En el mismo momento en el que Stephanie y Samuel habían ido a otra parte, para estar un momento a solas, cierto príncipe vio como la princesa Candy se fue a escondidas, luego de asegurarse de que nadie la vio, pero él sí lo hizo y la seguiría.
¿A dónde se supone que se iba tan tardé, siendo casi media noche?
Los guardias del castillo no se dieron cuenta de que una princesa escapó por que un ejército de mujeres atrapó a Jax, quien era protegido a duras penas por su hermana Iris y la princesa Andrea, hasta que los guardias llegaron.
Últimamente, en varios reinos, los propios hijos de grandes reyes conspiraban contra ellos y francamente, no le sorprendía que Candy sea una traidora, después de todo, ni siquiera se comporta como una princesa.
Con cuidado de no ser visto por ella o no perderla de vista, la seguía a duras penas.
¿Cómo era capaz de moverse tan rápido con tacones y un largo vestido?
La chica saltó un pequeño río que llevaba a un pequeño bosque en el mismo reino y Arturo se detuvo.
¡¿Qué clase de entrenamiento espartano hizo ésa chica para tener tal estado físico?!
No queriendo rendirse, buscó con su mirada algo para saltar ése río que sí bien no era ancho, era suficiente para que una persona común no pudiese saltar.
Sintió algo a su lado y agachó la mirada para ver una vara de madera.
¿Éso estuvo ahí antes?
Restandole importancia a éso, agarró la vara, tomó algo de distancia y corrió, usando ésa vara como soporte para saltar mas lejos.
Lanzando la vara a un lado, fue corriendo al encuentro de la princesa.
Quizás sea peligroso ir tras una posible traidora, completamente desarmado y sin que nadie sepa de ellos, pero ya no había vuelta atrás.
Candy se alejó bastante y la perdió de vista pero aún así, seguía caminando por ése pequeño bosque, santuario o lo que sea.
Era su deber como buen príncipe, evitar cualquier conflicto en cualquier reino.
El chico se detuvo por unos segundos, quedando en shock al ver una torre antigua, completamente destruida, sólo teniendo un par de muros en pie, cubiertos por plantas.
Con cuidado, se agachó, agarró una rama que había en el suelo y se acercó.
Por suerte, la luz de la luna y las estrellas eran suficientes para alumbrar ése lugar, además, sus ojos se acostumbraron un poco a la oscuridad.
Con cuidado, se acercó por una de las tantas entradas de ése destruido lugar y vio luz, sorprendiendose un poco.
¿Entonces Candy sí era una traidora y se estaba reuniendo con ésas malas personas que realizarían la invasión?
¡Sabía que ésa chica era malvada en el fondo!
Con cuidado, se movió por el interior de ésas ruinas, dirigiéndose a la habitación donde alumbraba la luz y se detuvo en la entrada para ver a escondidas, a la princesa Candy que estaba parada delante de una espada oxidada, clavada en el suelo y con un casco agrietado encima, mientras dos velas alumbraban débilmente el lugar.
-¡Ey!... Hola tu... yo... pasó un largo tiempo desde que no venía, ¿verdad?- preguntó la chica, arrodillandose, quitando las enredaderas que cubrían a ésa vieja espada.
Arturo, fruncio el ceño al ver éso.
¿Qué se supone que estaba haciendo una princesa?
Ella no tenía por que estar de rodillas, ensuciando sus delicadas manos con ésa sucia y vieja espada.
-Me disculpo por no venir hace ya dos años pero sabes que mi padre es demasiado sobreprotector y cuando no está, Andrea no deja de seguirme y darme órdenes.- dijo la de cabello castaño, antes de sentarse en el suelo con una sonrisa en su rostro.
Arturo al ver éso casi le da un paro cardíaco.
¡¿Qué hacía una princesa sentándose en un lugar tan sucio?!
En ése momento, hasta que ella sea una traidora era mejor que ver éso.
-Yo... te pido perdón por que en aquel día, por actuar tan... impulsiva como siempre, tuviese que meterte en el medio, para protegerme de ésa flecha.
Sé que lo dije las veces anteriores que vine, pero... lo seguiré diciendo, hasta que me digas que no hay problema, que sabes que soy una tonta impulsiva a la que tienes que mantener vigilando o provocará otra estampida de toros como cuando nos conocimos.
Arturo, se sentó en el suelo, ignorando que es un príncipe, dándose cuenta de lo que sucedía.
La princesa Candy, estaba hablando con alguien que ya no estaba, un caballero caído en batalla.
-¿Recuerdas lo qué me dijiste aquella vez que me hiciste ésa promesa de juntos salir a explorar al mundo, en busca de aventuras?
Me dijiste que no importaba lo que suceda, que pasé lo que pasé, un aventurero debe permanecer siempre con una sonrisa, aún sí el mundo viene sobre mí, que debía demostrar toda mi fuerzas a través de una sonrisa ya que es algo que nadie me puede quitar, ya que las cosas se van a solucionar.
Arturo, agachó la mirada, apretando ésa rama que sostenía en su mano izquierda.
Él podía ser joven pero ya estuvo en un par de batallas y vio a compañeros caer, teniendo aveces sueños por las noches, imaginando que ellos seguían vivos, así que entendía a la princesa Candy.
-Bueno... ya llevó sonriendo tres años desde que te fuiste y nada se solucionó, te sigo esperando cada día para que cumplas tu promesa pero tu no llegas, tonto mentiroso.- exclamó la chica, con una gran sonrisa en su rostro mientras las lágrimas caían por su rostro, dolida al recordar como hace años, un caballero novato que era amigo en secreto de ella, murió tras atravesarle una flecha el corazón en plena invasión, todo por protegerla a ella que no se tomaba las cosas con seriedad, como siempre.
Arturo dio un suspiro profundo y cerró sus ojos, entendiendo todo lo que sucedía.
La princesa Candy, la persona que se supone que era su prometida, estaba enamorada de un simple caballero que dio su vida por ella y todavía no lo superaba.
Ver a aquella persona que tanto quieres, caer por salvarte, debe ser de las peores cosas que le puede pasar a alguien en la vida.
Editado: 14.05.2021