El valle que arrastro,
perdió su rumbo entre las profundidades.
Electrizante lluvia de nieve,
nubla el sendero que me lleva devuelta a casa.
Ciega de muertos Eucaliptos,
como marinero en pleno naufragio
uso mi instinto.
Vertiente mirada,
la encuentro en el húmedo contorno de tus ojos
Éramos;
Brotábamos,
de diferentes formas
Bailábamos en erráticas ondas
Viejos lamentos en molinos de viento,
que al azar, ordenábamos el juego.
Recordando los dichos del abuelo,
eso que estremece, es eso que llamábamos estar vivos
Llena de sorpresivos encuentros,
hay que mirar al horizonte y conquistar los deseos.
Y así, no quedar con los ojos negros que como anclas se aferran a la melena de las aguas del océano