Rendirse jamás

Extra 2- Celos

—Tengo que decirte algo —murmuró entre mis brazos.

Estábamos tumbados en la cama un domingo por la mañana, hablando sobre algún viaje que deberíamos hacer con prontitud, cuando de repente su tono cambió y me hizo alertar.

—Te escucho —dije receloso. Seguí acariciando su cabeza, nuca y espalda y ella suspiró sobre mi pecho.

—Yo... dejé de tomar las pastillas. —Me tomó solo un par de segundos darme cuenta de lo que quería decir, y mis dedos se congelaron sobre sus cabellos—. Quiero decir, sé que no hemos hablado de esto, pero tenía toda la intención de hacértelo saber. Hace apenas un par de días que no las tomo y la probabilidad de que quede embarazada son casi nulas, yo...

—Cállate —escupí, logrando que el semblante de Jan se entristeciera. No lo había querido decir de esa manera. Hizo amago de soltarse de mi agarre, pero no lo permití y la apreté más contra mí. Suspiré y besé su frente—. ¿Quieres tener un bebé? —pregunté en voz suave.

—Si tú no quieres, no tene...

—No pregunté eso, Janelle. Te pregunte si tú quieres tener un bebé. —Tras un momento de vacilación ella asintió.

—Sí.

—Entonces tengámoslo —dije de acuerdo.

—¿De verdad? —preguntó esperanzada. Ahora fue mi turno de asentir.

—Eso sería perfecto. ¿Te imaginas? Tener un bebé con la mujer que amo. ¿Qué puede ser mejor que eso?

Jan me observó con una expresión que jamás me cansaría de ver en esos ojos y acarició mi mejilla, una sonrisa formándose en sus labios.

—Te amo, Derek —murmuró, su voz ahogada por la emoción—. Te amo, y sé que voy... Que vamos a amar a nuestro hijo tanto, que vamos a ser los mejores padres —indicó. Besé su cabeza y ella rio.

—De eso no hay duda alguna, pequeña.

 

 

 

—No sé por qué tenemos que venir al supermercado —refunfuñé. Jan puso los ojos en blanco y siguió mirando la lista en sus manos.

—Mmm, huevos —dijo medio ausente—. Tenemos que venir porque no tenemos quien lo haga por nosotros, Derek. Además, ya me estoy aburriendo de estar siempre en casa. Ya sabes que últimamente no he tenido muchas sesiones de terapia y eso era lo que me distraía un poco.

Solté un suspiro mientras seguía empujando el carrito y Jan echaba cosas que para mí parecían innecesarias.

—¿Para que necesitas tres botellas de vino? —pregunté cuando Jan termino de acomodarlas en el carrito para que no se fueran a quebrar. Me miró con esos ojitos que tanto me gustaban y sonrió.

—Leí que tomar alcohol con frecuencia ayuda a la fertilidad de la mujer. Ya tenemos alrededor de ocho meses intentando tener un bebé y aun no pasa nada, así que estoy tratando con los consejos que leo en internet o las revistas —concluyó con una sonrisa radiante que me contagió. Sacudí la cabeza.

—¿O sea que si lees que los piquetes de abeja te ayudan a la fertilidad, vas a dejar que unas te piquen? —Jan se encogió de hombros y yo solté una carcajada—. Estás loca, mujer. No deberías de confiar en todo lo que lees.

Seguí avanzando con el carrito por el pasillo y cuando vi que Jan no me seguía, paré el cochecito y me giré para verla en medio del corredor mordiendo su labio y sobando su brazo con una mueca triste.

Suspiré y me acerqué a ella.

—Jan...

—Estoy desesperada, Derek —confesó en un susurro. Elevó su mirada para que se encontrara con la mía y pude ver la tristeza y desesperación en las profundidades de sus ojos.

Desde que había dejado de usar anteojos por completo un par de meses para utilizar lentes de contacto en su lugar, leer sus emociones de había vuelto mucho más fácil. Cerré los pocos centímetros que nos separaban y la estreché con fuerza entre mis brazos.

—Lo sé, cariño.

Froté su espalda en un intento por consolarla y acomodé su cabeza debajo de mi barbilla. Ella se aferró a mi camisa con sus pequeños puños y la escuché exhalar temblorosa.

—Yo de verdad quiero ser mamá. Si no lo logramos, no sé... —Se interrumpió y guardó silencio un momento, su mirada desviándose a un lado del pasillo. Tras un minuto me miró de nuevo—. No sé qué va a ser de mi si no puedo ser madre, Derek. Siempre fue mi sueño. Incluso llegué a pensar en ser madre soltera. Ya sabes, embarazarme sin ningún compromiso con otra persona, pero pensé que eso no sería justo para... Pues, para el papá. —Solo pensar en que ella tuviera un hijo con alguien más hizo que algo en mi interior se removiera inquieto.

»Pero luego llegaste tú y pues... No lo sé. Cuando vi lo dispuesto que estabas a hacerte cargo del supuesto bebé de Mindy y de ella durante su embarazo, supe que serias un gran padre y esposo —admitió—. Y cuando supe que todo había sido una falsa alarma, me sentí aliviada de que fuera así porque... Bueno, yo ya te amaba, pero no te lo quería decir en ese entonces. Y luego nos pudimos dar una oportunidad... —Sus ojos habían adquirido ese enfoque de cuando recordaba algo y un brillo apareció en ellos antes de que una lenta sonrisa se extendiera por su rostro.




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