Rescatando a los príncipes

Es real

Por los prados del gran jardín del palacio caminaban príncipes y princesas, Jax y Andrea iban hablando felizmente, contando cosas de ellos mismos para conocerse, Candy e Iris sonreían nerviosas ya que Luz estaba en medio de ambas, abrazandolas mientras caminaban, Arturo admiraba las bellas flores del prado y finalmente iban Samuel y Stephanie, el chico lucía incómodo y hacía lo posible para no ver a la chica.

Todo el tiempo creyó que el caballero era un él y no una ella, no sabía que hacer ahora.

¿Será qué todo ése tiempo se estuvo burlando de él a su espalda?

¿Será qué al igual que todos lo veía como el hermano incompetente?

¿Será qué lo veía con lástima?

¿Cómo se supone que debía hablarle ahora sí confió en ella pero estuvo fingiendo ser alguien que no es?

Mientras Samuel se sumergia en sus pensamientos, Stephanie estaba ajena a él ya que creía que necesitaba tiempo para procesar que la princesa montó a su fiel corcel y fue a rescatar al príncipe de las temibles garras del dragón.

Luz arrastró a Iris a los establos para mostrale su caballo, dejando solos a los pares de parejas.

Las tres hermanas intercambiaron miradas y asintieron.

Era momento de comprobar sí su padre les mintió o no.

Lo difícil era preguntarles ya que portar una maldición era un tema muy delicado.

Tenían que sacar a flote toda su enseñanza como princesas para tener tacto, debían ser suaves y delicadas con el tema.

-Así que... ¿ustedes tres están maldecidos?- preguntó Candy mientras se adelantaba, se daba media vuelta y caminaba de espalda.

Sus dos hermanas mayores la miraron con la boca semi abierta y el ceño fruncido.

¡Éso no fue para nada delicado!

-Sí... ¿así qué ya lo saben?- dijo Jax, algo incómodo por oír ésa pregunta.

Andrea al ver a su posible prometido sentirse incómodo, se asustó, imaginandose en un futuro, sola, soltera y con miles de gatos a su alrededor.

-¡Candy! ¿Conoces lo qué es la delicadeza?- preguntó la mayor de las hermanas, viendo a la menor de ellas que llevó sus manos detrás de su cabeza y sonrió de manera inocente.

-Que curioso, en la academia de princesas me solían preguntar lo mismo cada vez que me llevaban a detención.- dijo la chica y se puso pálida al ver las miradas fulminantes de sus hermanas que nunca supieron que su hermana fue a detención.

-Yo... sí no le dicen nada a papá, dejaré de levantarme en medio de la madrugada con Luz para dibujar en sus rostros.- exclamó la chica y sus hermanas sintieron tantas ganas de golpearla.

Ahora entendían por que las criadas cuando iban a despertarlas se aguantaban la risa y se apuraban para que limpien sus rostros.

¡Candy esta influenciado aún más mal a Luz cuando se supone que el deber de ellas era enseñarle a ser una dama decente!

-Caminar por éstos prados me recuerda a una historia.
¿A ustedes no, hermanos?- preguntó Arturo mientras acariciaba suavemente las bellas flores.

-Sí... la historia de los conejitos, veo que la recuerdas a pesar de que eras muy pequeño.- dijo Samuel, sonriendo de manera forzada mientras Stephanie levantaba una ceja al verlo así.

¿Qué sucedía?

-Ustedes quizás no la conozcan ya que es una historia de donde nosotros venimos.
Ésa historia no se la suele contar pero supongo que está ver es necesario.- dijo Jax tomando aire.

Las hermanas se miraron confundidas.

¿Por qué de pronto se pusieron tan serios por una historia que trata de conejitos?

-Verán, la historia empieza así; hace mucho tiempo, el rey de los conejos que solía ser solitario y temido, se enamoró de una bella coneja blanca, con un corazón puro, amable, dulce y llenó de amor que logró llamar la atención del rey.- empezó Jax mientras sonreía levemente.

-El rey de los conejos cayó tan perdidamente enamorado de ésa conejita que se volvió mucho mas generoso y luchó con todas sus fuerzas para ganar el corazón de la conejita, ignorando que el era un rey y ella una plebeya pobre pero humilde que una vez fue princesa en un reino que fue destruido.- dijo Arturo mientras su mirada reflejaba melancolía.

Las hermanas lo miraron con seriedad, muy atentas a ésa historia.

-Luego de años de lucha y perseverancia, el rey logró enamorar a su dulce conejita y se casaron, teniendo tres conejitos algo traviesos y una conejita que los hermanos amaron desde la primera vez que la vieron.
Ése es el final felíz de su historia.- contó Arturo con una sonrisa.

Las tres hermanas se miraron entre sí, no entendiendo el propósito de ésa pequeña historia.

-Pero aún luego del vivieron felices para siempre, la historia continúa.- prosiguió Jax, borrando su sonrisa- Un día el rey de los conejos tuvo que salir a comandar a su ejército para ayudar a un reino vecino que estaba siendo atacado, teniendo que dejar sola a su familia.

Las hermanas al oír éso, sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos.

Algo les decía que ésa historia se iba a tornar muy gris.

-Mamá conejo cuidaba a sus conejitos como siempre lo hacía, totalmente ajena al peligro que se avecinaba... ése peligro eran los lobos, despiadados, peligrosos y sin misericordia alguna ante mujeres o niños.- habló Samuel, reflejando dolor en su mirada.

Stephanie miró la mano del chico y vio como temblaba ligeramente.

-Los lobos, atacaron a mamá conejo quien dio todo de sí para intentar proteger a sus crías mientras le decía que huyan pero ellos no podían hacer nada, la imagen de ver a su madre siendo cruelmente devorada por lobos crueles era mucho para ellos.- dijo Arturo, tomando aire mientras cerraba sus ojos.

Las hermanas se miraron entre sí, en shock.

-O-oigan, n-no creó que deban seguir.- opinó Andrea, preocupada por ver como ésos príncipes que hace un par de horas lucharon tan valientemente contra bandidos, lucían traumados.

Preferían ya no oír ésa historia sí a ellos le afectaba tanto pero ellos querían que ellas lo oigan.



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En el texto hay: fantasia, principes, princesas

Editado: 14.05.2021

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