Lejos quedan ya instantes próximos a la epopeya más obsoleta de dos almas en espíritu errante clamándole a la eternidad segundas oportunidades. Cuando cae la noche visitas divagantes nos acompañan entre males venéreos y huesos descoyuntados; entre dudas razonables y miedos cervales a la superstición...
El acertijo más complejo, las mejores tramas televisivas o algún personaje divergente, todo esto pueda ser susceptible de hacer volar al que en absoluto ha volado. Guarda silencio en presencia irrisoria, cariacontecida por la salida de la luna. Desde que llegaste, tú, desacertada melancolía, heme erguido aquí menoscabando arrojos. Tal vez mañana algunos distinguidos podáis esnifaros otro amanecer en cambio yo sólo puedo prometer que haré callar al silencio…
El Ave Fénix grazna exabruptos de vestigios arcaicos e infumables. Ahora ave celestial y más tarde arpía desnutrida. No temáis represalias del repatriado ni ironías del paria pues ambos pescan en aguas de fronteras religadas.
Grita fuerte y patalea con vehemencia si así te sientes placentero. Hazlo pero no aguardes cambios drásticos porque este cubil de barrotes oxidados y aguas fecales es una mazmorra que aguarda impaciente tu pernocta. Olores penetrantes, salitre en el hierro, humedad pegajosa y enfermedades de otros tiempos. Por fortuna las ratas no te fallarán, siendo las susodichas cuanto necesitas para abrigarte consternado. Tus actitudes vienen de la mano de aullidos nocturnos; te han vuelto loco de atar (te lo digo yo que sé de qué hablo) y en consecuencia sin posibilidad de comunión con el resto del género humano. Únicamente te acogerán en submundos bizarros donde lo que parece evidente no lo es y aquello que no lo es tanto sí puede serlo...
Cuanto más elevo mis pretensiones, cauterizando heridas propias y ajenas, más entreveo horizontes bebidos a gollete, matizados en rojo. Son sombríos y alargados sin más atractivo que su lejanía. Búscame sin alegrías, ámame sin amor, métete en mi vida sin calzador…
En el sarcófago de uno mismo caben muchos faraones. Un Atón conciliador capaz de los mayores logros o incapaz de tomar piedra arenisca en pro de agrandar su estúpida pirámide. Cada vez más alta, más ego, más pretenciosa, más insegura, tambaleándose ante la furia de los elementos.
Atón la divinidad del río Nilo; el de carros tirados por caballos blancos, el misógino del Éufrates, el de la tumba desconocida, el egipcio demótico y conductor a mundos ensalzados. Conmuta odio por rencor, boga por las orillas de juncos alardeando de poder hasta que éste lo subyuga, quedando solo y desnudo tal cual ha venido a este mundo.
Embaucadores de promesas incumplidas; casamenteras a la fuga, silabeos para diñarla luciendo chaqueta con forro de franela... ¿Conque ésas tenemos? Ciegos para no ver lo que aún así vemos, acrósticos desaprovechados, madera taraceada... ¡Qué larga la eternidad es! E incipientes lágrimas brotaron de los ojos del inmortal…
Repartiremos sentidos mensajes en octavillas, dejando que repiquen las campanas para hacerlo saber. Cataplasma embargando emociones dulces antes de alimentar las agrias. Termina el anacoreta su disfunción sensorial vislumbrando, como si de una aparición Mariana se tratase, el hecho de que siempre llueve de arriba hacia abajo y no al revés. Entonces sus recias convicciones se torcerán como sucede con la voluntad de las personas. Rechina los dientes, ilumínate de lapislázuli, nada mudará de aires…
Vía libre para ejecutar falsos profetas sin embargo ha ser cuando la profundidad del abismo presione hasta implosionar. Grácil amaneramiento en coto de trazas, éste y aquél sean cambiados a fuerza de varazos, asestados en la tardía.
Hidalgo sin hidalguía, caballero sin caballo y rey sin reinado. El último en pie decía no ser como aquéllos. Infames para con sus iguales, pérfidos malandrines al timón de un buque ácrata varado en tierra.
Llegó la hora de soltar el espíritu febril del paladín; de compensar injurias por hipocresía y evangelios por quimeras. Parabién, palabra que no hiere; avanza pasos más allá dejando tras de ti fábulas expiatorias y culpas no propias mas tampoco completamente ajenas. Parpadeos involuntarios, río de Heráclito, La Divina Comedia de Dante Alighieri, gorjeos insurrectos o final forzado para quién asegura desconocer dignidad en eso de entregarse a los demás.
Antisociable insensatez confabulada ora sobre dones ora sobre arras de plata. Acá recibir es peyorativo y dar... mera burla. Deshollinador de blanca funda y negra chimenea, bohemia de cristales sumergidos en limo revuelto... No eres especial; nunca lo has sido; no eres nada salvo polvo cósmico. ¿Promesas de cambio? ¿Rebujos de aire? Bien harías en distanciarte de pasajes trémulos cuando cada letra atrapada en la telaraña asoma de puntillas al oscurantismo. Si es menesteroso transita por encima de cristales rotos y nenúfares en flor que sanarán tus pies sangrantes.
Rehúye de maldad disfrazada de bondad. Ignorantes sentimientos amortajados en lino y variopintos aceites. Nada se hace pues todo se cimienta. Subterfugios colmados de antipatía con jinetes apocalípticos encabezando el galope; tan horripilantes que incluso sus monturas los temen. Rapsodia profundamente arraigada en momentos aletargados bajo auspicio de divinidades caídas en fatalidad.
Nocivos vapores del volcán e insondable final el de aquel vademécum nunca abierto que atesora polvo en la rinconera. Medusa obtusa de ojos vidriosos y cabellos aculebrados, ella y sólo ella capaz de envolverte en abrazos pétreos.
No seamos el cuento de don Nadie que murió con botella en la mano y otra en la boca. Esperpento es justo epitafio repiqueteando solfeo de beodos. Estéril hondar entre ajados recuerdos pues centenaria se destapan culpa y perdición… ¡púrgate con aceite de ricino! Rodeados de roña, inmundicia y traicioneros golpecitos en la espalda. ¿Ves llorar al verdugo? ¿Y sonreír al decapitado? Uno vive atormentado, con su rostro descarnado por los gastados vértices del hacha mientras que el ejecutado, separada su cabeza del cuerpo, deja una amplia sonrisa…