Rendirse jamás

Capítulo 24

—Entonces, ¿dices que quieres a mi madre como dama de honor? —cuestioné con la boca llena de panqueques Estábamos los tres desayunando en la sala de estar en su departamento, Dean a nuestro lado viendo alguna serie de dibujos animados, mientras nosotros repasábamos los detalles de la boda. Bueno, mientras Jan los repasaba.

Jan estaba comenzando a sentirse desesperada por los arreglos de esta ya que no le había dado mucho margen de tiempo y yo solo miraba como los nervios parecían carcomerla.

—Y a Lora —agregó—. Ya sabes, no es como si tuviera muchas amigas cercanas y eso.

Siguió haciendo listas, apuntes, buscando documentos y yo solo me la quedé viendo trabajar. Le había preguntado antes si no necesitaba mi ayuda, pero solo me había lanzado una mirada que era un rotundo no.

Le gustaba hacer las cosas a su manera y creía que yo solo iba a estorbar. No me lo dijo, pero lo sabía. Era una perfeccionista.

—Sí, lo sé, pero no tienes por qué elegirlas ahora —traté de tranquilizarla. Estiré mi mano para entrelazar nuestros dedos, pero ella la retiró de mi agarre. Se quedó quieta al escuchar mis palabras y me lanzó una mirada molesta. Al parecer no le gustó lo que dije.

—Me dijiste que quieres casarte en dos semanas, Derek. Debo tomar todas las decisiones ahora —masculló con los dientes apretados. Me recargué en el respaldo de la silla y crucé mis brazos sobre el pecho.

—Ya. Pero puede ser nada más la firma de papeles, te lo dije. Luego, cuando pase el tiempo y estemos más estables podemos hacer una boda enorme y todo lo que quieras, ¿qué te parece? Invitar a los amigos y a la familia… Podemos traer ponis rosas y elefantes azules si así lo quieres. Lo que sea por ti. Solo quiero que estés menos estresada y más feliz.

—No lo sé, Derek.

—¡Vamos! —traté de convencerla—. Mira, nos casamos en secreto y así no tienes por qué explicarle a Lora la razón por la cual no la invitaste a tu boda. Imagínalo como... Como el primer paso de un plan de dos pasos.

—Eso no tiene sentido —dijo mirándome divertida.

—Tiene todo el sentido del mundo. Piénsalo bien. ¿Quieres hacer los arreglos para una boda en un par de semanas? No lo lograrás.

—Vaya, muchas gracias por la confianza —contestó con sarcasmo y dándome un golpe en el brazo—. Gracias por creer en mí y en mi habilidad para planear y organizar todo en quince días.

—No es eso, cariño, es solo que es muy poco tiempo —puntualicé. Me encogí de hombros y Jan elevó los brazos al aire luciendo a punto de explotar exasperada.

—¡Exacto! Eso es lo que te estoy diciendo. Deberíamos esperar un poco más de tiempo, ¿no crees?

—No. Definitivamente no. Ya no puedo esperar. Si por mí fuera, a estas alturas ya estaríamos casados —corté tajante. Jan rio frustrada por mi insistencia y se frotó las sienes con ambas manos.

—Pero si apenas la semana pasada te dije que sí.

—¡Y una semana es demasiado maldito tiempo! —Jan suspiró y recargó los codos sobre la mesa. Colocó su rostro entre sus manos y gimió cansada por todo el drama de la última semana.

—No sé cómo lo haces —admitió. Yo fruncí el ceño y le lancé una mirada llena de confusión.

—¿Hacer qué?

—Convencerme de llevar a cabo tus ideas locas. Todas son ridículas y aun así aquí estoy haciéndote caso. Señor, dime, ¿qué hice para merecer esto? —cuestionó dramática mirando hacia el techo.

Sonreí al ver el teatro que hacía y la atraje a mi regazo. Me gustaba sentirla así de cerca, con su mejilla sobre mi pecho y su cabeza escondida bajo mi barbilla. Me hacía sentir grande y poderoso, como si en verdad pudiera protegerla de todo lo malo en el mundo.

—Es porque puedo ser muy convincente —susurré mientras mordía su lóbulo con suavidad.

—Está bien, yo me largo de aquí.

Dean arrojó el control remoto sobre el sofá y se fue a su habitación refunfuñando todo el camino acerca de nuestras demostraciones de afecto frente a él. Reí por la inocencia del chico —todavía le quedaba mucho por aprender— y Jan me empujó un poco

—¿Ves? Lo has asustado.

—¡No me asustó! —gritó Dean desde el fondo del pasillo. Jan puso los ojos en blanco y se acurrucó más cerca de mí, suspirando contra mi cuello.

—Entonces en dos semanas más seremos marido y mujer —dije emocionado besando su mandíbula. Un escalofrío recorrió sus brazos y me sentí orgulloso de ello.

—Sí —jadeó. Sonreí triunfante al escuchar que comenzaba a faltarle el aire y luego me eché a reír.

—Me gusta saber cuánto te afecto.

—Que no se te suba a la cabeza, Parker. —Se removió sobre mis piernas, giró y se sentó a horcajadas para así encararme. Rodeó mi cuello con sus brazos, besó mi barbilla y yo sonreí—. Todavía te queda mucho camino por recorrer para ganarme del todo.

—Mmm, si tú lo dices.

Besé sus labios y el resto de la tarde nos dedicamos a... ensayar para la luna de miel.

 

 




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