En el palacio del Reino Oscuro...
- ¡Padre! - le gritó la joven a Ávader desde la puerta de la Sala del trono donde se encontraba él - Jack me ha dicho lo que has hecho ¿Te han herido?
- No es nada hija - dijo el Rey Oscuro apartando la vista de su hija de su espalda herida al descubierto -, tan solo un pequeño corte.
- ¿Por qué lo has hecho? Podían haberte hecho algo mucho peor.
- Llevas desde que naciste conmigo, 24 años, ¿y aún preguntas por qué lo he hecho? ¿!No es obvio Luciana!? - le gritó.
- Lo siento padre, no pensaba.
- Claro, tu nunca piensas ¡Eres un desastre, como lo era tu madre!
Luciana enfadada se alejó de su padre y salió rápidamente de la estancia, dando un gran portazo tras de sí.
Poco después entró Jack con agua para limpiar la herida de su amo, pero cuando apoyó el cuenco en el suelo Ávader le dio una patada y vertió todo el líquido que este contenía por el suelo salpicando al enano.
- Mi señor… Su herida… - protestó Jack, pero el hombre no le dejó terminar la oración.
- ¡Mi herida es lo último que importa ahora mismo! ¿O acaso te he dicho yo que necesitara esa agua asquerosa?
- No, señor - dijo el enano con la cabeza gacha.
- Pues asunto zanjado. Y ahora déjame en paz, siervo idiota, tengo que pensar que hacer a continuación.
Jack recogió el cuenco con delicadeza y, poniéndose otra vez de pie, suplicó al Rey.
- Perdóneme Majestad.
- ¡Lárgate ya! - gritó furioso Ávader.
El ogro decepcionado salió apresurado de la sala por miedo a que su amo le volviera a gritar y fue directo al cuarto de Luciana preocupado por ella, ya que había escuchado como su padre le gritaba a la joven.