La madrugada se hacía presenté y los invitados del reino Águila de Oro, fueron invitados a quedarse por ésa noche (con la advertencia de que sus pulgares serían cortados sí ponían un pié fuera de su habitación)
-Hoy fue una noche magnífica, la princesa Andrea es magnífica y cada vez quiero estar más y más con ella.
Creó que me estoy enamorando.- dijo Jax, bailando felizmente con una almohada.
Su padre tenía razón, no encuentro a la chica que siempre soñó, una valiente aventurera que no le tenga miedo a nada, pero encontró a una mujer que lo dejaba suspirando y no podía dejar de pensar en ella.
Quizás Andrea sea algo torpe, no muy valiente como sus hermanas y no le guste la violencia, pero era comprensible, paciente, amable y firme, cosas que lo cautivaban cada vez más y más.
-Yo... ¿en verdad parezco un ogro?- preguntó Samuel, sentado en su cama, recordando como fue llamado.
La pasó bien con la princesa Stephanie y toda ésa seguridad que ella tenía, también lo animaban a él.
No sabía sí le gustaba o no, pero sabía que cada vez se iban haciendo más cercanos y la consideraba una amiga muy valiosa.
-¿Por qué tenemos que compartir habitación?- preguntó Arturo, quien intentaba dormir pero sus hermanos no se lo permitían.
Ése lugar era un palacio, tenía cientos de habitaciones pero aún así, los tres terminaron juntos en la misma habitación.
-¿Qué hay de ustedes, hermanos no tan atractivos como yo? ¿Qué sienten por la princesa Stephanie y la princesa Candy?- preguntó Jax, dejando de bailar y mirando a sus hermanos.
Quizás no era nada normal que entre chicos y más entre hermanos, hablen de ésas cosas pero quería asegurarse de que uno de ésos dos no meta la pata.
Samuel por su inseguridad y Arturo por su personalidad.
-Yo... la princesa Stephanie es linda, no lo puedo negar, pero... ¿en verdad yo algún día le gustare?
Digo... la mala suerte me persigue y tengo una gran cicatriz en el rostro.
¿No hay mejores personas para alguien tan increíble como ella?- preguntó Samuel, con su mirada gacha pero con una sonrisa.
Tan sólo ser amigo de alguien tan increíble como la princesa Stephanie, era más que suficiente para... un ogro como él.
Jax, miró a su hermano fijamente con una sonrisa, aguantando las ganas de saltar y golpearlo por ser tan lento.
¡A ésa chica no le importaba sus defectos ni sus virtudes, le gustaba Samuel tal como es, pero él no se da cuenta!
¡¿Cómo rayos era éso posible?!
Aguantando el coraje, miró a su otro hermano que seguía intentando dormir.
-¿Y tú? ¿No le dijiste nada grosero a la princesa Candy?- preguntó el mayor en la habitación.
Arturo al oír éso, recordó la pelea del otro día, como le decía que no era una dama y como ése día la siguió, creyendo que era una traidora y se estremeció.
Sí su hermano se enteraba de éso, no viviría para ver la luz del día nuevamente.
Por un segundo, pasó la imagen de la princesa Candy, sonriendo alegremente como siempre y se cubrió el rostro con su almohada.
¿Tan cansado estaba que su mente le jugaba ésas raras bromas?
-No nos odiamos, ahora déjame dormir que fue un día agotador y ya pasa la medianoche.- respondió, dándose media vuelta para intentar dormir.
Jax, dio un suspiro profundo por ver que sus hermanos seguían siendo prácticamente unos niños todavía, pero un raro ruido le llamó la atención.
Mientras que afuera de la habitación.
Las tres princesas miraban con enojó a Luz que estaba bebiendo chocolate caliente y se quemó la lengua, haciendo algo de ruido.
La puerta pronto se abrió y las tres hermanas voltearon para ver al príncipe Jax, sólo con pantalones puestos, sin remeras.
-¡Roar!- dijo Candy, mirando los abdominales del chico antes que su sonrojada hermana mayor le cubra los ojos.
-L-lo sentimos, es que... nos perdimos.- mintió la rubia con una sonrisa nerviosa, evitando mirar directamente el torso descubierto del chico.
¿Por qué de pronto hacía calor?
-¿Se perdieron en su propia casa?- preguntó Jax, con una sonrisa burlona.
Ésa mentira era demasiado poco creíble.
-¡Sí! Es que el lugar es tan grande que...
Andrea no pudo terminar de hablar por que Candy se pasó la mano derecha por su lengua y luego en el rostro de su hermana que la soltó y se alejó con asco.
-¡Candy, éso es asqueroso y muy maleducado!- gritó la rubia, limpiando su mejilla derecha, con asco.
¡¿Cómo es que su hermana se comportaba así todo el tiempo, siendo una princesa que fue educada desde que tiene memoria?!
-Como sea, no importa qué hacíamos por éstos lados.
¿Nos vas a dejar pasar o tus hermanos tienen menos ropa que tú?- preguntó Candy, con una sonrisa.
Jax sonrió nervioso por la actitud de ésa chica.
Conocía bien, muy bien a Arturo, así que estaba seguro que ya habrá metido la pata varias veces por el comportamiento de ésa chica.
Luego le sacaría la información de manera civilizada como los hermanos que son.
-Yo... su padre, el rey Erick se enojara.- respondió el pelirrojo, mirando a los lados, rogando que el rey no esté escondido en algún lugar, apuntandolo con una flecha en caso de que dé una respuesta equivocada.
-Papá, nos dio permiso, lanza la flecha.- dijo Candy, mirando hacía atrás mientras el chico se protegía el rostro pero su susto se esfumó al ver a la chica, sonreír con burla.
¡Con ésas cosas no se juegan!
-Es broma, en esta familia, todos tienen un sueño tan pesado que ni tumbando la puerta de su habitación se despiertan.
Nuestro padre les prohibió a ustedes ir a nuestra habitación, nunca dijo que nosotras no podíamos venir a la suya.- dijo Candy, con una gran sonrisa.
Jax, sintió como sí estuviese haciendo algo terriblemente mal y también sintió como que Candy, no era una princesa ejemplar, pero...
Dando un suspiro profundo, se hizo a un lado y señaló hacía el interior de la habitación, de manera caballerosa.
Editado: 14.05.2021