La próxima semana, como en todo curso, necesito entregar la última actividad de este semestre, pero antes de hacerlo, he decidido reflexionar en todo lo que ha sido del mismo. Mejor dicho, he pensado en lo que ha sido esta carrera, pues poco falta para que la misma finalice. No pensé en todo lo que podía encontrar en la carrera de arquitectura, pese a mis primeras ideas respecto a estudiar artes visuales. A pesar de todo, no me arrepiento de esa decisión, pues pude expandir mis horizontes.
Puedo decir que hay de todo, empezando por los profesores. Algunos son mayores, otros son recién egresados de la maestría o doctorado, me atrevo a decir que se ven como estudiantes promedio. Algunos son capaces de ganarse la confianza de los alumnos, no sólo con los temas de la clase, también con temas generales que generan amistades entre profesores y estudiantes.
Claro que hay excepciones, mas son una piedra pequeña en el desarrollo de aquellos que, aún con su energía desgastándose cual papel arrugado, resisten y dan todo de sí para avanzar en esta carrera. Es lo que veo en mis compañeros, los amigos que percibo como hermanos, con sus virtudes, defectos y atributos propios.
Tengo que admitirlo, todos resaltan por algo en específico, y no sólo desde lo superficial, realmente hay una globalización de personalidades. No todos los días encuentras a un fagotista dedicado a la labor en turno, o a un chico aplicado en los sistemas estructurales, mucho menos encuentras un equilibrio entre su amistad y su empeño en las tareas. Una combinación así aparece con la misma frecuencia que una alineación de los astros vigilantes, reflejando un merecido aprecio.
Y ahí están, organizándose con chicos y chicas que van y vienen, pero dejan una huella. Puedes encontrar a un chico que, pese a su humor regular, su lado emotivo contribuye a la reflexión, atributo a agradecir. También puedes encontrarte con una chica de tiernos sentimientos, y de buenos acabados. Quizás puede haber uno que otro desliz u olvido, pero las risas y la gracia los esfuman, conservando el brillo que emiten.
Por otro lado, a veces suelo ver por ahí a una bonita pareja, tomándose de la mano o tomando algo, mientras su estilo se encarga de hacerlos impresionar cual noche estrellada. De vez en cuando, un profesor los acompaña, y aunque a veces luce serio, tiene el carisma de un personaje de caricatura.
Todos ellos y más son gente que aprecio con fervor, y procuro ver como motores para avanzar, para fortalecerme ante las adversidades de esta carrera. También les deseo fuerzas, con tal de que puedan sobresalir y construir sus ideas, mismas que el mundo ha de apreciar.
Sobre mí, bueno, no soy mucho de resaltar mis cualidades, pero considero que he aprendido mucho, no sólo de estas interacciones y de mis clases, también en mi desarrollo. Aún recuerdo esos años donde mi silencio hablaba por mí, mientras mi reserva era unitaria con los demás.
Sin embargo, como en toda oportunidad, es importante salir de la zona de confort, no enfocarse en lo que uno ya conoce, sino aventurarse a aprender más. De ese modo, dejo ver mi verdadero color, la verdadera edificación de mi ser, una que pienso compartir con los demás.
Y con esto concluyo, dedicando estas palabras a aquellos que se ocultan en las mismas. Sobre el futuro, bueno, no se construye solo, y menos con sueños e ideas nada más. Es debido dar un paso más, poner de nuestra parte y, con el esfuerzo justo, levantar esa casa próxima a habitar.