El bordado de la rama de cerezo descansaba sobre la mesa de noche, un testimonio silencioso de la incipiente transformación. Shen Zhao lo observaba antes de acostarse, la delicadeza de las puntadas contrastando con la dureza de su propia alma, aún en proceso de sanación. Sabía que el regalo de Meng Yu era más que un simple objeto; era una ofrenda de paz, aunque ofrecida con manos temblorosas por la incertidumbre.
A la mañana siguiente, el desayuno transcurrió en una atmósfera ligeramente más relajada. Meng Yu incluso se atrevió a hacer una pregunta sobre el trabajo de Shen Zhao, una indagación tímida sobre un proyecto del que había oído hablar vagamente.
"¿Cómo va lo de la nueva línea de producción?" preguntó Meng Yu, sus ojos fijos en la taza de té que sostenía entre sus manos.
Shen Zhao se detuvo con el tenedor a medio camino de su boca. Era una pregunta sencilla, pero el hecho de que Meng Yu la formulara era significativo. Era una pequeña ventana abierta a su mundo, una invitación tácita a compartir.
"Está avanzando," respondió Shen Zhao con un tono más suave de lo habitual. "Hubo algunos problemas técnicos al principio, pero parece que los estamos resolviendo."
Meng Yu asintió lentamente. "Espero que todo salga bien."
Un silencio breve siguió, pero esta vez no era pesado ni incómodo. Era un silencio de incipiente entendimiento, de dos personas que comenzaban a explorar el territorio desconocido de una conversación genuina.
"¿Y tú?" preguntó Shen Zhao, sintiendo una necesidad interna de justificar sus acciones, aunque no mereciera la atención de Meng Yu. "¿Cómo va tu bordado? ¿Estás trabajando en algo nuevo?"
Los ojos de Meng Yu se iluminaron ligeramente al escuchar la pregunta. Era un tema en el que se sentía seguro, un refugio en medio de la incertidumbre de su relación.
"Estoy empezando un diseño nuevo," dijo Meng Yu, dejando su taza a un lado. "Es un paisaje... con montañas y un pequeño río."
"¿Montañas?" repitió Shen Zhao, imaginando la delicadeza de las puntadas que darían forma a la robustez de la tierra. "Siempre me han parecido... imponentes."
"Lo son," asintió Meng Yu. "Pero también tienen una belleza tranquila. Una fuerza silenciosa."
Shen Zhao meditó en sus palabras. ¿Era así como Meng Yu lo veía ahora? ¿Imponente pero quizás... con un potencial para la tranquilidad? La idea lo tomó por sorpresa.
"¿Te gustaría enseñarme algún día?" preguntó Shen Zhao, la petición surgiendo de una necesidad de entender, aunque sintiera que no tenía derecho a pedir nada. Quería comprender el mundo a través de los ojos de Meng Yu, ver la belleza que él encontraba en las cosas simples.
Meng Yu parpadeó, visiblemente sorprendido por la invitación. Una sombra de duda cruzó su rostro antes de que una tenue sonrisa apareciera en sus labios.
"Quizás," respondió Meng Yu en voz baja. "Cuando esté más avanzado."
Era una respuesta cautelosa, pero no era un rechazo. Shen Zhao lo tomó como una pequeña señal, un indicio de que quizás, algún día, Meng Yu entendería su necesidad de cambiar, aunque él mismo se sintiera indigno de su paciencia.
Más tarde ese día, Shen Zhao regresó a casa con un pequeño cuaderno de bocetos y un conjunto de lápices de dibujo. Los colocó discretamente sobre la mesa de Meng Yu junto a sus hilos y telas. No dijo nada, sintiendo que sus acciones hablaban más de su necesidad de cambio que cualquier disculpa vacía.
Cuando Meng Yu encontró los materiales, sus ojos se llenaron de sorpresa. Tomó el cuaderno con delicadeza, pasando los dedos por la textura del papel. Era un gesto inesperado, una pequeña muestra de atención que resonó profundamente en su corazón cauteloso.
Esa noche, mientras estaban en la sala de estar, cada uno inmerso en sus propias actividades (Meng Yu bordando, Shen Zhao hojeando un informe), un silencio cómodo los envolvió. Ya no era el silencio tenso de la distancia, sino un silencio de coexistencia, de dos personas que compartían el mismo espacio sin la necesidad constante de palabras para llenar el vacío.
De repente, Meng Yu levantó la vista de su bordado.
"Shen Zhao," dijo suavemente, su voz aún teñida de una ligera vacilación.
Shen Zhao levantó la vista de su informe, su corazón latiendo un poco más rápido ante la inesperada llamada por su nombre, sin el formal "Sr. Shen".
"¿Sí?" respondió, tratando de mantener su tono tranquilo.
"¿Por qué... por qué estás haciendo esto?" preguntó Meng Yu, sus ojos oscuros fijos en los de él, buscando una respuesta genuina en lo profundo de su mirada. "Todo esto... ser amable, preguntar... es diferente."
La pregunta colgó en el aire, cargada de la historia de su relación, del dolor y la frialdad que Meng Yu había llegado a esperar. Shen Zhao sintió la punzada de culpa en su pecho, un recordatorio constante de su pasado.
Tomó una respiración profunda, sabiendo que sus palabras en este momento eran cruciales. No podía recurrir a la autoridad o a las evasivas. Tenía que ser honesto, aunque no se sintiera merecedor de la comprensión de Meng Yu.
"Lo hago... por mí," dijo Shen Zhao, su voz baja y firme. "Necesito ser diferente. Necesito... encontrar una manera de vivir conmigo mismo."
Sus ojos se encontraron con los de Meng Yu, sosteniendo su mirada con una firmeza que ocultaba su propia inseguridad.
"Sé que no merezco tu perdón," continuó Shen Zhao, las palabras saliendo con una dificultad palpable, quería ser más honesto pero le contaba abrirse. Desearse no es lo mismo que hacer la acción. "Pero... quizás algún día... entiendas que este cambio es algo que debo hacer."
Las palabras flotaron en el aire, desprovistas de una súplica directa de perdón, pero cargadas de una necesidad egoísta de redención personal. Meng Yu lo observó en silencio, sus ojos llenos de una mezcla compleja de sorpresa, incredulidad y una tenue, casi imperceptible, esperanza. Era como si estuviera viendo a un extraño, un hombre que se parecía a su Alfa pero que hablaba con una voz desconocida, llena de una vulnerabilidad que nunca antes había presenciado.