El sol estaba comenzando a bajar en el horizonte, proyectando largas sombras a través del bosque mientras Lucy se adentraba más en su espesura. Había pasado horas desde que se había instalado en la casa, y el entrenamiento con Daniel, aunque agotador, no había sido lo que ella esperaba.
En la parte trasera de la casa, donde el terreno se abría en un amplio claro, se había enfrentado a Daniel bajo la atenta mirada de varios miembros de la manada. Algunos la animaban con entusiasmo, dándole palabras de aliento y apoyo, mientras otros observaban en silencio, evaluando cada uno de sus movimientos. En su forma lobuna, Lucy sentía la fuerza y el poder que ahora habitaban en su cuerpo, pero aún no lograba adaptarse por completo a esa nueva forma. Sus pasos eran torpes en comparación con la agilidad y precisión de Daniel, y cada vez que intentaba adelantarse, él la superaba con facilidad, subrayando las diferencias en sus habilidades.
A pesar de sus esfuerzos, Daniel ganó claramente, derribándola con un movimiento limpio que la dejó jadeando en el suelo. Aunque el dolor físico era leve, el golpe a su orgullo fue lo que más la afectó. Sabía que estaba progresando, pero aún no lo suficiente como para igualar a los demás. Se levantó, sintiendo las miradas sobre ella, algunas llenas de simpatía, otras evaluadoras. Se obligó a mantener la cabeza alta, aceptando la derrota sin palabras. Después del entrenamiento, se dirigió directamente a la ducha, deseando limpiar no solo el sudor y la suciedad, sino también la frustración que sentía en su interior.
Una vez limpia y vestida, Lucy decidió alejarse de la casa y de la manada por un tiempo. Necesitaba un lugar donde pudiera estar sola, un lugar donde pudiera concentrarse en el control de sus pensamientos sin la presión de los demás. El ruido constante de la casa y la presencia de tantas personas la agobiaban, y sabía que si quería dominar sus habilidades, necesitaba encontrar un poco de paz.
Se adentró en el bosque, siguiendo un sendero que había notado durante su caminata anterior. El aire fresco y la tranquilidad del entorno la ayudaron a calmarse a medida que se alejaba de la casa. Después de unos minutos, encontró un pequeño lago escondido entre los árboles. El agua era cristalina, reflejando los últimos rayos del sol que se filtraban entre las ramas. Era un lugar perfecto, apartado y silencioso, donde las únicas voces que escuchaba eran las de la naturaleza.
Lucy se sentó al borde del agua, dejando que la calma del lugar la envolviera. Cerró los ojos, concentrándose en el suave murmullo del agua y en el susurro del viento entre los árboles. Se obligó a respirar lenta y profundamente, intentando poner en práctica lo que Elena le había enseñado sobre el control de sus pensamientos.
Al principio, su mente seguía siendo un torbellino de emociones y recuerdos. La frustración del entrenamiento, los celos que aún la mordían por dentro al recordar a Noah y Elena, la presión de ser parte de la manada y cumplir con las expectativas de todos... Todo aquello flotaba en su mente, desordenado y caótico. Pero a medida que continuaba respirando, intentando calmarse, las voces internas comenzaron a suavizarse, como si el lago mismo absorbiera parte de su ansiedad.
—Concéntrate.—se dijo a sí misma, recordando las palabras de Elena:
«Encuentra tu centro, y desde allí, dirige tus pensamientos hacia donde tú quieras que vayan. No dejes que ellos te controlen a ti.»
El agua del lago se mecía suavemente, creando patrones hipnóticos que ayudaron a Lucy a relajarse aún más. Comenzó a visualizar un espacio dentro de su mente, un lugar seguro y tranquilo donde pudiera organizar sus pensamientos, cerrando la puerta a los sentimientos que la desbordaban. Poco a poco, las voces en su cabeza se fueron apagando, reemplazadas por una sensación de paz y control.
Finalmente, abrió los ojos y miró el lago, sintiendo que había logrado un pequeño avance. No era mucho, pero era un paso en la dirección correcta. Sabía que aún le quedaba un largo camino por recorrer, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía encontrar la fuerza para seguir adelante, un paso a la vez.
Mientras el sol desaparecía completamente, Lucy se quedó allí, observando cómo la luz del día se desvanecía, dejando lugar a la tranquilidad de la noche.
La tranquilidad de Lucy junto al lago se desvaneció rápidamente cuando escuchó el crujido de ramas bajo unos pies que se acercaban. Abrió los ojos y vio a Lucas acompañado por dos jóvenes que no reconocía. Sus presencias rompieron la calma que había logrado encontrar, y una sensación de amenaza se instaló en su pecho.
Lucas se detuvo a cierta distancia, sus ojos brillando con una malicia que no se molestó en ocultar. Con un tono de superioridad y desprecio, alzó la voz para que ella lo escuchara claramente.
—No entiendo cómo alguien como tú puede estar entre nosotros. ¿Qué tienes de especial para estar aquí? —dijo, y sus compañeros soltaron una risa burlona que resonó en el aire.
Lucy sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Se levantó rápidamente, sus ojos se movieron de Lucas a sus acompañantes, tratando de medir la situación. Su corazón latía con fuerza, y la paz que había logrado encontrar hace solo unos minutos se desmoronó.
—¿Qué quieren? —preguntó, su voz temblando ligeramente, aunque intentaba mantenerse firme. Sabía que mostrar debilidad solo los alentaría.
Lucas dio un paso hacia adelante, acortando la distancia entre ellos, pero sin dejar de mirarla con ese desprecio helado.