Me divierte ver cómo mi presa cae en la desesperación y trata de quitar mis manos de su cuello. Sus gritos ahogados son la melodía perfecta para alimentar la emoción que siento recorriendo por mí, mientras visualizo sus ojos verdes queriendo salirse de sus órbitas, su piel cambiando a un tono rojizo, mientras hermosas lágrimas negras recorren sus mejillas por el maquillaje.
Me paso la lengua por los labios imaginando a qué sabrán los suyos.
—Ya te rendirás, jajaja —le digo a la hermosa vampirita, acercándome a ella lo suficiente para lamer sus mejillas y probar la sal de sus lágrimas.
Me retiro cuando noto que ha perdido su fuerza y su cuerpo cae como un muñeco hacia un lado de la silla. Como siempre, antes de irme le dejo una nota con un regalo a mi elegante princesa.