Rescatando a los príncipes

Batallas diferentes

La batalla había acabado, la princesa Stephanie una vez más, rescató a su frágil príncipe de las garras del dragón.

La chica ahora se encontraba en el jardín del palacio, practicando con la espada.

La amenaza del dragón terminó, pero una amenaza peor seguía y ni siquiera ella estaba preparada.

La princesa, dio un suspiro y clavo su espada en el suelo, antes de voltear y sonreirle a su príncipe, quien hasta ahora había permanecido inconciente.

La batalla más dura de todas, acababa de dar inició y sólo los mejores podían ganar, la batalla del amor.

-Al fín despiertas.
Pero no deberías estar levantado.- dijo la chica, acercándose al chico con una sonrisa en su rostro.

Samuel, desvió la mirada, algo avergonzado.

Hasta ella se burlaria de él por ser secuestrado por el mismo dragón, dos veces, ¿verdad?

-Arturo me ayudó y... ¿qué pasó con él?- pregunto, mirando a su salvadora.

-Sólo digamos que ahora tiene un "señor" al que debe obedecer lo quiera o no.- respondió la de caballo castaño, con una sonrisa.

Debía admitirlo, sentía lástima por Draco pero en verdad se lo merecía.

-Lo siento.- se disculpo el ojiverde, sin ánimos.

-¿Uh?

Y la princesa se vio claramente confundida.

¿Por qué se disculpaba con ella?

Él no hizo nada malo o no que ella sepa.

-Se supone que yo debo protegerte pero... soy un fracaso.- dijo el príncipe, sintiéndose inútil.

¿Qué clase de hombre no es capaz de proteger a la chica que le gusta?

Se sentía débil, inútil, una carga.

Stephanie apoyo una mano en el hombro del chico, logrando el chico sentir que su mano era pesada para ser una chica.

¿Qué tanto entrenó para lograr algo que él no podía lograr jamás, ser fuerte?

-Oye, mirame.- pidió la chica.

Con algo de duda, Samuel obedeció y levantó la mirada para ver como ella se veía segura, le sonreía y se veía como sí no dejaría que nunca malo le pasé.

-No me importa que no puedas con un dragón, no me importa que seas más débil que yo.
Soy una princesa pero aquel día juré ser tu leal caballero, ¿recuerdas?
Aunque dragones vengan, aunque la guerra gobierne, aunque sea anciano, yo me quedaré a su lado como su leal caballero.- exclamó la princesa.

El de ojos verdes abrió sus ojos con asombro al recordar aquello que ella le dijo aquel día que el reinó fue atacado, cuando todavía no sabía que el caballero, era la princesa.

-Supongo que... no puedo contigo.- dijo el muchacho, con una sonrisa nerviosa y ya más animado.

Sí ella lo aceptaba a él, una carga que sólo servía para llamar a la mala suerte, entonces no se lo impediría.

Podía ser egoísta de su parte, estar con una chica tan increíble, pero sí ambos estaban de acuerdo de éso, que así sea.

-Nop, es mejor resignarse, mi princesa... digo, príncipe.- se burló la chica antes de abrazar al inseguro príncipe que en ése momento se estremeció.

Stephanie había estado entrenando, así que por obvia razón, no tenía aroma a flores ni su cuerpo suave, pero para el chico, en ése momento ella era la más hermosa de todas las chicas.

Debía admitir que no creyó que la princesa Stephanie fuera alguien de hacer bromas, pero... no le molestaba.

-¿Cuándo dejarás éso en el olvidó?- pregunto el príncipe, correspondiendo el abrazo con algo de nervios.

Se sentía como un niño emocionado, con su respiración agitada, sus manos sudorosas y su corazón muy acelerado.

-Nunca.- respondió la princesa en un susurro, sin dejar de sonreír.

Mientras que a la distancia, ambos eran vistos por Arturo, que se veía algo disgustado.

La relación de sus hermanos con las princesas, era cada vez mejor, mientras que él, ya no recordaba la última vez que habló con la princesa Candy, con quien dejó marcada una especie de línea de "amigos que no se llevaban bien y nada más".

Pero no lo podían culpar a él, la culpa era de ella por ser... tan no princesa, no, de hecho, ninguna de las hermanas actuaba como tal, ni la princesa Andrea que a pesar de intentarlo, fallaba.

Sí no le importaba salir con alguien que no demostraba ser una princesa ni le importaba el título en sí, ¿por qué rayos no podía dejar de pensar en ella?

Siempre pensaba en lo bruta y poco femenina que es, pero pensaba en ella día y noche.

El chico sintió a alguien a su lado y volteo para ver al rey Erick que tenía mirada triste y a la vez, resignada.

-Como un padre que crió a tres bellas hijas, sin una madre que lo ayude, debo decir que ver como mis pequeñas ya no son pequeñas, es algo doloroso.- habló el hombre, recordando aquellos viejos tiempos que pasaron hace ya tantos años, pero para él sólo parecía que sucedió tan sólo hace unos días.

Ayer parecía que Candy lloraba por todo y ahora parece ser la persona más valiente de todas, tan sólo ayer parece que Andrea lloraba por mojar la cama y ahora es toda una mujer hecha y derecha, un ejemplo para sus hermanas, y tan sólo parece que ayer Stephanie sacaba la lengua al oír la palabra "chicos" y ahora está abrazando a uno, a quien parece amar.

Se estaba volviendo viejo y sus princesas seguían creciendo día tras día, ya sin necesidad de su ayuda.

-¿No está arrepentido de nada? Ya sabe... ¿de la forma de ser de cada una de sus hijas?- pregunto Arturo.

El rey, recordó como en el pasado le reprocharon por éso y sonrió antes de negar.

-Soy rey y mi deber es cuidar a mi reinó, intentando que todos sean felices y vivan en paz.
Sí mis hijas son felices siendo ellas mismas, teniendo cada una su interesante personalidad en lugar de ser un títere que sólo se mueve sí sus cuerdas se mueven, entonces no me arrepiento de nada.
Soy su padre y quiero que ellas sean felices.- respondió el rey antes de apoyar una mano en el hombro del chico y luego irse.

Seguía queriendo las cabezas de ésos robas bebés, pero sus bebitas estaban dispuesto a desafiarlo con tal de que a ellos no les pasé nada.



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En el texto hay: fantasia, principes, princesas

Editado: 14.05.2021

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