Rescatando a los príncipes

Princesa vs dragón

La distancia que separaba a la princesa y Luz de la torre donde yacía cautivo el príncipe Samuel, ya no era larga pero ahora las dos se habían detenido ya que el capturador de príncipes, se encontraba a metros de ellas, en su forma humana.

-¿Dónde está Samuel?- pregunto Stephanie con seriedad.

El dragón con forma humanoide dio un suspiro y negó con la cabeza.

-No puedo creer que nos acabamos de encontrar y lo primero que me preguntas es por ésa vergüenza de hombre.
En fín, no te preocupes que está bien, aunque claro, está inconciente ya que me aburrió.
El tipo es un mal perdedor en ajedrez, ¿sabías?- dijo el monstruo.

La princesa preparó su espada y él sonrió de manera burlona.

¿Otra vez iban a repetir éso?

La primera vez se confió, pero está vez no sería así.

-Las cosas no tenían que ser así, pero no me dejaste alternativa.
¿Sabes? Los monstruos como nos dicen ustedes, podemos vivir miles de años, pero todos anhelamos ganar el amor de un ser humano y ya llevo 1479 años esperando encontrar a la indicada y ya me aburrí.
Los príncipes, los caballeros y hasta la gente normal puede encontrar su final feliz... ¡¿DÓNDE ESTÁ MI FINAL FELÍZ?!

Adquiriendo su aterradora forma de dragón, Stephanie retrocedió, algo asustada.

La vez pasada tuvo suerte y lo admitía.
Podía ser buena luchando con la espada, pero le faltaba muchísima experiencia, cosa que al dragón seguro le sobraba.

-¡Ahhh!

La princesa salió de sus pensamientos y vio como su compañera fue al combate, sin dudar ni una sola vez.

El dragón al ver a la chica de cabello plateado acercarse, lanzó fuego a la tierra, haciendo que la chica se detenga y se cubra con sus brazos, para luego descubrirse y ver como la inmensa cola del monstruo le daba un golpe que la mandaban lejos.

-¡Luz!

Stephanie se preocupó por ver como su amiga se perdía de vista de tan lejos que fue mandado y miró al dragón que volaba levemente.

-¡Cómo te atreves!

La princesa se lanzó al ataque, corriendo lo más rápido posible en dirección de ése monstruo.

Blandiendo su espada, atacó al dragón el cual se elevó lo suficiente para no ser alcanzado y con sus alas genero el suficiente viento para hacer retroceder a la chica.

-¡¿Por qué no nos dejas en paz?!
¡Tu mismo dijiste tu edad, un monstruo vive más tiempo que un humano le guste o no!

Tras gritar ésa la princesa, evadio un gran llamarada de fuego con dificultad y corrió alrededor del dragón, buscando una oportunidad para atacar.

-¿No lo entiendes?
La edad del monstruo se alinea a la del humano sí el amor es mutuo y una vez que el humano muere, el monstruo también lo hace.
Juntos hasta la muerte.- exclamó el dragón, moviendo su cola para golpear a la princesa que que la evadio, saltando sobre ella pero sin darle con la espada, antes de seguir corriendo.

-¡Yo no te amo!- gritó la chica.

Los alrededores se estaban comenzando a incendiar y los caballos huyeron hace ya tiempo, cada vez le era más difícil respirar y correr la agotaban más rápido.

Sí ése monstruo quería, podía aplastarla fácilmente, pero no lo hacía y no iba a desaprovechar ésa pequeña ventaja.

-¡Soy mejor que un príncipe inseguro que se la pasa secuestrado!- gritó el dragón, moviendo su mano izquierda, rozando a la princesa que con sólo el aire del ataque retrocedió y agradecía llevar su armadura.

A diferencia de la vez anterior, ése dragón ahora atacaba sin piedad.

-¡La que decide soy yo y yo lo elijo a él!- gritó la princesa caballero, corriendo en dirección del monstruo.

El tiempo se le agotaba y debía acabar éso rápido.

-¡No me podrás vencer con una espada común!- gritó el dragón, alejándose un poco, pasando sobre el fuego que provocó pero se vio inmune.

La princesa corrió sobre un árbol viejo que se había caído por los movimientos del dragón y saltó sobre el monstruo, con su espada en alto.

-¡Lo hice una vez y lo haré otra vez!- gritó, estando cerca de apuñalar el pecho del monstruo pero esté la agarró entre sus enormes manos de dragón, como sí fuese una pequeña muñeca sin vida, haciendo que ella suelte la espada, la única chance de victoria que tenía.

Mantuvo ocultó que era una espada encantada para que el dragón se confíe, pero sin la espada no podía hacer absolutamente nada.

-Olvídate del príncipe, sé mía.- dijo el enorme dragón, saliendo humo por los costados de su monstruosa boca.

La princesa intentaba abrir la mano del monstruo, sin éxito alguno.

-J-jamás.- respondió la chica con dificultad.

A pesar de tener la armadura, sentía como ésas afiladas garras estaban cada vez más cerca de destruir su única defensa.

¿Ése era el fín?

¿No puedo rescatar a su príncipe está vez?

Sí tan sólo fuese más fuerte, sí tan sólo tuviese aunque sea una pequeña ayuda, ése dragón caería.

-Pues sí no eres mía, no lo serás de nadie más.

El dragón abrió su boca y acercó lentamente a la princesa quien intentaba liberarse de manera inútil.

La primera vez se liberó por que ése monstruo la tragó de una y tenía una espada, pero ahora perdió su espada y ésa cosa la podía hacer pedazos con sus dientes.

¿Es verdad qué sólo un príncipe puede derrotar a un dragón?

No lo quería aceptar pero ése era su fín y no pudo hacer nada.

Ojalá hubiese podido despedirse apropiadamente de su padre hermanas, hubiese visto una última vez a su madre para darle una lección o al menos, hubiese podido rescatar a su príncipe, pero no, todo estaba perdido.

Quizás, últimamente estaba teniendo una vida muy felíz.

La princesa vio como su fín se acercaba y cerró sus ojos con fuerzas, intentando estar lista para algo que nunca nadie está en verdad listo, la muerte.

-Detente.

La chica abrió sus ojos y vio como el dragón se detuvo y parecía temblar.

-Bajala.

Oyó una voz débil y fue bajada cuidadosamente.



#29711 en Novela romántica
#18826 en Otros
#2834 en Humor

En el texto hay: fantasia, principes, princesas

Editado: 14.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.