La naturaleza del Monstruo se ha revelado al grupo de protagonistas. Sin embargo, éstos no dan fácilmente con la estabilidad que les permita afrontar la situación desde una perspectiva estratégica. Mientras Tylerskar llega al misterioso mundo Jurásico, Don Memo rejuvenece erigiéndose como guía del grupo. Rick viaja astralmente junto a Geoffrey ante la presencia de seres tan poderosos como insistentes en la unidad del grupo. El caos parece dominar la estampa… Cuando en verdad aún quedan muchas fichas por mover en la partida.
ESCRIBE VÍCTOR
Doscientos metros de altitud pueden parecer una generosa cifra.
Pilotando el Tomcat, con la cima de los árboles lamiendo su base, esa altura no se le antojaba en absoluto pertinente.
Los motores rugían mientras sobrevolaba aquella jungla.
Quería levantar el morro de su caza para dejar de contener su respiración, sin embargo, el par de misiles que le perseguían parecían llevar tatuado a fuego su nombre. Un fuego como el que prendía en diferentes sectores de aquella zona boscosa en pleno continente africano.
La guerra le había llevado allí.
Sus superiores habían sido meridianamente claros al respecto de la misión: Debían regresar habiendo limpiado los cielos, o no hacerlo.
Como si de la retaguardia roja de Stalingrado se tratase, Comandancia había apostado cientos de torretas tierra – aire en primera línea de aquel frente bélico. Si se le ocurría dar media vuelta para ponerse a cobijo… El avión sería perforado por tantas ametralladoras que ardería en los cielos antes de que pudiese articular palabra por radio.
—Esos querubines quieren besarte el culo, Joel.
Hablando de radio.
Donovan Riley, su mejor amigo por aquel entonces, era un cachondo. Usualmente bromista y aún más veces borracho, ahora se aproximaba hacia la cola del Tomcat como el sol naciendo tras una noche especialmente dura.
El pitido de aproximación de amenaza parecía el pulso de quien sufre una última taquicardia antes de morir. Los misiles le alcanzarían en no más de unos pocos segundos.
Joel al fin se permitió respirar.
Mirando con cierta molestia el lanzador de bengalas, comprobó por enésima vez como el contador marcaba cero.
Aquellos señuelos engañaban sobremanera a los misiles teledirigidos, pero su esperanza ahora descansaba en brazos de Donovan. Menudo consuelo.
Sobre su regazo reposaba su libreta.
Cuando la certeza de derribo fue un hecho, no dudó en hacerse con ella para tenerla bien cerca, como si de un amuleto religioso se tratase. Aunque la verdadera razón era que no pensaba activar la evacuación de emergencia sin ella en sus manos.
De entre todos los sueños reveladores, el que había anotado aquella misma mañana no podía ser perdido, consumido entre las llamaradas de un avión derribado.
—¡Yeehaa! — El grito más característico de su compañero precedió a la ametralladora de su Falcon X, que derribó los misiles sin demasiada dificultad.
—¿Tú también ansías mi culo, querido?
Donovan rio ante aquello.
Tras eso, ambos cazas ascendieron de inmediato, emergiendo de las sombras selváticas en dirección a las nubes donde se desarrollaba lo que quedaba de batalla.
Mientras rebasaba los mil metros de altitud, Joel hizo un cálculo rápido y procedió a comunicárselo a sus aliados.
Sin embargo, lo que emitió la radio le dejó confundido.
Un leve crepitar recibía su voz y actuaba por toda respuesta.
Extrañado, dio unos leves toques secos al panel de radio con el bolígrafo que siempre le acompañaba.
Cuando devolvió la vista a la primera gran nube que ya lo engullía, tuvo que contener un grito ahogado.
Aquello parecía el mismísimo universo.
En el interior de la nube, cientos, no, miles de galaxias parecían rotar a diferentes velocidades. El indicador de altitud, entre otros dispositivos, parecieron comenzar a enloquecer por completo, oscilando en marcas imposibles de demencial información.
De pronto, silencio y paz. Y negro, mucho negro.
La negrura del jodido espacio.