"Las tormentas no son eternas, siempre tienen un final y cuando eso pasa... el sol siempre sale para iluminarlo todo de nuevo."
LUNA ROSE
Las hojas secas se quiebran bajo mis zapatos con cada paso que doy abriéndome camino entre las lápidas, el invierno acaba de terminar y las hojas verdes comienzan a nacer nuevamente sobre las secas ramas de los árboles. Llevo conmigo un enorme ramo de rosas blancas, hace mucho tiempo que no vengo a este lugar, supongo que se lo debo a la horrible sensación que siento en el pecho cada vez que leo su nombre en una lápida, es igual a lo que sentí cuando supe que realmente había muerto; es un ardor en el corazón que recorre mi cuerpo entero hasta detenerse en la boca de mi estómago y que estalla enviando dolor a todo mi ser.
No importa cuánto tiempo pase, el dolor se siente igual de intenso.
Mis pies se detienen enfrente de una lápida llena de flores, sonrío levemente al ver cuántas personas le querían y a pesar del tiempo siguen viniendo a dejarle flores. Y es que una persona solo muere si es olvidada, pues mientras siga presente en nuestros pensamientos y en nuestros corazones seguirá viva a través de ellos.
Debo hacerle un lugar a mis flores para dejarlas cerca de su nombre, aparto algunas hojas secas y me quedo de cuclillas apreciando una de sus fotos. Mis ojos pican y no puedo evitar acariciar su imagen con cariño.
— Ojalá las cosas hubiesen sido diferentes.—susurro sintiendo un nudo en mi pecho—. Lamento no haber podido impedir tu muerte, no sabes cómo desearía poder volver al pasado y hacer algo para mantenerte con vida. Pero agradezco el tiempo que te tuve conmigo, agradezco haber conocido a una persona tan asombrosa como tú, que me enseñó tantas cosas... Desearía que hubiésemos tenido más tiempo para ser felices, porque tú también merecías ser feliz...
— ¡Mamá!
Mis palabras son interrumpidas por una vocesita que me grita a lo lejos, me pongo de pie cuando la veo correr hacia mi con una enorme sonrisa mientras sostiene un ramo más pequeño. Cuando llega a mi me abraza con fuerza y yo me río por su hiperactividad acariciando su cabello claro, sus mejillas están más sonrojadas que de costumbre por la corrida que acaba de dar y una de sus coletas ya se ha desbaratado pero ella de igual forma sonríe.
Mi pequeña gotita de esperanza ha crecido tanto en estos años que me da miedo ver la velocidad con la que lo hace, ella es alegre, inquieta, dulce pero con carácter y demasiado inteligente para su edad, mi pequeña a sus cortos cinco años ya sabe hacer muchísimas cosas por si sola, lo que más disfruta hacer es bailar y cantar, tiene un carisma y un talento asombroso para hacer ambas cosas que no dudo que en el futuro sea una gran artista. Cada día que pasa agradezco poder verla crecer y disfrutar de la vida como su padre y yo siempre deseamos para ella.
Cada día que pasa Hope se parece más y más a Kai, son muy pocas las cosas que sacó de mi, mi pequeña Dawson es un réplica de su papi; posee sus ojos, su cabello, su sonrisa, su carácter, pero sobre todo Hope heredó su pasión y sus ganas de vivir y disfrutar de la vida al máximo. Lo mejor de todo es que ella está rodeada de personas que la aman incondicionalmente, cerca de ella no hay odio o maltrato alguno, Hope no conoce lo que es ser rechazada o repudiada por un padre y ese sin duda alguna ha sido mi mejor logro, porque ella jamás sufrirá lo que yo alguna vez sufrí a manos de mi propio padre.
Antes de Kai la sola idea de tener hijos y formar una familia jamás se cruzó por mi cabeza, antes de Kai ni siquiera podía ver un futuro parecido para mi. Solía creer que sería la típica chica solitaria y trabajadora que viviría una vida monótona cuando finalmente pudiera independizarse del monstruo de su padre, pensaba que mi única compañia cuando fuera mayor serían siete gatos y miles de series de fantasía que vería en los tiempos libres. Mi vida soñada era esa, esa era mi idea de paz.
Pero entonces lo conocí a él y mis planes dieron un brusco giro que dejó mi vida en un desorden que en lugar de ser un martirio fue lo mejor que pudo pasarme.
Me enamoré.
Me enamoré tan intensamente que mi mundo comenzo a girar al rededor de alguien más que no fuera yo misma. Antes de él había conocido, experimentado y disfrutado de otros amores, pero ninguno fue como el que sentí por ese rescatista que llegó a mi vida como si fuera un ángel caído del cielo.
Conocerlo fue como un golpe de realidad que me sacó de mi ensoñación en la que todo era una rutina sin salida, donde mi única preocupación era estudiar, trabajar y asegurarme de seguir con vida, y luego, volver a hacer todo de nuevo. Kai llegó a mi vida para quedarse, de alguna u otra manera, él llegó y se encargó de meterse bajo mi piel, me dió ánimos para levantarme y seguir viviendo, me ofreció su mano cada vez que caí, me sonrió con amabilidad y cariño cada vez que le contaba algun miedo o inseguridad, él me ofreció su amor y me dió una razón para vivir y luchar con uñas y dientes.
Él marcó mi vida para siempre.
— Mami, ¿puedo poner las flores?
La dulce voz de Hope me hace parpadear saliendo de mis pensamientos, una sonrisa amorosa se forma en mis labios y me agacho para estar a su altura.
— Puedes ponerlas en donde quieras cariño.—le respondo dejando un beso sobre el pequeño dorso de su manito.
La niña asiente entusiasmada y hace un pequeño hueco para poner su pequeño ramo de flores sobre la lápida.
— Gracias por todo, mamá y yo te amamos mucho, hasta el cielo y de regreso.—susurra una vez que deja las flores en su lugar y luego se voltea hacia mi—. ¿Podemos volver a visitarla pronto?
Asiento soltando una risita.
Liana Videlina Stanley Merren
Adorada esposa, madre y amiga.
1973 - 2010
Editado: 20.06.2022