Rendirse jamás

Capítulo 20

—¿Entonces dices que Dean se irá a vivir contigo? —cuestionó Lora mientras nos encaminábamos los tres al estacionamiento. Las clases ya habían acabado por el día y yo estaba más que ansioso por tener un poco de tiempo a solas con Jan.

—Sí, solo es cuestión de que lo tengan en observación por unos cuantos días más y ya después lo podré sacar de ahí. Estoy muy emocionada —expresó Jan sonriendo. Se acurrucó más a mi lado y yo rodeé sus hombros dándole un pequeño apretón.

Cuando giró su cabeza en mi dirección y besó mi mandíbula, Lora fingió una arcada.

—Ugh, ustedes dos son realmente repugnantes. Toda la semana he tenido que soportar sus demostraciones públicas de afecto y toda la cosa de «te amo; no, yo te amo más» —imitó nuestra voz. Lora negó con la cabeza como si estuviera decepcionada y Jan carcajeó cuando agregó—: Me enferman.

—Envidiosa —repliqué—. Solo porque Marcus no es así contigo no significa que nosotros no tengamos por qué ser así.

—No, en serio, ustedes son tan... Tan asquerosamente dulces y tan empalagosos que no me sorprendería si caen en un coma diabético un día de estos.

Puse los ojos en blanco y Lora nos señaló horrorizada, enfatizando que incluso hacíamos los mismos gestos. La mejor amiga de Jan estaba medio loca, pero me caía muy bien. Estaba a punto de contestar algo inteligente cuando Marcus llegó corriendo y cargó a Lora entre sus brazos besándola con desesperación.

Jan resopló.

—Y luego dicen que nosotros somos los que se exhiben. —Me lanzó una mirada divertida y luego jaló mi brazo—. Vámonos antes de que se den cuenta, ya quiero tenerte para mi solita.

Mordió su labio y me miró por debajo de sus pestañas. Reí e hice exactamente lo que me dijo, la llevé a mi auto, la besé y luego nos dirigimos a mi departamento.

 

 

 

—Extrañaba esto —admitió en medio de un suspiro mientras la presionaba contra mi costado en el sillón.

—¿Qué? ¿Qué te hiciera de comer?

Tomé un sorbo de té y Jan resopló. Su risa llegó a mis oídos un segundo antes de que recargara su cabeza contra mi hombro.

—Además de eso, tonto. Ya extrañaba estar así los dos solos como antes. Entre la escuela y los turnos en el hospital, ya casi no he tenido tiempo para ti. Lo siento.

—No tienes por qué disculparte, pequeña. Créeme, yo también había extrañado tenerte así, pero vale la pena esperar solo para tenerte los fines de semana. —Dejé el vaso sobre la mesa y me giré un poco para poder ver su rostro. Se le miraba mejor, más... feliz. Lucía más relajada a mi lado y eso me gustaba demasiado.

Se acercó a besarme y yo la tomé por la cintura.

—Espera —pidió jadeante mientras se separaba de mí un par de minutos después—. Me tengo que ir en media hora, y si seguimos por este camino no voy a llegar a tiempo, ya sabes.

Gemí frustrado y cerré los ojos descansando mi cabeza en el sofá.

—Tú tienes la culpa. —Un cojín rebotó en mi pecho y abrí un ojo para ver a Jan de pie, luciendo despeinada y con los labios hinchados. Cerré los ojos con más fuerza—. Ve a cambiarte antes de que cambie de opinión y te desnude aquí mismo.

Su risa llegó a través del pasillo cuando empezó a alejarse y una sonrisa se pintó inconscientemente en mis labios.

***

—¿A qué hora sales hoy? Para venir a recogerte. —Me hallaba estacionado fuera del hospital porque había venido a traer a Janelle, pero todavía no quería dejarla. Necesitaba tenerla solo un poco más de tiempo a mi lado.

No sabía por qué, pero sentía que en cualquier momento desaparecería; que la sentiría escurrirse entre mis dedos y no podría hacer nada para retenerla. Y tenía miedo.

—A las diez, pero creo que Carter me puede ir a dejar, así que no es necesario que...

—No —la interrumpí—. Nadie más que yo va a ir y venir por ti, y menos ese... tipo —concluí haciendo una mueca de disgusto. Jan me observó con una sonrisa divertida y yo fruncí el ceño.

—Derek, ese tipo está casado.

—No me importa. Que esté casado no significa que no tenga ojos, y no me gusta que te mire cua...

—Con un hombre. —Esta vez fue su turno de interrumpirme.

«Espera, ¿qué?»

—Me estás diciendo... —Mi cerebro estaba tratando de ver si había procesado mal la información.

—Que es gay —rio Jan—. Carter es gay, Derek, no tienes por qué preocuparte. Además, yo solo tengo ojos para ti. —Se acercó a darme un beso y luego salió del auto—. Así que no te preocupes, no tienes por qué ser tan inseguro.

La diversión en su voz era evidente. Qué bien que la pasaba de maravillas con mis celos.

—¿Yo, inseguro? Claro que no, pequeña. No estaba inseguro, solo... Eh, no quería que él sufriera una decepción cuando se diera cuenta de lo loca que estás por mí.

—Sí, Sí. Lo que tú digas, adiós. Te amo.

—Te amo —contesté antes de que cerrara la puerta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.