Renegados de La manada

Capítulo 8

El día había transcurrido con demasiada lentitud. Richard se encontraba en la penumbra de la habitación hospitalaria, observando a su hija Lucy que yacía inconsciente en la cama. El parpadeo de las luces del pasillo se reflejaba en sus ojos cansados. El día había transcurrido entre susurros de médicos y monitores que marcaban el lento pulso de Lucy.

Ajeno al desconcierto que llenaba su mente, Richard se aferraba a la única certeza que tenía, la fiebre alta que había asaltado a Lucy la noche anterior. No sabía cómo su dulce hija había llegado a ese estado, pero sentía un nudo en el estómago, un presentimiento incierto.

El misterioso joven afuera de la habitación añadía un matiz de intriga a la atmósfera. Richard no conocía al chico que había traído a Lucy al hospital, y su presencia solo aumentaba la incertidumbre en el corazón preocupado de un padre.

La noche avanzaba, y Richard permanecía allí, en la quietud de la habitación, con la única compañía de su propia angustia y la presencia silente de Lucy. La incertidumbre flotaba en el aire, y solo el tiempo revelaría los secretos que se ocultaban tras la puerta de la habitación del hospital.

Entre susurros de enfermeras y el zumbido de máquinas médicas, Richard se debatía entre la esperanza y el temor. ¿Qué conexión tendría aquel joven con la condición de Lucy? Sus ojos se posaban en la puerta, pensando en la persona que está al otro lado, preguntándose si detrás de ese rostro se escondía alguna verdad que pudiera arrojar luz sobre el misterio que envolvía a su hija. 

El hombre se levantó decidido a buscar respuestas pero a pocos pasos de la puerta se escucharon los golpes de unos nudillos sobre ella. Esperó un par de segundos esperando que fuera algún enfermero pero nadie abrió la puerta hasta que él lo hizo. El jóven estaba ahora frente a él, mirándolo sin decir una sola palabra. 

Por un momento, Richard se percató de que su mirada se desvió hacia el interior de la habitación, buscando a Lucy, por lo que el hombre avanzó un paso para cerrar la puerta detrás de él cruzándose de brazos. 

—¿Qué quieres?—dijo Richard con la voz ronca. 

—He pensado que necesitaba comer algo, y como no ha salido en todo el día, supuse que no quería dejar a Lucy sola, por lo que le traje algo de comer.—Noah extendió su brazo para ofrecerle una pequeña bolsa. 

—La doctora Barron me ha dicho que tú tampoco te has movido de aquí en todo el día.—dijo Richard ignorando lo que el chico le ofrecía.

—Sí.— dijo Noah con un pesado suspiro.

—¿Por qué? ¿Tienes complejo de culpa por lo que quiera que le hayas hecho para que esté así? Tienes suerte de que no haya llamado a la policía, pero me enteraré de lo que ocurrió en cuento ella despierte y te juro que…

—Usted no lo entiende.—dijo Noah interrumpiéndolo.—Entiendo lo que pueda pensar de mí. Yo pensaría lo mismo si estuviera en su lugar. Pero nunca podría hacerle daño a Lucy, ni permitiría que le pasara nada malo.

—Entonces explícame qué es lo que le pasó.—La mirada desafiante de Richard hizo que Noah lo mirara con detenimiento mientras alzaba la cabeza.—Y más vale que tu versión coincida con lo que diga ella cuando despierte. 

—Yo… No sé qué le pasó, la encontré así y la traje lo más rápido que pude, no sabía qué más hacer.—dijo Noah intentando sonar con tranquilidad, aunque sintiera todo lo contrario. 

—Si es así, ¿por qué hay un mensaje tuyo en su teléfono donde dices  que se verán al anochecer? Cuando llegaron aquí casi había amanecido.—La voz de Richard sonaba cada vez más alta, mientras miraba a Noah con ira.—¡Estuvo contigo toda la noche!

—¡No!—gritó Noah.—Es cierto que nos vimos al anochecer, pero tuve que irme por un asunto familiar, y ella estaba bien. Estaba a salvo. 

—A salvo en medio del bosque.—reprochó Richard con ironía. 

—A salvo en mi casa. Nunca la dejaría sola sin saber que está completamente bien. Si tuviera algo que esconder me habría ido sin decir nada, pero aquí estoy, hablando con usted.

Richard guardó silencio durante varios segundos aguantando la mirada del jóven, hasta que se dió cuenta de que no sabía cómo continuar aquella conversación. Hasta que Lucy no se despertara, no podría saber si lo que le contaba el chico era verdad o no. 

Suspiró con pesadez y sujetó al fin la bolsa de plástico que le había ofrecido hace unos minutos y se sentó en una de las sillas del pasillo seguido por el chico. 

—¿Cómo te llamas chico?—dijo Richard mientras daba un mordisco al bocadillo que había en la bolsa. 

—Noah, señor. Noah Reed.—dijo con tranquilidad. 

—¿Desde cuándo conoces a mi hija?

—Realmente no hace mucho. La conocí en la fiesta de Elena hace un par de días. 

En ese momento Richard continuó hablando, pero Noah no podía escucharlo. Las voces de la manada volvían a agolparse en su cabeza con fuerza, gritando todos a la vez. No entendía qué estaba ocurriendo, pues sentía como si la mayoría de los lobos estuvieran con intenciones de desafiarlo. Como si fueran en contra del nuevo alfa. Algunos estaban confundidos, pero todo ese remolino de pensamientos ya comenzaban a alterarlo demasiado. Sentía como si su cabeza estuviera a punto de estallar. Se levantó de su asiento sujetando su cabeza con fuerza y buscó la manera de callar todas las voces.



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En el texto hay: hombres lobo, alfa, romance

Editado: 16.09.2024

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