacia donde esta se encontraba. Pronto comenzó a hablar en cuanto los dos estaban separados tan solo por la vieja barra de madera.

          - Siento molestarla señorita, pero necesito su ayuda. - dijo él amablemente - Tengo que llegar a Calendra, un reino cercano, supongo que lo conocerás.

          -Sí está al otro lado del bosque de los Olmos.

Lo sé, pero he llegado muy tarde a este pueblo y si comienzo a atravesar el bosque ahora, el anochecer llegará antes de que alcance mi destino y, por lo que tengo escuchado, ese bosque es muy peligroso por las noches. ¿Por casualidad usted no sabría si hay alguna posada libre cerca? Todas a las que he ido están abarrotadas. Solo necesito una habitación para una noche.

Sí, esta es una época con muchos viajeros por aquí. - dijo Eleein con una sonrisa en la cara - Tengo una habitación libre en mi casa, aunque humilde, puede albergar a alguien una noche.

En el rostro del elfo apareció una media sonrisa y, con un pequeño gesto de cabeza, agradeció a la muchacha su hospitalidad. Al principio el rostro de la chica era desconocido para él, pero una vez que se detuvo a examinarla este le pareció que tenía algo familiar, pero no sabía el qué. Acabó por no darle importancia, había conocido a muchísima gente desde que naciera, así que creyó que era una simple pueblerina que se parecía a alguna amiga suya.

          - Muchas gracias. Daré una vuelta por el pueblo para comprar todo lo necesario para el viaje que me aguarda mañana, volveré al anochecer, si no le importa.

          - Claro, le estaré esperando para la cena.

Y en cuanto Eleein dijo esto el joven se giró, se adentró en la muchedumbre concentrada en la salida y, con gran esfuerzo, salió por la puerta del local.



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En el texto hay: fantasia, amor, aventuras

Editado: 07.01.2020

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