Rendirse jamás

Capítulo 16

«¡Maldita sea!»

Entré a mi departamento con paso apresurado y azoté la puerta tras de mí. Recorrí una corta distancia y luego golpeé la pared. Estaba molesto, conmigo y con ella. Me encontraba dolido y frustrado por la manera en que había reaccionado después de lo que habíamos hecho.

«Fue sexo. Solo eso.»

Debí haber imaginado que ella solamente estaba despidiéndose. Un asqueroso y amargo adiós por su parte, cuando de la mía era más que una declaración de mis sentimientos hacia ella.

¿Quién iba a decir que yo estaría enojado porque una mujer huyó después de que tuviéramos sexo? Jamás lo hubiera imaginado. Quiero decir, acostarme con alguien nunca había significado algo más para mí... Hasta ahora.

Cerré los ojos con fuerza y recargué mi cabeza contra la pared. Imágenes de ella sonrojada, su frente un poco arrugada por la dulce agonía del placer, sus labios entreabiertos y sus pequeños gemidos se reproducían en mi mente una y otra vez. Sus ojos… Algo me habían dicho. No había imaginado nada, el sentimiento había estado allí.

Apreté las mis manos en puños contra mis ojos y traté de pensar en cualquier otra cosa que no fuera ella, lo que me llevó al origen del problema.

Molly y Mindy.

¿Qué le había hecho yo a Mindy para que estuviera de acuerdo con Molly en planear algo así contra mí? A menos que.... No. A menos que no fuera una broma. En ese caso estaba hasta el cuello de mierda.

Pero yo no podía ser padre, por Dios; no en este momento y no con ella. Claro que quería tener una familia, pero no ahora. Apenas tenía veintidós años, toda mi vida por delante. La paternidad en estos momentos no estaba en mis planes.

Decidí dejar de torturarme con suposiciones e ir a visitar a ese par de brujas.

 

 

 

—Hola, Derek —me saludó Mindy. El enojo que cargaba se liberó un poco cuando vi las grandes y oscuras ojeras que llevaba. Tragué con dificultad.

—Mindy. ¿Podemos hablar? —quise saber. Ella asintió seria y abrió la puerta haciéndome un ademán para que pasara.

Una vez dentro del departamento me guio a lo que parecía ser la sala de estar y tomamos asiento en un sillón. Tras un prolongado y tenso silencio decidí que era mejor empezar a hablar.

—¿Cómo te encuentras? —cuestioné.

Hice una mueca ante mi falta de originalidad para entablar una conversación y ella se encogió de hombros.

—Un poco estresada, como ves —confesó. Asentí mientras retorcía los dedos en mi regazo y suspiré tembloroso—. ¿Y tú? Molly me dijo que vio a una chica en tu departamento. ¿Es tu...?

—Amiga —dije con una mueca de dolor y una sensación amarga sobre la lengua. Solo era mi amiga, tal y como ella había querido.

—Oh, eso está bien, supongo.

Hablamos otros diez minutos de sinsentidos tratando de ignorar al enorme elefante rosa bailando salsa con un tutú en la habitación. Era más fácil no hablar sobre el verdadero problema que nos angustiaba a ambos, pero esta tenía que ser ventilado lo antes posible.

—Entonces —dije—, ¿cómo fue que pasó? —pregunté. Ella me dio una mirada de ¿tú cómo crees, estúpido? que me hizo enojar—. Quiero decir, sé cómo pasó, pero usé un condón. No estaba tan ebrio como para no recordar eso.

Mindy mordió su labio y volvió a encogerse de hombros. Parecía nerviosa y a punto de llorar y eso logro que empezara a sentir pánico.

—Yo sinceramente no lo sé. O sea, también recuerdo que usamos un condón, pero pudo haberse roto o algo... —Frunció el ceño al decir esto y mi corazón se contrajo al notar el gran parecido que tenía con Janelle.

—Pero… —Esperaba no sonar como un completo imbécil—, ¿estás segura de que es mío?

Ella me observó durante un largo par de segundos y entonces asintió mientras metía un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Sí. Aunque no lo creas yo... Yo no suelo hacer mucho... eso.

Por alguna razón, aunque no la conocía del todo, le creía. A pesar de que era amiga de Molly, Mindy no parecía estar loca ni ser una futura novia psicópata.

—Te creo —dije. Sus hombros de relajaron visiblemente y sonrió algo melancólica.

—Gracias.

—Así que, ¿te hiciste una prueba?

—Sí —contestó mientras sacaba una pequeña caja de su bolsa. La abrió y sacó la prueba que mostraba dos rayitas azules—. Las dos líneas significan que es positivo —susurró.

Sentí cómo el aire se me escapaba al ver la prueba y entonces el mundo comenzaba a girar con rapidez. De verdad iba a ser papá. No era una broma…

Estaba jodido.

Me dejé caer contra el respaldo del sillón y llevé ambas manos a mi cabeza sin poder creerlo del todo todavía.

—No sé qué decir —murmuré.

—No tienes por qué sentirte presionado, Derek, no es como que te esté pidiendo que te cases conmigo. Solo creí que tenías derecho a saber. Iba a decirte, pero Molly se adelantó y… Lo siento.




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