Renacidos: Los ocho reinos

Capítulo 12.

En el palacio de Calendra...

Por la mañana Eleein se despertó con los primeros rayos de sol que entraban, como hacía habitualmente, pero esta vez había algo distinto. Unos brazos la rodeaban, pero no con fuerza como si quisieran atraparla, en su lugar sentía que esos brazos que la rodeaban la estaban protegiendo. Al girar la cabeza vio tumbado a su lado estaba Eldar abrazándola. Varios mechones de su sedoso pelo le caían por encima de la cara, entonces la muchacha se giró, hora estando cara a cara, le apartó el pelo y se quedó viendo el rostro del joven aún dormido.

          - ¿Has dormido bien? - dijo Eldar, y la muchacha se sorprendió.

          - Sí - Eleein se sonrojo -, ¿Y tú?

          - Mejor que nunca - y el chico sonrió.

El elfo se separó de Eleein, se sentó en el borde de la cama y se vistió una de las camisas que estaban en la butaca.

          - Espérame aquí, vuelvo ahora - dijo el elfo.

Este se levantó y salió por la puerta de la habitación. Nada más cerrarla Eleein empezó a dar pequeños saltos en la cama. Era la primera vez que se sentía tan libre y tan feliz desde que murieran sus padres, y no sólo por la fina y corta camisa que llevaba puesta, también porque era la primera vez que dormía con un hombre, y más un príncipe.

Como este había dicho, Eldar llegó a la habitación poco después con un delicado vestido de seda en las manos y se lo entregó a la muchacha.

          - El rey me lo ha dado para ti, puedes quedártelo. Y vístete rápido, él quiere hablar con nosotros - dijo el elfo con una sonrisa.

          - Vale, vengo ahora - y cogiendo el vestido Eleein se dirigió al baño.

El vestido era corto, más o menos por la parte baja de los muslos. Su color amarillo y el encaje en el borde del escote lo hacía muy alegre y juvenil y su falda pomposa, mangas ¾ y escote en barco le daban un toque elegante. A pesar de ser tan sencillo para ella era muy bonito, y más comparado con las viejas ropas que solía llevar. Los zapatos que había llevado a la ceremonia estaban en buen estado, así que se los puso y salió del baño.

          - Te queda muy bien - dijo él con la misma expresión de antes -. Y ahora vámonos, mejor no hacer nunca esperar a un rey.

Poco tardaron en llegar al Salón del trono donde estaban el Rey Saya y cuatro guardias: dos a cada lado del trono y otros dos en la puerta principal.

          - Buenos días Majestad - dijo Eleein amablemente con una reverencia.

          - Buenos días señorita, ¿qué tal ha dormido? - preguntó el rey Saya.

          - Muy bien, gracias ¿De qué quería hablarnos?

          - Ah sí, ya se me olvidaba. ¿Tu nombre es Eleein verdad?

          - Sí, señor.

          - He visto lo que ambos habéis hecho ayer, a parte de un breve resumen por parte de Eldar, - esto último lo dijo mirándolo a él - y me gustaría compensároslo.

          - No hemos hecho nada lo cual merezca una recompensa, al fin y al cabo la ceremonia no se ha podido realizar.

          - Claro que lo habéis hecho. Si no os hubierais enfrentado a Ávader a saber cómo de grandes habrían sido los destrozos y cuantos más humanos, hadas, elfos y demás seres hubieran acabado heridos - dijo el rey orgulloso por las acciones de los dos muchachos -. Haré que os lleven a casa, creo que no deberíais quedarnos más tiempo o preocuparéis a vuestras familias. Además, os daremos un montón de alimentos de mi reino como agradecimiento.

Eleein aceptó educadamente, ya que sabía perfectamente que nunca se le debería de llevar la contraria a un Rey, y ella y Eldar recogieron sus cosas para esa misma tarde ponerse en marcha en dirección a Flenda, el Reino Humano.



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En el texto hay: fantasia, amor, aventuras

Editado: 07.01.2020

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