Es un tipo de enlazamiento de amor que une a quien le gusta la víctima con su cliente.
Este conjuro, como narré en mis otros libros, lo hicieron con quien creía mi amigo.
Se saca un fragmento de la víctima para colocarlo en su cliente, así realizan la conquista porque el individuo no la ve a ella, sino a la víctima.
Pero no quedó ahí; sus hijos no nacieron con lo que ellos querían o lo que supuestamente portaban ellas, sino la víctima.
Este ritual lo sentía en mi cuerpo físico; tantos años de cristiana encontraron una puerta abierta, dolor, angustia que creía sanada. Lo realizaban más de una vez al año.
Poco a poco soltaban la condición: no tocar a la víctima o la venganza sería terrible.
Me mantuve con vida solo para ver la venganza; soy sincera en eso y más por la jactancia de una de estas familias que habían matado a mi bebé y me tildaban de loca por descubrirlos.
Todo espiritual, como ir a juicio si cuando lo intenté en Valparaíso con el grupo del Descendiente rectificador, ellos cambiaron el testimonio y la fiscal no se presentó, dejándome sola.
Sí, eso solo ocurre en Chile.