Réquiem: Melodía para un amor inconcluso

VII.- Un Recuerdo con Sabor a Naranja

Entonces esa es la verdad, me ahogué en el mar.

Recuerdo haberme sumergido después de que dejé a Ema en esa roca. Fue como cuando era pequeño, las olas caían sobre mi cuerpo, pero estaba tan exhausto que no tenía fuerzas para nadar ni permanecer en la superficie. Fui arrastrado por la corriente hasta el punto de no poder respirar, todo lo que entraba a mi boca era agua salada y no tuve más opción que beberla.

De pronto, el sonido desapareció inexplicablemente. Comencé a sentir una sensación apacible y cálida, como si algo me abrazara. En ese momento vi la luz que giraba, y todos los recuerdos que tenía desde mi nacimiento comenzaron a destellar en mi mente en tan sólo instantes. Sin embargo, no sentía ningún miedo, a pesar de que sabía que iba a morir.

Fui envuelto en el alivio de esos brazos que me acogieron y resguardaron. Eran tan cálidos que no quería separarme de ellos, eran los tuyos Sofi ¿No es así?, tú impediste que fuera a la luz, me abrazaste y me diste ese calor.

—Es verdad Max —afirmó—. te sostuve para que no cayeras, aún no era tu hora de morir. Sin embargo, no podía hacerte regresar y sólo pude dejarte aquí.

—¿Qué pasó con mi cuerpo?

—Está en el fondo del mar.

—¡Qué! Entonces ¡Es imposible que pueda regresar! —exclamó preocupado.

—¡Me lo prometiste!

—Aunque lo hiciera moriría, no puedo respirar bajo el agua.

—Si nadas con todo tu corazón podrás hacerlo, si en verdad quieres vivir lo lograrás. Sostendré tu mano y nadaremos juntos a la superficie, nunca te soltaré, lo prometo, pero debes desearlo con toda tu alma.

—No podré hacerlo... —dudó.

—¡Para el amor nada es imposible! Ya deberías saberlo ¿Acaso no dijiste que amabas a Ema?

El músico se sintió avergonzado, sabía que Sofi había presenciado sus recuerdos.

—Max, no lo digo para que te atormentes… lo hago porque deseo sacarte de aquí, pero si no existe la suficiente convicción de tu parte, morirás sin haber llegado a la superficie y todos mis esfuerzos habrán sido en vano.

—Sofi, tengo miedo —reconoció—. Tengo miedo de volver a sentir esa horrible sensación de ahogarme, de no poder respirar. Lo que me pides es casi como volver a sufrir todo lo que pasé para llegar hasta aquí.

 

—Si existiera una forma menos dolorosa, créeme que no te lo pediría, pero al parecer la única manera para convencerte, es que sepas lo que pasó después de que te ahogaste en el mar —y diciendo esto colocó una de sus manos sobre la frente del músico—. Cierra tus ojos y contempla lo que te fue prohibido por la muerte.

Max sintió como si una corriente eléctrica hubiese recorrido todo su cuerpo en sólo un segundo. Como en una película, las imágenes comenzaron a dibujarse en su mente.

—Es Ema, se ve muy triste, está gritando algo que no comprendo. ¡No! ¡Grita mi nombre! Está llamándome, su cabeza sangra… Está herida ¡Qué alguien la ayude!

 

***

 

Ema lloraba desconsoladamente sobre la roca que se convirtió en su refugio y salvación. La impotencia que sentía al ver perderse en las aguas al hombre que amaba la hacía desfallecer. Los músculos de su pecho se contraían ante la angustia de la pérdida, se sentía responsable del destino de Max, del destino de aquel amor que había dado su vida por salvarla.

«Si tan sólo no lo hubiese seguido. Si tan sólo hubiese sido un poco más fuerte», se repetía torturándose. Maldijo mil veces su debilidad y la impotencia de no poder hacer nada. Por segundos pensó en arrojarse al mar y morir junto a él, en ese inmenso mar que sería su eterna morada. Era lo único que podía hacer, sus fuerzas no le permitirían nada más «¿Por qué me salvaste? ¡Por qué!».

En ese momento se escuchó el sonido de un helicóptero acercándose.

Sintió una potente luz blanca caer sobre ella, entonces escuchó la voz de uno de los rescatistas que hablaba a través de un megáfono.

—En unos segundos te sacaremos.

—¡No, salven a Max! él cayó al agua ¡Ayúdenlo! —gritaba.

—No podemos oírte, tranquila ya estaremos contigo.

—¡Ayuden a Max! —Insistía Ema.

Pero el sonido de la lluvia y las olas hacían imposible que comprendieran lo que intentaba decir. Entonces, sin poder evitarlo, un sueño incontrolable se fue apoderando de su conciencia, sus párpados se cerraron y su cuerpo dejó de responder, lo que finalmente hizo que se desvaneciera perdiendo el conocimiento.

Debido a sus lesiones, fue trasladada rápidamente a un hospital local para evaluar su estado y tratar la herida de su cabeza.

Sus amigos más cercanos del Ballet Nacional iban llegando uno a uno congregados por la inesperada noticia del accidente. Esperaban impacientes informes que pudieran entregar los médicos acerca de la salud de la bailarina.

—No entiendo ¿Qué estaba haciendo Ema en ese lugar?

—Por lo que pude averiguar, estaba tratando de salvar a un pescador y luego cayó al mar, no sé bien cómo sucedió, sólo que la encontraron en una roca —respondió Guillermo, uno de los coreógrafos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.