Rescatando a los príncipes

El día de la fiesta

El gran día de la fiesta había llegado, estando las princesas muy alegres por ése momento.

-¡¿Cómo que Candy todavía no se levanta?! ¡Estuvo todo el día durmiendo!- gritó Andrea, enojada.

Ése día todo tenía que salir a la perfección, sin ningún inconveniente ni contratiempo y ella como la mayor de las hermanas, se aseguraría de éso.

-Bueno... como Luz volvió se la pasaron jugando toda la noche y se pusieron a dormir en el día.- explicó Stephanie, con cara de fastidio ya que su hermana le obligó a usar un incómodo vestido elegante.

Con ésa cosa no se podía mover libremente.

Su plan era pasar toda la fiesta con su armadura de caballero pero tanto su padre como su hermana se negaron y confiscaron su armadura ya que iba a haber muchas personas importantes.

Ella creyó que sólo serían los príncipes, por éso accedió a ésa tonta fiesta.

-No puedo creer que ésa niña nos haga esto.
¡Pero me va a ver!- gritó la rubia, yendo rumbo a la habitación de su hermana mientras Stephanie daba un profundo suspiro y negaba.

Pobre Andrea, se le olvidó que cuando alguien intenta despertar a Candy, debe estar preparando para terminar con el ojo morado o con un diente menos.

La de cabello castaño dio un suspiro leve y sonrió levemente.

No dentro de mucho los príncipes llegarían y ella podría bailar con el príncipe Samuel.

Debía admitir que al inició sólo aceptó toda ésa locura por sus hermanas pero cuando conoció al príncipe, le pareció muy interesante y se divertía con él a pesar de que el siempre parecía verse de menos.

No sabía sí le gustaba todavía pero algo sí sabía y es que quería volverse mas cercana a él.

¿Será qué debe estar felíz por ir a la fiesta?

Es seguro.

-¡Ahhhhh!

-¡Lo siento!

Y el gritó de dolor de Andrea y las disculpas de Candy, se oyeron.
.

.
Mientras que en el reino Águila de Oro.

Los príncipes Jax, Arturo y la princesa Iris estaban de brazos cruzados, mirando a su hermano, amante de los libros que leía uno, muy nervioso.

El rey Ursulo iba llegando y al ver ésa escena, se acercó.

-¿Qué sucede?- preguntó el hombre con curiosidad.

No era normal que todos sus hijos vean con enojó a Samuel, el mas inofensivo de ellos sí omiten su mala suerte.

-Pasa que Samuel no quiere ir a la fiesta y quiere quedarse, dejando a la princesa Stephanie plantada.- dijo Iris, con ganas de quitarle el libro a su hermano y partirselo en la cabeza.

El rey al oír éso se sorprendió y fruncio el ceño.

-Claro que vendrás a la fiesta con nosotros, es una orden que te doy como padre y como rey.- exclamó el hombre con severidad.

Su hijo ya era un hombre así que debía dejar de huir de algo sólo por que le asusta o le da ansiedad.

-P-pero y sí la invitación no me incluía a...

-Sin peros, te lo ordenó.
Mucha gente de la realeza de otros reinos van a asistir y no quiero que piensen que crié a un hijo tan mal agradecido que no quiere ir a la fiesta de quien le salvó, sólo por no gustarle estar reunido con mucha gente.

Y al oír éso, Samuel se rindió, dándole toda la razón a su padre.

No le gustaban las fiestas por que se reunían muchas personas y su maldición podía hacer efecto cuando menos se lo esperan, pudiendo salir muchos lastimados.

-Sí, no sé por que te preocupas, yo soy el que tiene que usar una máscara toda la noche.- dijo Jax, acomodandose una máscara de opera en el rostro.

Por suerte la bella princesa Andrea ya sabía sobre su maldición y no se enojaria con él por usar una máscara y quién sabe sí a lo mejor, ése día no pierde su maldición y recibe el beso del verdadero amor.

-Sí... no usaras tal cosa.- dijo Ursulo, con seriedad, haciendo que la sonrisa de su hijo mayor desaparezca.

-¡¿Cómo?! ¡Pero mi maldición!- gritó el chico, señalando su rostro.

De por sí ya era atractivo y deseado por naturaleza y la maldición lo intenficaba.
Belleza divina.

-Ya va siendo hora de que busquen la forma de romperla o superarla.
La bruja Esmeralda es poderosa pero según el caballero negro, no es invencible y sus maldiciones tampoco.- explicó el rey, firme en sus palabras.

Sus hijos prácticamente estaban conociendo a sus prometidas así que ya no los detendría mas, era hora de que crezcan por ellos mismos, sin su ayuda.

-¡Entonces ellos también deben superarlas!- gritó el pelirrojo, señalando a sus hermanos.- Encerremos a Arturo en una habitación llena de arañas y a Samuel en una llena de espejos.- opinó, con una sonrisa malvada.

Regla de hermanos, sí uno cae, los demás también.

-¡Eres un monstruo!- gritó Arturo, sorprendido por la maldad de su hermano mayor.

Quizás Jax y Samuel tengan alguna manera de acabar con su maldición de manera natural, pero él no.

-Tu no pienses en tus hermanos, ahora sólo piensa en ti.- habló el padre de familia, con seriedad antes de seguir con su camino.

Quizás, consintió mucho a sus hijos.

Sabía que tenía que seguir el consejo de su hermano de lanzarlo a la jaula de los leones cada vez que se portaban mal, pero por ser blando, sólo los hacía entrenar sin detenerse hasta quedar inconciente.

-Genial, la princesa Andrea va a creer que soy un mujeriego y me va a odiar.- dijo Jax con enojó mientras se cruzaba de brazos.

Sus hermanos se miraron entre sí con confusión y luego a él.

-¿Qué no lo eres?- preguntó Arturo.

-¿Quieres pelear, hermanito?- preguntó el pelirrojo, apretando sus puños y sonriendo de manera malvada.

-La última vez ganaste pero ya no será así.- dijo Arturo, con seriedad.

No peleaban seriamente hace años y ahora que estaban en mayor igualdad de altura, tenían curiosidad por saber quien era mas fuerte.

-¡Ya compórtense que no son unos niños!- gritó Iris, haciendo que los dos se encojan, algo asustados.

Sólo le iban a hacer caso por que no querían verla preocupada, nada mas.
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En el texto hay: fantasia, principes, princesas

Editado: 14.05.2021

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