Réquiem: Melodía para un amor inconcluso

IX.- Te Amo

Como si hubiese sido un sueño despertó bajo el mar.

Confundido y asustado, giró su cabeza con rapidez tratando de orientarse, pero todo estaba tan oscuro que era incapaz de ver nada. Solamente guiado por su intuición, comenzó a nadar con todas las fuerzas que le quedaban en dirección a lo que creía era la superficie. En este viaje tormentoso y lleno de angustia, su único guía sería el deseo de vivir.

Intentó concentrarse en su objetivo y acallar los miedos de su mente, pero era muy difícil y frustrante cuando el camino parecía no tener fin. Aun así, no se detuvo y siguió moviendo sus brazos y piernas extenuadas.

¡Debía vivir!

Los segundos se hacían interminables minutos bajo las aguas, ya no podía contener la respiración, necesita inhalar, su cuerpo lo exigía. Entonces, como un acto reflejo, el agua entró por su boca y nariz sin poder hacer nada, por instantes, sintió que perdía el conocimiento. No obstante, su convicción y deseo de volver fueron más fuertes, e hicieron que lograra reaccionar antes de dormirse totalmente. Cada vez parecía más imposible lograr la hazaña, pero continuó intentándolo, siguió nadando en aquel abismo negro que insistía en no dejarlo ir.

No podía detenerse, sabía muy bien que eso significaba la muerte.

La impotencia y la tensión lo hicieron llorar «No puedo, de verdad lo intenté» pensó rendido por la fatiga, cuando de pronto, sintió que algo sujetó su mano y comenzó a jalarlo hacía arriba, una extraña luz pareció posarse sobre él, levantó la mirada, pero sólo alcanzó a vislumbrar una silueta «un ángel», pensó. «No, es una mariposa... Sofi» balbuceó torpemente en sus pensamientos en un estado de semi inconsciencia.

Entonces, escuchó una voz familiar llamándolo a lo lejos.

—¡Max!

«¿Acaso esa era la voz de Ema?»

—¡Max!

Sí, era ella. Como si le hubiesen inyectado una dosis de energía, nadó con desesperación hasta por fin salir a la superficie. Exhausto, inhaló todo el aire que podía caber en sus pulmones y comenzó a reír y a llorar a la vez, eufórico por haberlo logrado.

Ver la luna le dio nuevos ánimos.

Miró a su alrededor buscando las rocas y pudo reconocer a Ema en una de ellas, se encontraba de rodillas abatida. Levantó su mano con rapidez para que pudiera verlo, pero esta no se percataba de su presencia, la oscuridad y el oleaje lo ocultaban en el mar.  Nadó en dirección a la bailarina con dificultad a través de las olas, pero esta vez convencido que nada lo detendría, nada le impediría llegar hasta ella; si ni siquiera la muerte pudo hacerlo, mucho menos estas olas acabarían con su sueño.

—¡Ema! —gritó el músico a medida que se acercaba.

Confundida, la bailarina miró el mar, insegura de lo que acababa de escuchar. ¿Realmente esa había sido la voz de Max o era su imaginación traicionándola ante la frustración?

Recorrió con la vista cada uno de los espacios para asegurarse. Rogó en sus pensamientos que fuese realidad, necesitaba aferrarse a ese anhelo, hasta que lo vio.

—¡¿Max?! ¡Max! —exclamó con desesperación y alegría.

—¡Estoy bien! ¡Mírame, estoy vivo!

—¡Ya te vi! te vi —gritó emocionada—. Apresúrate, por favor no dejes de nadar.

Las olas golpeaban con fuerza sumergiendo el cuerpo del músico, quien pese a todo lograba nuevamente salir a la superficie. La euforia y la adrenalina sin duda lo ayudaron.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Ema sostuvo una de sus manos ayudándolo a subir y con cuidado se ubicaron en una de las rocas más planas.

Ya a salvo, abrazó al músico con fuerza y comenzó a llorar desconsoladamente. Max respondió a ese abrazo y sintió como su corazón se apretaba al verla.

—Tonto, casi muero, pensé que te había perdido, te llamaba como loca, estaba desesperada, no podía verte. Fue horrible, pensé… pensé lo peor.

—Tranquila, ya estoy bien —susurró recuperando el aliento—.  No te librarás tan fácilmente de mí, menos después de esa declaración.

Ema sonrió entre lágrimas.

—¡Sí, sí, claro que sí! No te volveré a soltar.

Permanecieron abrazados sobre esa roca con fuerza, como si no quisieran separase nunca más y lloraron por la felicidad de estar juntos nuevamente.

—¡Tenía tanto miedo de perderte! Max te amo demasiado, prométeme que nunca me dejarás.

—¡Nunca te dejaré, lo prometo! créeme que volvería de la muerte para estar a tu lado —sonrió—. Pero ¡Mira nada más la cara que tienes! —agregó con burla quitando unos cabellos del rostro de la bailarina—. Nadie te reconocería ¡Te ves terrible!

—¡Tú también!

Ambos rieron.

—Sólo quiero descansar y dormir. No imaginas el dolor y angustia que tenía —dijo la bailarina.

—Lo sé, pero ahora estamos juntos y a salvo, no pensemos en lo que pudo ser.

—¿Cómo saldremos de aquí Max? —preguntó preocupada.

—Tranquila, pronto vendrá el helicóptero.




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