Rescatando a los príncipes

Abrazo de Candy

Era el menor de los hermanos, no era un narcisista o un cobarde como sus dos hermanos, pero reconocía ser atractivo.

Era educado, talentoso, capaz de aprender a tocar cualquier instrumento en cuestión de horas, no, en cuestión de minutos.

A diferencia de sus hermanos, él nació para ser un príncipe real que un día se casaría con una princesa bella y educada, pero ése día recibió una terrible humillación.

Candy, una supuesta princesa, vulgar, sin educación, violenta y con posibles traumas reprimidos, rechazó una oferta de matrimonio con él, el príncipe perfecto.

Al inició, ésa "princesa", le pareció bonita, pero la conoció un poco y entendió que quizás no todas las mujeres son bonitas sólo por su rostro, aprendiendo a tolerarla un poco hasta hace poco y ahora... ahora tenía cierto resentimiento hacía ella.

Quizás él iba a rechazarla también, pero ella fue la primera en hacerlo y su orgullo fue dañado.

¿Su objetivo? Hacer que ésa falsa princesa se enamoré de él y se dé cuenta de la gran diferencia entre ambos, de que él es mucho para ella.

Enamorar a una primate sin una pizca de delicadeza, sería algo sumamente sencillo.

-Princesa Candy, hoy su perfume es simplemente magnífico.- dijo el príncipe Arturo, mirando a Candy que iba caminando delante de todos, sorprendiendo a todos.

La chica, lo miró con bastante sorpresa antes de levantar una ceja.

-¿Tu crees? La verdad, estaba caminando por los establos y caí sobre el popo, me iba a dar un baño pero me saque rápidamente la suciedad y me cambie de ropa para que no vengan sin mí, así que... ¿te gusta el aroma a excremento de caballo que tengo?- preguntó ella, con una leve sonrisa burlona.

El menor de los hermanos, retrocedió, con asco, ahora entendiendo de donde venía ésa peste.

-¡Pff!

Y el chico, miró a los demás, viendo como todos se contenían la risa, hasta Stephanie, por lo sucedido.

Las mejillas del chico se pusieron rojas de la vergüenza y volvió su vista al frente.

Como buen príncipe que es, debía ignorar ése tipo de provocaciones.

Jax, que se dio cuenta de que su hermano intentaba cortejar a Candy, miró a la mayor de las hermanas.

No dejaría que el tonto de Arturo sea el más romántico en ésa cita grupal.

-Andrea.- llamó el pelirrojo a su amada.

La princesa mayor, al oír su nombre, volteó a ver a Jax.

-¿Si... ¡Ah!

Y la rubia tropezó, cayendo sobre un charco de lodo mientras sus hermanas desviaban la mirada.

La que más alegré estaba y les pidió mil veces que no hagan nada vergonzoso, cayó.

-¡Resista, yo la ayudó!- gritó Jax, acercándose a ayudar a su amada, mientras veía con enojó a los que pasaban y se aguantaban la risa.

No le importaba si se reían de él, pero quien osaba burlarse de su amada, merecía estar en su lista negra.

El muchacho ayudó a su amada a ponerse de pie, sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo extendió a ella para que se limpié un poco el rostro, los brazos... la ropa y todo lo que le sea posible a ése pañuelo limpiar.

Arturo y Samuel, le dieron pañuelos a su hermano mayor para que se los dé a Andrea, quien en verdad los necesitaba.

-Lo siento, tengo una suerte terrible.- dijo la rubia, limpiandose un poco.

Un sólo día, no, solamente por un momento, ¿no podía evitar meter la pata e impresionar a Jax?

-Pero... aún así me gustas, siento que contigo, el mañana siempre será un misterio muy divertido para vivir.- dijo el príncipe Jax, con sinceridad, mientras la chica sonreía.

Tantos años de mala suerte y teniendo que soportar a Candy, estaban siendo recompensados al tener un novio como Jax.

Más personas empezaron a aparecer en el camino, al estar ya cerca de la feria, tropezando Samuel al ser empujado por alguien sin querer.

El chico, que cerró sus ojos, con su cuerpo listo para el golpe, sintió como fue detenido y abrió sus ojos para ver a su salvadora.

-Tenga cuidado, mi príncipe, hay muchas personas.- dijo la princesa Stephanie, con voz suave y una leve sonrisa.

El chico, se paró firme por su cuenta y desvió su mirada, apenado, sintiendo su rostro arder.

-Yo... lo siento.- se disculpo el segundo príncipe.

¿Cómo es que siempre termina siendo salvado por ésa princesa?

A ella parecía no molestarle, pero... ¿y si se llega a aburrir de siempre tener que salvarlo?

El de cicatriz en su rostro, salió de sus pensamientos al sentir como su mano derecha fue agarrada por la princesa Stephanie.

-Deberíamos tomarnos de la mano para no separarnos.- dijo la chica, sonriendo levemente, haciendo que el chico sólo se sonroje más y no se oponga para nada a éso.

Aunque sea algo temporal, estaba muy agradecido por ser siempre salvado por ésa princesa y tener el honor de gustarle.

Jax, que vio la escena que pasaba su hermano, asintió, decidiendo seguir el ejemplo de la princesa.

-Yo... ¿me permite?- preguntó el pelirrojo, extendiendole su mano a la princesa Andrea, quien logró limpiarse un poco el lodo.

-¿Y se me caigo?- preguntó ella, preocupada.

Si algo debía salir bien, sin ninguna probabilidad de ser arruinado, con ella presenté, seguramente algo saldría mal.

-Entonces me caeré contigo.- respondió el príncipe mayor con una gran sonrisa.

La mayor de las hermanas sonrió enternecida y tomó la mano del chico.

Arturo, al ver el movimiento que hizo su hermano mayor, asintió y se acercó a la princesa Candy.

Si sus hermanos podían, él también.

-Yo... ¿quiere qué nos tomemos de la mano, bella princesa Can...

-¡Luz, abrazo!- gritó Candy, acercándose a la de cabello plateado.

-¡Alejate, apestas!- gritó Luz, huyendo pero siendo tacleada casi al instante.

Fue sorprendente para todos oír la voz de ésa chica que usualmente permanecía callada y comiendo algo, pero decidieron no darle mucha importancia.



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En el texto hay: fantasia, principes, princesas

Editado: 14.05.2021

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