En el palacio del Reino Alado...
- ¡Eldar, viejo amigo! Qué alegría volver a verte.
Saya, el rey del Reino Alado, se levantó eufórico del trono al ver llegar al elfo. Él joven también se alegró ya que llevaba años sin estar juntos y eran buenos amigos.
- Yo también me alegro de volver a verle, rey Saya, pero ambos sabemos que no he venido solo para saludarle, aunque sea un gran privilegio hacerlo - dijo Eldar.
- Cierto, joven - rió el Rey –. Ahora mismo mi hijo está reunido con los sirvientes y ayudantes para tener todo listo para el gran día por lo que no puede verte en estos momentos.
- No se preocupe majestad, ya lo felicitaré más tarde.
- Y… ¿Qué tal tu madre? Hace siglos que no la veo.
- Madre está mejor que nunca.
- Un día de estos tendré que visitar Landeler para mirar otra vez a tu familia.
- Esa es una excelente idea. Por cierto, de camino a su espléndido Reino me he encontrado en el medio del Bosque de los Olmos con un hombre…
- Calla hijo - interrumpió Saya -, ha sido un viaje largo el que has hecho, descansa y mañana por la mañana me contarás todo lo que necesite saber. Mis hombres te llevarán a tus aposentos. Considera esta tu propia casa.
El Rey indicó a uno de sus guardias que le mostrara el camino a Eldar y este le siguió por la larga escalinata y un laberinto de pasillos hasta su dormitorio. El palacio de Calendra era un lugar enorme y muy lujoso, lleno de colores y flores. Aquello ya no le sorprendía al muchacho, ya que estaba acostumbrado a hacer viajes este reino y tanto sus habitantes como la ciudad en sí estaba llena de color y vegetación.