El sargento Eugene Skinner, del cuerpo de marines de los EE.UU., lanzó una funesta mirada sobre su destacamento de honor. En unos minutos, un general llegaría por el Stargate para inspeccionar la fuerza expedicionaria del planeta Abydos.
Las primeras tropas a las que vería en este mundo serían los trece hombres de Skinner.
El sargento había sido inspeccionado por mucha gente diferente en algunos lugares extraños. Pero era la primera vez que le pasaban revista en una caverna hecha por el hombre bajo una pirámide de quinientos pies de altura en un planeta alienígena. Skinner pretendía que todo fuera bien.
Sus marines no llevaban las ropas azules, sino el uniforme de combate de camuflaje para el desierto con manchas marrones y verdes sobre un fondo color arena. Bajo la implacable mirada del sargento, los hombres se habían asegurado que cada objeto de su equipo y armamento estaba en la única condición aceptable: perfecta.
Al sargento Skinner no le gustaban las sorpresas, pero trataba de prepararse para ellas. Esta era la razón por la que sus hombres ya estaban en formación bastante antes de la llegada programada del general West a las 1100 horas.
"Típico," musitó el sargento cuando un tono bajo, casi subsónico, anunció el inicio de la transición del Stargate antes de la venida oficial del general. "Tratando de pillarnos con mal aspecto."
"Este general podría llegar con mal aspecto," replicó un cabo en voz baja.
"Mucha gente no sale tan bien tras un viaje por el vomitero." Skinner tenía que admitir que el argot para los viajes a través del Stargate daba en el clavo. La transición a un millón de años luz entre portal y portal era una carrera del demonio, combinando una geometría que destrozaba la mente con el magullante dolor de un viaje por las cataratas del Niagara... sin barril.
Pero no importaba la condición del general cuando emergiera, encontraría un grupo de recepción con una imagen perfecta.
Un destello de energía extra-dimensional se juntó en el foco del Stargate de Abydos, coagulándose en un brillante vórtice que salía del toro de dorado cristal tallado con el acompañamiento de un leve ruido armónico. Entonces la superficie de energía se fijó en el brillante anillo dorado. Parecía agua jabonosa atrapada en una vara para hacer burbujas de quince pies, o un reflejo de aguas ondulantes.
Una silueta oscureció el iridiscente campo de energía. El sargento Skinner se colocó delante de sus hombres y chilló...
"¡Firmes!"
La guardia de honor se puso rígida, presentando armas. A su izquierda, Skinner oyó al comandante local, el coronel Jack O'Neil, quejándose a su ayudante, "¿Donde diablos está Jackson?" Se suponía que iba a estar aquí..."
Las palabras de O'Neil fueron cortadas con la salida de un recién llegado. La pesada forma surgida de la lente de energía no parecía un general. Era tan solo quasi-humano, con una alta máscara de halcón de cristal dorado elevándose desde sus hombros. La figura cargada con un arma parecida a una lanza apuntó mientras cuatro figuras enmascaradas más aparecieron por el Stargate.
Skinner preparó su rifle cuando se dio cuenta con horror que la guardia era meramente ceremonial. Para evitar la vergüenza de disparar a un VIP accidentalmente, los rifles M-16 estaban descargados de munición. Cogiendo frenéticamente un cargador lleno de una bolsa de tela, el sargento gritó "¡Fijad y cargad! ¡Fuego a discreción!" Una brillante explosión surgió de la lanza del intruso. Atrapó a Skinner y dos de sus hombres antes incluso de que estuvieran en posición de disparo.
Previamente a encomendarse a los alienígenas caminos del Stargate, Khonshu se había forzado a pasar el requisito de ejercicios musculares y respiratorios. Milenios de experiencia habían enseñado a los guaridas Horus como minimizar los efectos de una traslación por las inhumanas formas entre puertas. Khonsu sabía que cada segundo contaría cuando llegaran a Abydos. Sus compañeros y él tenían que estar preparados para el combate en el instante de su llegada. Cuando salió por el lado de Abydos del Stargate, Khonsu era el vengador guardia Horus en cada pulgada de su cuerpo. Encontró a los centinelas al otro lado de pie, rígidos ante él, como dianas. Su lanza eliminó a tres hombres en el centro de la línea de hombres casi antes que los terrícolas hubiesen reaccionado ante su apariencia. Incluso mientras disparaba, Khonsu cargó hacia la línea de guerreros vestidos con los colores del polvo y los excrementos.
Los terrícolas fueros destrozados, incapaces de creer que un único atacante estuviera ocupándose de ellos. Sus armas ondearon de Khonsu a los guerreros enmascarados materializándose detrás de él, esperando un ataque mayor.