ESCRIBE VÍCTOR
Uno de esos relojes con patas asía las muñecas de Tylerskar, que maniatadas, eran conducidas mediante tenaces empujones por entre aquellas chabolas. Edificadas a base de barro y poco más, daban el inconfundible aspecto de pobreza. Y sumisión, a juzgar por las reverencias que dedicaba aquel pueblo a quien consideraban su señor. Geoffrey, que así se llamaba el tirano, encabezaba la marcha.
―Lanzar conjeturas precipitadas puede abocar al error. ― Tylerskar sonrió para sus adentros al reconocer el amable deje que la voz de Experiencia poseía.
―¡Pero mira que altanería! Si parece que lleve la torre atravesada por sus andares… ― Resolución dijo también la suya.
No había, sin embargo, rastro de Rectitud, Esperanza o la pequeña Ilusión. Tampoco de Conciencia, por mucho que aquel par de personajes pintorescos que acompañaban a ese líder le recordasen a su más leal consejero.
Su conversación era fluida. Geoffrey procesaba la información de aquellos dos altos individuos, asintiendo periódicamente en un estado de aparente suma concentración.
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―¿No puedes ser un poco más preciso? ― Geoffrey conocía la respuesta de antemano. Ni Iyals ni Yew le iban a facilitar más información de la estrictamente necesaria.
Alcanzarían el lago espejo a no mucho tardar. Yew había sido meridiano en aquello: Allí obtendrían un buen número de respuestas que arrojarían luz a los extraños sucesos que estaban aconteciendo.
Mientras tanto, Iyals proseguía con su historia, gesticulando ostensiblemente mientras tejía la trama de aquellos sucesos pasados de dudosa procedencia.
―…aquella guerra marcó el inicio del espacio-tiempo tal y como lo conocemos. Antes, mucho antes de que el primer Exterminio Universal tuviese lugar, había contendientes en la partida que hacían de nosotros meros peones. ― Aquello le hizo abrir los ojos de par en par, que pese a estar ocultos tras la oscuridad de sus gafas, debieron moldear su entrecejo hasta el punto de que Iyals captó su asombro. No por ello detuvo su narración.
―Un mundo de magia y criaturas condenadas a la extinción. Un punto de origen a la civilización universal moderna…
―Ya hemos llegado. ― La voz de Yew, guardián del futuro, interrumpió a su compañero, que detuvo tanto la marcha como su discurso.
Frente a ellos, las aguas plateadas del lago espejo generaban un oleaje que habilitaba en su interior una extraña visión.
Un hombre con un bastón sonreía apaciblemente a un consternado Geoffrey, que veía como a su lado un grupo de diferentes seres le observaban igualmente estupefactos.
Entre ellos, una mirada. Esa misma mirada que sentía le estaba perforando desde su misteriosa aparición en la torre.
Tylerskar sonreía.
Ignoraba qué era lo que estaban viendo en esas aguas, pero el caso era que todos habían descuidado esa férrea guardia con la que lo tenían controlado.
Contó hasta seis traseros que patear.
Aunque cuando se acercó para comenzar su lanzamiento de penaltis, alguien se le adelantó desde la retaguardia.
―¡Ama! ¡Cuidado!
Naroa, intuyendo fatales intenciones en Tylerskar, se abalanzó sobre Ly para tratar de protegerla. Sin embargo, ni calculó bien ni midió su ímpetu, proyectando tanto su cuerpo como el de su amiga hacia ese portal que parecía abierto en el lago.
Todos quedaron quietos y en completo silencio.
Tras un breve lapso, fue Yew quien rompió el hielo. Colocando su mano sobre el hombro de Geoffrey, dejó que sus palabras fluyeran lentas y precisas, consciente de su posible repercusión.
―Los Dioses vuelven a peinar el futuro. Están despertando.
ESCRIBE LITZY
Cuando el portal se desvaneció los problemas no habían hecho más que iniciar. El número de usuarios en este retorcido juego había aumentado demasiado. Un grupo interesante sin lugar a duda me atrevería a decir, en el que pude darme cuenta, por las miradas que se dedicaban, que nadie confiaba en nadie. Y los comprendía, realmente yo no estaba segura de confiar en un Rex y un jaguar o un par de ¿científicos? No nos podíamos dar ese lujo en la posición en la que nos encontramos.