Réquiem: Melodía para un amor inconcluso

VIII.- Nuestra Última Canción

Felipe miraba a la bailarina en la cama del hospital. No podía menos que conmoverse al escucharla hablar de Max, del hombre que tan sólo horas atrás entregó la vida por ella.

—¿Y qué pasó, lo buscaste, pudiste disculparte? —preguntó curioso.

—Después de ese episodio, debió pasar tal vez una semana antes de que volviera a verlo. Aunque ya había confirmado mi participación en los conciertos, no habíamos tenido la oportunidad de reunirnos y conversar.  Por lo que la inquietud seguía en mi cabeza, quería preguntarle por qué fue amable conmigo ese día, por qué no me dijo nada por la forma en que me comporté.

De alguna forma necesitaba entenderlo, saber qué pensaba.

Casualmente, el destino quiso que nos encontráramos nuevamente en la facultad de Danza y Música... Recuerdo muy bien ese día, ya que era tarde y yo acababa de tomar el ascensor. Tú sabes bien cómo me pongo en ellos, pero no tenía opción, estaban haciendo unos arreglos y la única forma de bajar era esa. Cuando lo vi acercarse me puse nerviosa, jamás pensé que podría topármelo ahí. Apreté rápidamente el botón con la esperanza de alcanzar a cerrar las puertas antes que me viera, pero justo colocó una de sus manos.

No quería hablar con él en ese lugar. No estaba segura de poder controlarme, quería evitar esa vergüenza. Pero como si fuese la peor broma de la vida, mientras bajábamos, el ascensor se descompuso y quedamos encerrados.

¿Puedes imaginarte mi reacción? Ahora multiplícala por diez…

Pero Max nuevamente me sorprendió y se comportó amable, siendo que en mi desesperación tal vez fui muy grosera, estaba frustrada y asustada. A pesar de todo, intentó calmarme y ayudarme, incluso tocó la flauta para mí, pese a que no sabía hacerlo —Ema sonrió con nostalgia—. Sin embargo, esa vez tampoco fui capaz de disculparme.

Y así, nos vimos muchas veces, hasta que sin darnos cuenta nos empezamos a hacer amigos. En la gira pude conocerlo un poco más, ya que debíamos pasar bastante tiempo ensayando y compartiendo escenario. Y al igual que las veces anteriores, siempre trató de que me sintiera cómoda y feliz. Es una persona tan especial, que cuando lo conoces es imposible no quererlo, creo que fue inevitable que me enamorara de él.

—Son unos recuerdos muy lindos Ema. Cada vez que sientas tristeza, piensa en todos esos momentos que pasaron juntos.

—Pero nunca pude decirle que lo lamento.

—No te preocupes, estoy seguro de que lo sabe.

Felipe sentía que su corazón se apretaba cada vez más con aquellas palabras. Escuchar a Ema hablar de Max resultaba muy doloroso, porque sabía que él jamás tendría una nueva oportunidad, sabía que aunque ese músico estuviera muerto, el corazón de la bailarina ya tenía un dueño. Ahora, él solamente podía estar a su lado y apoyarla como amigo, ayudarla a superar su dolor.

Sentía un respeto especial por aquel hombre que no dudo en dar la vida por quien amaba y que fue capaz de devolver la sonrisa al rostro de Ema, por ese hombre que logró lo que a él tanto le había costado, hacerla feliz.

Sintió celos.

De pronto golpearon la puerta, era Julián. Lucía afectado y nervioso.

—Disculpen por interrumpir, imagino que no quieres ver a nadie, pero necesito hablar contigo —solicitó con sus ojos llorosos mirando a la bailarina—. No te quitaré mucho tiempo.

—Será mejor que los deje para conversar —dijo Felipe poniéndose de pie—. Estaré esperando afuera —agregó tomando su chaqueta para luego cerrar la puerta.

Julián se acercó a la ventana de la habitación evitando el rostro de Ema, entonces comenzó a hablar.

—Cuando me enteré de lo que había pasado, mi primera reacción fue de incredulidad, no es la primera vez que inventaban algo así de Max, pero de igual forma llamé a su celular para cerciorarme de que estuviera bien, sin embargo, nadie respondió. Estuve llamando largo rato hasta que finalmente decidí venir, quién podría quedarse tranquilo con ese tipo de inquietud. Cuando logré llegar y vi todos esos rescatistas en la playa corrí a su casa, las luces estaban encendidas y el ventanal abierto a pesar de la fuerte lluvia que caía, pero no había nadie en su interior. Entonces, cuando me dijeron que estabas aquí, supe inmediatamente que la persona desaparecida no podía ser otro que Max y que los rumores eran ciertos. Al principio no podía creerlo, incluso ahora siento que todo esto no es más que una pesadilla.

Realmente necesitaba hablar contigo, pero estabas inconsciente y no tenía quien aclarara esta duda que me estaba matando, no podía irme sin tener respuestas.

Sé que sientes un gran dolor, y quizá no es el momento para decirlo. Por favor perdona mi impertinencia, me avergüenza mucho hablar de esto y si no te sientes cómoda con mis palabras, sólo dímelo y me iré… Seré honesto, sabía que Max te había invitado, él mismo me lo dijo un par de días atrás, también me confesó que estaba muy enamorado de ti y que pensaba declararse. Hemos sido amigos desde la infancia, era como un hermano para mí, lo vi reír y también llorar, pasamos muchas cosas juntos, por eso no podía irme sin hacerte esta pregunta ¿Aceptaste a Max? ¡Por favor dímelo! Sé que no es de mi incumbencia —Julián desvió la mirada apenado—. Pero, por favor, necesito saberlo.

—Sí —afirmó—. Yo también lo amaba y se lo dije.




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