El punto de inflexión fue descubrir que los agresores habían violado su propio decreto y la condición estricta del conjuro: "NUNCA DEBIERON TOCARME". Esta violación anuló el poder de los atacantes, dándome a conocer la historia del conjuro, los pactos que hicieron y mis derechos legales por ellos mismos, tanto clientes como sus chamanes.
La segunda violación fue cuando, con mi frecuencia u ondas cerebrales, tanto en Valparaíso como acá, buscaban chamanes para que les quitase la maldición de penetrar en mi mente, era su muerte. Sus dichos "somos superiores"; demostrar ser superiores era la clave, sin dejar de mencionar que lo dijeron en varias ocasiones.
No puedes ser superior a un decreto de dos reinos, luz y tinieblas; no eres superior a Luzbel, que gobierna las tinieblas, ni a su Creador, que gobierna la luz, sea cual sea la religión o secta que profesen. Ni menos a un pacto que fueron vendidos por quienes pactaron con la deidad para estar con los tipos.
Dos violaciones espirituales grandes; aunque el brujo de Carlos con su familia mientan, el derecho legal es mío.
Mientras más vendan mis ondas cerebrales, el pacto ancestral de ellos une a las deidades de sus compradores, sea cual sea su religión, país que también une.
Gobierno, religión y país unificados por la deidad, la cual autoriza mi venganza por el incumplimiento de ellos; esa venganza se la entrego a Dios y este toma su derecho legal en cada unificación milenaria de dicha entidad.