En casa de Eleein...
Después de una noche de insomnio Eleein se levantó de mala gana de su no muy cómoda cama y salió del cuarto donde ella dormía en dirección a la cocina. Se quedó sorprendida al ver encima de la pequeña mesa de madera una manzana con un pequeño papel a su lado en la que ponía:
“Buenos días Eleein. Siento no haberme quedado más tiempo, a pesar de que me habría encantado, pero tenía que emprender mi camino hacia Calendra si quería llegar a tiempo. Me dio mucha pena cuando me dijiste que no podías acudir a la ceremonia, pero espero volver a verte algún día. Muchas gracias por la posada. Eldar”.
Una gran sonrisa se le formó en el rostro a la muchacha mientras leía la nota. «Parece que al final sí que he dormido» se dijo la chica al darse cuenta de que no había escuchado al príncipe marcharse de su casa esa mañana.
Feliz nuevamente cogió la manzana, le pegó un mordisco y bajó a la posada para abrirla como todas las mañanas. Como siempre, Rufus ya estaba esperando a la muchacha puerta afuera del establecimiento, aún que se sorprendió de que la chica se hubiera levantado tan pronto.
- ¿Qué tal has pasado la noche? Se te ve muy cansada, ¿Y tu invitado? - preguntó el enano.
- Él se ha ido esta mañana, no me habría dado cuenta si no me hubiera dejado una nota. Y respecto a lo de que tal la noche, pues… Casi no he dormido - y continuó la frase con un bostezo.
- ¿Que ponía en la nota? - dijo Rufus curioso.
Ella sacó del bolsillo el papel y se lo entregó a Rufus y se dio la vuelta para colocar todas las mesas en su sitio antes de que llegara la clientela. El enano cogió la nota un poco perplejo, la abrió y comenzó a leer. Apenas empezó cuando arqueó una ceja y dirigió una mirada a la muchacha y ella, fingiendo que no lo notaba, siguió haciendo lo que comenzó sin apartar la vista de ello.
- Creo que el principito se ha vuelto muy cercano ¿No crees? - preguntó Rufus con la ceja aún en la misma posición y con una sonrisa traviesa en los labios.
- No seas tonto Rufus, solo es una nota de agradecimiento, nada más - aún después de decir esto no desvió la mirada, pero incluso así, el enano pudo advertir que las mejillas de la muchacha se sonrojaban.
- ¿A qué ceremonia se refiere?
- La boda entre los futuros reyes de Calendra, me lo contó ayer. ¿Tú sabías algo?
- Había oído hablar sobre ello, pero no le di importancia. ¿Y por qué no quieres ir? Parece que realmente lo lamenta.
Eleein se giró bruscamente al oír esto. Dejó lo que estaba haciendo y se dirigió hasta donde estaba el enano con la cabeza gacha.
- Por supuesto que quiero ir - dijo la muchacha con expresión triste y levantó la cabeza para mirarle -, pero no puedo, tengo que atender la posada, no tengo un atuendo adecuado para la ocasión y tampoco puedo permitirme comprarles un pequeño detalle siquiera.
- Yo puedo atender el negocio y tengo unas pocas monedas en casa para que puedas comprarle un regalo. Respecto a lo del atuendo… - El hombrecillo se llevó los dedos índice y gordo al mentón mirando cara al techo y, después de una pausa, chasqueó los dedos y se dirigió a la muchacha nuevamente - Para eso tengo una solución. Ven.
El enano comenzó a andar en dirección a la puerta y decidido saió al exterior. Ella no sabía lo que este pretendía, pero igualmente le siguió. Rufus guió a Eleein desde la posada hasta su casa, que estaba a dos calles de distancia.
- ¿Que hacemos aquí? - preguntó la chica confundida, pero no obtuvo respuesta.
El enano quitó una llave oxidada de su chaleco con la que abrió la puerta dando a lugar un fuerte ruido y ambos pasaron al interior de la pequeña edificación. Ella, aún confusa siguió a Rufus hasta un baúl viejo y polvoriento que estaba en una pequeña habitación poco amueblada del piso superior.
El enano se apartó del baúl y, con un movimiento del brazo, indicó a la muchacha que lo abriera. Ella se arrodilló y, girando la pequeña llave de plata que se encontraba ya puesta en la cerradura, abrió la tapa con un pequeño ‘clic’.