Réquiem Por Los Caídos

CAPÍTULO XV

⫘⫘⫘⫘𓆩♱𓆪⫘⫘⫘⫘

ESTO Y LO OTRO

⫘⫘⫘⫘𓆩♱𓆪⫘⫘⫘⫘

El coche avanzaba en silencio por la autopista, devorando kilómetros como si fueran nada. Rylan conducía relajado, con un brazo apoyado en la ventanilla y la otra mano en el volante. Cada tanto tarareaba algo de la radio, tranquilo, como si todo estuviera en orden.

Yo miraba hacia afuera, pero el paisaje era un borrón. No estaba pensando en lo que habíamos dejado atrás ni en lo que había hecho. No me arrepentía. Esa persona merecía estar muerta y yo había hecho lo que tenía que hacer. Punto. No había lugar para remordimientos.

Lo que sí me revolvía era Lucien. Él iba a estar ahí cuando volviera. Viéndome con esa mirada de cariño, de alguien que piensa que eres buena o especial. Y por mucho que me repitiera que solo éramos amigos, que lo que había entre nosotros nunca pasó de un terreno ambiguo, sabía que no era verdad. Porque lo que hacíamos, la forma en que nos buscábamos, no tenía nada de amistad. Y lo que hice con Rylan... después de haber estado así con Lucien, no se podía justificar.

Me mordí el labio. No quería ponerle nombre, pero tampoco podía fingir que no me importaba.

—¿Tienes hambre? —preguntó de pronto.

Su voz me sacó de golpe de mis pensamientos.

—No —contesté demasiado rápido.

Me miró un instante, como calibrando mi respuesta, y después volvió a la carretera.

—Igual vamos a parar. Necesito un café.

Paramos en una cafetería de carretera. Él pidió un café solo y un par de tostadas; yo pedí un muffin y un batido que sabía que no iba a comer. Nos sentamos frente a frente, el murmullo de los coches pasando afuera y el olor a café llenando el aire.

Rylan bebía con calma. Yo solo jugueteaba con el muffin, sin tocarlo.

—¿Qué pasa? —preguntó, señalando mi plato intacto.

—No tengo hambre, te lo dije.

—Me da igual. Come.

—Genial. —Bajé la mirada.

Él sonrió apenas, como si nada fuera extraño. Como si no recordara cómo me había tenido la noche anterior, como si no hubiera pasado nada entre nosotros. Yo lo observaba en silencio, esperando un gesto, una palabra, algo que pusiera orden en todo eso. Pero no. Solo seguía siendo Rylan.

De vuelta en el coche, él se acomodó en el asiento del conductor, reclinando un poco el respaldo. Tenía esa manera de ocupar el espacio como si siempre supiera dónde estaba y qué hacer. Yo, en cambio, me sentía tensa, incómoda dentro de mi propia piel.

—Cuando lleguemos —dijo de pronto—. ¿prefieres que hable yo con Dixon?

Parpadeé.

—¿Eh?

—Puedo contarle yo lo que ha pasado. Entiendo que aún no te encuentres bien.

Tragué saliva.

—No. Puedo hacerlo. No es para tanto.

Sí lo era. Pero no iba a admitirlo. No era la primera vez que le mentía a Dixon. No sería la última.

Rylan guardó silencio unos segundos. Sentí cómo me miraba de reojo, pero no insistió.

—Rue... —dijo finalmente.

—¿Qué?

—Nada. —Sacudió la cabeza y volvió la vista al frente, concentrado en la autopista.

Al cruzar la puerta del bar, el ruido me golpeó más fuerte de lo habitual. Voces, vasos chocando, música que vibraba en las paredes. O quizá era yo, con la cabeza demasiado cargada. Aun así, todo se sentía más denso, Todo se veía diferente aunque ya lo conociera de memoria.

Dixon nos vio de inmediato desde la barra. Ni siquiera nos saludó. Apenas un gesto rápido con la mano y un movimiento de cabeza hacia el fondo. Directo a su oficina.

Dentro, la diferencia fue brutal: silencio, apenas el zumbido lejano de la música amortiguada. Dixon estaba tras el escritorio, revisando algo en su móvil. Levantó la vista.

—¿Qué ha pasado? —preguntó sin adornos.

Rylan se acomodó frente a él como si se tratara de una reunión cualquiera, con esa calma impenetrable que parecía ensayar cada vez que abría la boca.

—Rescatamos a dos de los nefilims —respondió.

Durante un segundo, juro que vi un atisbo de sonrisa en la cara de Dixon. Breve, contenido.

—Al menos es algo. ¿Dónde los tenían?

—En una casa aislada. Secuestrados por otros nefilims. Dijeron que iban a entregarlos a Uriel y a Sariel —explicó Rylan, con la voz medida, cada palabra puesta en su sitio.

Me quedé apoyada contra la pared, brazos cruzados, espalda recta. El cuerpo en modo defensivo aunque nadie me atacara. Fingiendo que nada me atravesaba, cuando en realidad todavía pensaba en lo que de verdad sucedió en esa casa.

—¿Hubo inconvenientes? —Dixon afinó la mirada.

Rylan bajó los ojos un instante, casi imperceptible.

—Nada que no se pudiera resolver.

Dixon giró la cabeza hacia mí.

—Estás demasiado callada. ¿No tienes nada que decir?

Me pilló de lleno. Durante un segundo, mi mente regresó a aquella acá, a las manos de ese hombre sobre mi, a su mano tirando de mi pelo y a su sangre en mis manos. Me obligué a pestañear y enderezar el gesto.

—No. Eso fue lo que pasó —contesté. Y hasta mis oídos captaron lo raro que sonó, como si hablara con una voz prestada.

Dixon me sostuvo la mirada un poco más de lo normal. No dijo nada, pero sabía que estaba midiendo algo. Al final asintió.

—Bien. Tenemos información, y dos nefilims se han salvado. —Sus labios se curvaron en esa media sonrisa que siempre me descolocaba—. Juntos son menos inútiles de lo que pensaba.

Rylan soltó una risa baja, corta.

Yo me limité a forzar una sonrisa de medio lado, sin mucha convicción.

—Ve a casa y descansa, Rue —añadió Dixon.

—Prefiero estar con Jael un rato —respondí.

—No está. La mandé con Leo a por otra información. —Dixon volvió al móvil, cerrando el asunto como si no hubiera espacio para más conversación.

Asentí en silencio y me giré hacia la puerta. Escuché los pasos de Rylan siguiéndome, firmes, seguros, como una sombra a la que no podía sacudirme.



#516 en Fantasía
#2494 en Novela romántica

En el texto hay: trianguloamoroso

Editado: 27.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.