Capítulo 22. Buscándote.
LUNA ROSE
Ese día hablo con Lyla como dos horas en la cafetería del hospital, ella escucha cada palabra que sale de mi boca con atención, horror y enojo, aunque las lágrimas pugnan por salir de mis ojos esta vez me las trago porque estoy harta de llorar por culpa de personas tan desagradables que no valen ni una sola de mis lágrimas, Víctor podrá ser mi padre de sangre pero ya no tiene ni un pequeño pedazo de mi amor; ese monstruo ha quedado desterrado de mi corazón para siempre, nada repondrá el daño que me causó... Jamás podré olvidar que la persona que se supone debió protegerme y amarme desde que nací fue capaz de venderme, secuestrarne, golpearme y abusar emocionalmente de mi durante meses. Por su culpa mi hija estuvo a punto de morir, por su culpa estuve a punto de suicidarme más de una vez, por su culpa perdí al hombre de mi vida y todo lo bueno que había conseguido.
Víctor Lorentz no es mi padre, nunca lo ha sido y nunca jamás lo será.
Al día siguiente me levanto con mis ánimos reforzados, me doy una ducha e ignoro el ardor que aún persiste en mi parte femenina, la herida aún no cicatriza del todo y la infección fue la causante de ello, ahora debo tomar puntualmente el medicamento que me recetaron para poder recuperarme bien. Un jean azul oscuro y una blusa de tirantes azul celeste son las prendas que elijo para enfrentar el día que me espera, unos simples zapatos blancos con florecillas adornan mis pies. Sé que probablemente hoy vea a Kai por primera vez en meses y no quiero espantarlo con mi aspecto tan demacrado, y es que mi cara hasta da miedo con unas grandes ojeras, mis mejillas regordetas han desaparecido y aunque el brillo de mis ojos va volviendo de a poco se ven fríos y decaídos.
Suelto un suspiro analizando mi aspecto a través del espejo, mi estómago sigue un poco hinchado por el embarazo, pero fuera de eso tanto mis piernas como mis brazos se ven muy delgados. En todos estos días fuera del sótano no me había detenido a pensar en lo deprimente que me veo, ahora entiendo por qué todo el mundo se me queda viendo como si no me reconociera. Hasta mi piel que antes era de un color un poco bronceado ahora se ve tan blanca como la pared del baño de Gina. Muerdo mis labios sin saber qué hacer para no verme tan mal, no quiero que él me vea así.
Gina entra al baño en ese momento y parece notar mi lucha mental porque coloca su mano sobre mi hombro y me da una sonrisa suave.
— No hay nada que el maquillaje no solucione.
Luego de eso me obliga a sentarme en una silla en su habitación para comenzar a maquillarme, al final solo la dejo usar un poco de base y corrector de ojeras porque odio con fuerza el maquillaje de ojos, simplemente no lo soporto, me lloran mucho los ojos cuando uso rímel. Seco mi cabello y lo dejo suelto luego de peinarlo bien.
Al finalizar me observo en el espejo una vez más y sonrío alegre con el resultado, sigo viéndome delgada y desanimada pero al menos mi rostro se mira... menos demacrado.
— Estás perfecta, ¡Ahora vamos a buscar a tu papi chulo!
Gina toma mi mano y me arrastra hacia la salida de su casa, al salir ambas nos adentramos a su carcacha y ella rebusca en algo en su teléfono móvil.
— Encontré la dirección del cuartel o no sé qué de los rescatistas de la ciudad, queda a unos veinte minutos en coche así que abróchate el cinturón, Lunita.
Obedezco a su orden y luego de estar seguras ella pone en marcha el auto, mis nervios aumentan mientras los minutos pasan y nos acercamos más y más a nuestro destino, me he quedado sin uñas por estarlas mordiendo ante la ansiedad que me causa saber que es posible que vaya a verlo en pocos minutos.
Mi corazón da un vuelco cuando veo a unos pocos metros un enorme edificio de dos plantas con un cartel gigante en el que mi mente sólo capta la palabra "Rescate".
— Es aquí.—susurro muerta de nervios.
La mano de Gina le da un apretón a la mía.
— Vamos Luna Rose, no te acobardes ahora que estamos tan cerca de tu príncipe azul. Piensa en tu niña, ella necesita que sus dos padres estén a su lado ahora mismo, además, él tiene que saber que todo lo que le dijiste fue una mentira, que tu padre te obligó a decir todo aquello.
Inhalo una bocanada de aire antes de asentir con la cabeza y abrir la puerta, mis pies se posan sobre el asfalto de la acera, Gina llega a mi lado en pocos segundos y entrelaza su brazo con el mío para después comenzar a caminar hacia la entrada del edificio. Mis ojos se abren con sorpresa al ver a tantos hombres y algunas mujeres pasearse por todo el lugar, Gina a mi lado se encuentra igual que yo pero con la boca abierta y casi babeando por cada hombre que pasa por nuestro lado.
— Mierda, yo también quiero un rescatista.—murmura con los ojos fijos en un hombre moreno bastante musculoso.
Ruedo los ojos y camino hacia lo que parece ser una recepción, el hombre detrás del mostrador clava su mirada en nosotras expectante.
Aclaro mi garganta intentando calmar el temblor de mis manos.
— Buenos días, estoy buscando a Kai Dawson.
Él asiente sin decir ni una sola palabra y comienza a teclear en el computador, me cruzo de brazos esperando una respuesta, mi amiga por otro lado se encuentra disfrutando del espectáculo que los hombres fortachones le dan cuando pasan frente a ella.
— Por Dios, Luna Rose, esto parece pasarela de súper modelos buenotes. ¡Quiero llevarme uno a casa!—chilla por lo bajo a la vez que jalonea mi muñeca como una niñita emocionada por dulces.
— Gina, calma tus hormonas por favor.
Ella se muerde el labio cuando un pelirrojo se detiene a su lado para firmar unos papeles.
— Creo que el rojo se ha convertido en mi color favorito.—comenta en voz alta ganándose una mirada divertida del hombre.
Suspiro regresando la mirada hacia el hombre del mostrador quien ya se encuentra mirándome impaciente.
Editado: 20.06.2022