Rendirse jamás

Capítulo 19

—¿Todavía no hay noticias? —pregunté mientras dejaba el desayuno frente a ella. Era el segundo día de clases y, por ende, el segundo día que faltábamos por estar en el hospital esperando más noticias.

No importaba, nada tenía más prioridad para Jan que la salud de su hermano y yo no pensaba dejarla sola. Dos días de clases se podían reponer con facilidad.

—No —respondió al tiempo que abría la bolsa.

Ayer había logrado convencerla de que fuera a su departamento a darse un baño y descansar un poco diciéndole que yo le llamaría si tenía noticias de Dean, pero un par de horas después, regresó diciendo que no soportaba encontrarse «cómoda» en casa mientras su hermano estaba en coma.

Me acomodé en el asiento a su lado y la jalé para que descansara contra mi costado mientras engullía los panqueques que le traje para mimarla —sabía que los amaba—, y yo solo la admiraba. Cada vez que la imaginaba pasando estas cosas sin nadie a su lado que la apoyara incondicionalmente, me entraban unas enormes ganas de gritar por lo injusta que era la vida.

Bueno, Jan siempre había tenido a Lora a su lado, pero a veces pensaba que no recibía el apoyo necesario de su parte. Me imaginaba a una niña de dieciséis años tratando de sacar adelante a su hermano ella sola, de darle todo lo necesario a expensas de ella misma, y el corazón se me comprimía. Tal y como la conocía ahora, sabía que se había privado de muchas cosas necesarias para poder darle a su hermano cosas que eran dispensables, ya fuera ropa nueva, o juguetes, pero sabía que ella en su mente lo justificaba porque estaba enfermo.

Y en cierto modo lo entendía, sin embargo me hubiera gustado estar a su lado desde hacía mucho tiempo atrás para hacerla comprender que no tenía por qué cargar con todo ese peso ella sola; para que pudiera desahogarse conmigo tal y como lo hacía ahora, solo para que supiera que ella también tenía alguien que la cuidaba y velaba por su bienestar.

Lo bueno era que ahora ya me encontraba con ella y mi misión personal era aligerar su carga lo más posible.

—¿En qué piensas? —preguntó en voz baja, lo que me hizo salir de mis cavilaciones.

No me había dado cuenta de que había estado viendo su perfil todo este tiempo mientras comía.

—En lo hermosa que te ves comiendo —respondí quitando un mechón de cabello de su rostro.

—Mentiroso.

—De verdad —afirmé—,  te ves adorable con tus mejillas llenas de comida.

Piqué su mejilla con un dedo y ella rodó sus ojos. A pesar de querer disimular, vi una esquina de sus labios elevarse en una tenue sonrisa.

Le gustaba hacerse la dura pero sabía que la traía loca. Era el efecto Derek Parker.

—Creo que hoy también tendré que hablar con Lora. Espero no... Eh, interrumpir ninguna interacción que tenga con tu amigo —dijo avergonzada.

Vi sus mejillas colorearse un poco y solté una carcajada.

La noche anterior Jan había insistido una y otra vez en llamarla, aun cuando el teléfono de Lora mandaba directo a buzón. Por fin la mujer se había apiadado de ella y contestó con la respiración agitada mientras se escuchaba a Marcus en el fondo quejándose sobre la gente inoportuna.

No hace falta decir que Jan colgó sin decir nada con las mejillas ardiendo de vergüenza y los ojos abiertos con horror.

—Envíale un mensaje antes para que esté preparada —le aconsejé con una sonrisa en el rostro. Jan me lanzó una mirada molesta y volvió la atención a su desayuno.

—No es gracioso.

—Sí lo es, pequeña. Acéptalo.

Abrí mi bolsa sin poder dejar de sonreír y saqué mi hamburguesa al tiempo que ella susurraba:

—Bueno, un poco tal vez.

 

 

 

Era alrededor de medio día cuando Carter entró a la sala de espera buscando a Janelle.

—¿Jany?

Ella dejó inmediatamente la tarea que estaba adelantando —la cual Lora recogía para llevársela al día siguiente al profesor— cando lo escuchó y se puso de pie. Quería ir con ella, pero me pidió que esperara, así que lo hice.

Esperé y esperé, aunque, créanme, no me gustaba la idea de ese tipo demasiado cerca de ella. Siempre la miraba con ternura y buscaba cualquier pretexto para tocarla, justo como en ese momento.

«Aléjate de ella, es mía.»

No sabía qué era lo que hacía que saliera lo posesivo en mí, pero casi me daban ganas de ir a hacerle pis encima para que los demás supieran que era mía. No iba a hacerlo, no se preocupen, eso era asqueroso inclusive para mí.

Ahora, volviendo a la escena frente a mí, pude ver como los hombros tensos de Jan se iban relajando poco a poco,  por lo que tomé eso como una buena señal. Ella le dio un rápido abrazo y escuché cómo le agradecía antes de darse la vuelta y venir hacia mí con una sonrisa en el rostro.

—Los antibióticos hicieron efecto y la infección ha disminuido considerablemente —dijo emocionada.

La tensión en mis hombros se alivió un poco con sus palabras. Ni siquiera había sabido que estaba tenso hasta que la escuché decirme eso.




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