Réquiem: Melodía para un amor inconcluso

II.- Mascarada

 

Tantos recuerdos vienen a mi mente cuando pienso en ti, me siento como una pequeña gaviota volando sobre tu inmenso mar, nunca podré terminar de conocerte, pero mis alas no se cansarán de volar. Imagino que recorro tu cuerpo tratando de encontrar algún atisbo de tu existencia mortal, pero me detengo súbitamente porque ¿Qué sería del mar sin sus secretos?, prefiero dejarte con ellos y que oculten tu desnudez. Así cada día seré un explorador jugando a descubrirte y tú me permitirás ver solamente una parte de tu ser...

 

¿Fiesta de disfraces?

¡Claro que me gustan! ¿A quién no le gustan las fiestas? También quería ver a mis amigos.

Mi celular estaba lleno de notificaciones animándome a asistir, pero me sentía agotado. Tenía unas ojeras enormes, ya que la noche anterior no había dormido terminando de componer el arreglo de una canción, por lo que no me seducía demasiado la idea de trasnochar nuevamente, aunque se tratara de una fecha especial.

Porque de verdad me gustaba Halloween.

En el pasado, a menudo asistí a varias de las fiestas que organizaban en la facultad, y también fuera de ella. Después de todo, cuando eres joven todo lo que suene a beber y celebrar es un buen panorama, aunque eso signifique que a penas puedas levantarte al día siguiente. Supongo que la resaca y el trasnoche también son parte de todo ese encanto.

Y qué puedo decir, yo era un gozador, un hedonista, simplemente amaba la bohemia. Incluso en varias de esas fiestas conocí a mis grandes amigos e hice realmente buenos contactos que me ayudaron en el futuro a crecer como músico.

No estoy muy seguro si fue por la insistencia, o quizá parte de mí lo anhelaba, pero a último minuto acepté, aunque con la condición de que ‘estaría poco tiempo’. Sé que me engañaba a mí mismo con esa absurda frase, sin embargo, por alguna razón me hacía sentir mejor, o quizá, un poco menos culpable de estropear mis horas de sueño.

A pesar de que lo había decidido, aún tenía el problema del disfraz y sólo dos horas para resolverlo, sería difícil conseguir algo con el tiempo en contra. Por suerte, Carlos, uno de mis mejores amigos, se ofreció a ayudarme. Sólo tuve esperar a que él llegara, ya que según sus palabras «Tenía todo resuelto».

Recuerdo que cuando escuché el timbre, abrí con gran expectación por saber qué usaría esa noche, pero mi cara se desfiguró completamente cuando lo vi «¡Qué mierda pretendía!».

—¡Ni se te ocurra! —exclamé conmocionado al ver el disfraz que llevaba—. Ni aunque estuviera muerto me pondría lo que sea que traigas en ese bolso —agregué, aún en shock.

Carlos dio una gran carcajada.

—Tranquilo amigo ¿Te gusta el fantasma de la ópera? —preguntó con una gran sonrisa.

—…

Y así, de traje, capa y sombrero... ah, casi olvidaba la máscara, salí de mi casa acompañado nada más y nada menos que de la Sirenita. Gracias a Dios que íbamos en auto y era de noche, debo reconocer que me se sentía un poco avergonzado, de no ser por la máscara se habría notado fácilmente el rubor de mi rostro.

Cuando llegamos a la fiesta, Julián y Cristián nos esperaban en una de las mesas. Julián traía un disfraz de pirata y Cristian... bueno, tú ya lo conoces, el venía de C3PO, sabes de sobra la obsesión que tiene por Star Wars. En todo caso no se veía tan mal como podría oírse, sobre todo considerando que tenía un evidente sobrepeso, después de un rato te acostumbrabas.

Fui a saludar al anfitrión como es la costumbre, para luego poder relajarme con algunas copas. Era sorprendente la cantidad de gente que había, la gran mayoría artistas de diferentes ámbitos del espectáculo. Después de todo, no es un secreto que muchos proyectos se gestan en este tipo de celebraciones, lo que me obligó a detenerme en varias mesas para saludar antes de poder llegar finalmente a la mía. 

Pedimos algunos tragos mientras conversábamos amistosamente. Como siempre, Carlos comenzó a contar sus chistes y hacer unas mímicas realmente graciosas, logrando que todos nos doblábamos de la risa. No recuerdo qué fue lo que bebí exactamente, pero sí que me empecé a sentir acalorado, por lo que decidí salir a tomar un poco de aire fresco a uno de los balcones de esa enorme casona estilo francés.

Afuera se sentía gran paz, en contraste con todo el ajetreo del interior. Apoyé mis brazos en la baranda y contemplé la belleza de la noche, corría una suave brisa, así que aproveché de quitarme la máscara y el sombrero para refrescarme.

Había escuchado en las noticias que esa noche el tamaño de la luna sería mayor al habitual, así que miré al cielo con la esperanza de poder verla, pero desde mi ubicación era imposible «¡Qué lástima!», pensé. Sin embargo, las estrellas fueron suficiente espectáculo para mí.

La música se oía suavemente a la distancia, hasta pude identificar un par de canciones que me agradaban bastante y hace años no escuchaba. Creo que fue una velada nostálgica, por unos momentos me sentí transportado a otra época, una época feliz, donde ingenuamente pensaba que la felicidad sería eterna… Me quedé por unos minutos soñando despierto mientras observaba el arreglo de luces del jardín, realmente le daba una atmósfera bastante acogedora al lugar, además de decorar muy bien mis propios pensamientos.




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