Resilencia

t r e i n t a y o c h o

—Lo siento.—Me aleje. Muy romántica y todo pero él seguía herido, encadenado y seguramente cansado, tenía que sacarlo.—Volveré lo pro...

Oí de nuevo un correteo detrás, en el pasillo y me volteé a ver a Briana entrar con el amante de mí madre a su lado.

-Tenemos que irnos.-Dijo más seria de lo que la había visto nunca. Asentí con la cabeza y mire las cadenas de Alex pensando, pero ella me solucionó todo avanzando hasta los grilletes en sus manos y tocandolos hasta que quedaron al rojo vivo y cayeron al suelo sin quemar a Alex.-Hola, marido de Rebeca.-Camino hasta el segundo grillete sonriendo y mirándolo de reojo.-Soy Briana, la prima lejana y mejor amiga, un gusto.

La mire extrañada y sonreí de ternura.

Antes que Alex cayera al suelo el Jefe avanzó y lo levanto de un hombro mientras yo me colocaba en el otro para ayudar.

-Niño, no sabes en la que te metiste.-Gruño caminando varios pasos pero Alex estaba semi consciente así que solo gimió y rodó la cabeza hasta que su mentón quedó sobre su pecho.-Lady Rebeca, por allá...

Camine por donde me indico con esfuerzo por el peso extra.

-¡Briana!.-Tenia un mal presentimiento y no verla me inquuetaba. De repente se oyó una explosión a mis espaldas que por poco me tira de cara al suelo y casi suelto a Alex.-¿Que...?.

Trague saliva.

Detrás nuestro, a veinte metros por la puerta de metal ahora arrancada de las bisagras, avanzaban en nuestra dirección las filas de centinelas reales con escudos y armas.

Oh, no puede...

-¡VETE!.-Grito Briana en mí dirección con la mirada tan feroz que caí en cuenta del tiempo que no habíamos pasado juntas, lo poco que nos conocíamos. Tenía los puños apretados a sus lados, llenos de fuego, la mirada roja como un carbón encendido y el cabello echando humo sin dañarlo. Feroz. Desentonaba con su delicado vestido celeste.

El jefe siguió las órdenes y tiro de Alex tirando de mí también en dirección contraria al pasillo. Pasamos puertas de hierro tan grandes que me pregunte que habría del otro lado, los números tallados no coincidían con nada ni me daban ningún indicio.

Tenía el corazón en la boca, Alex pesaba demasiado y yo estaba cansada, no tenía energías, quería abrir un óvalo para irnos pero no servía. Estaba sola.

—¡Alto!.

Detrás nuestro, en alguno de los muchos pasillos que pasamos en el lento recorrido, aparecieron docenas de centinelas apuntándonos con armas de fuego. Quise abrir un escudo y enfrentarlos, pero de nuevo mí habilidad me falló y el esfuerzo provocó un dolor punzante en mí cabeza.

Tropecé.

—Princesa, levántese.—Apuro el Jefe sosteniendo el solo a Alex en su hombro. Perlas de sudor decoraban su frente pero aún así se volteó y corrió en dirección contraria a los centinelas. Lo seguí.—Metase dentro.—Indico al pasar por una puerta de madera gruesa.

Dentro habían armas de mano, espadas, escudos, hachas y porras colgadas en paredes de fila en fila para cualquier disposición. Todo estaba lleno de polvo y humedad, no tengo ni idea de dónde venía la luz pero se filtraba de algún lugar lo suficiente para mostrar el lugar y la puerta idéntica a la primera del otro lado de la sala.

—¿Dónde estamos?.—La pregunta no era importante pero salió de mí boca sin pensar.

—La armería real.—Comentó arrastrándose hacia la otra puerta con esfuerzo.

Tomé una espada y un estuche para colgarla en mí espalda.—¿Por qué no puedo abrir un óvalo?.

Corrí hacia ellos y me asome al pasillo del otro lado de la puerta oyendo él suspiro del guardia mayor. No había nadie pero aún oía los pasos de los centinelas.

—¿La pincharon?.—Asentí cerrando la puerta por las dudas.—Es un anulador, como los Doblegadores pero sirve para someter a una sola persona.—Miro la espalda, suspiro casi soltando a Alex por accidente, y miró alrededor antes de arrastrarse hacia unas láminas de cuero, descolgarlas y tendérmelas.—Póngaselas, son braceros para protegerse en combates de espadas...

Obedecí.—¿Cuanto dura el anulador?.

Camino hacia la puerta, la abrió y salió arrastrando los pies. Me adelante y colgué el otro brazo de Alex en mí hombro para ayudarlo.

—Tres, cuatro horas.—Bufo por el esfuerzo y luego camino más rápido por unos pasillos antes de detenerse.—¿Hace cuánto se lo pusieron?.

Gruñí, tenía sentido que no pueda salir de ahí.—Una hora, dos quizás...

Suspiro cansado y continuamos por varios pasillos más en silencio, apretando los dientes con fuerza por el esfuerzo, con el sudor empapando la espalda de mí vestido y la hebilla de  estuche de la espada clavándose en mis cadera.

Alex iba y venía de la consciencia, daba varios pasos para ayudarnos, tropezaba y caía de nuevo. Gruñía y tenía la sensación de que quería decirme algo pero estaba ocupada intentando no caerme y a la vez salvarlo.

—¡REBECA!.—Briana apareció de nuevo por al final del pasillo con el vestido chamuscado y los ojos brillando, literalmente.—¡POR ALLÁ!.

Seguí su mano hacia una esquina a la derecha y la correr hacia nosotros. Corrí sacando fuerzas de no sé dónde y varias docenas de centinelas nos siguieron.

El jefe de detuvo y Briana nos alcanzo.

—Corran al final, tiene que hacer dos pasillos a las izquierda, hay una puerta de servicio al final que lleva a un descampado y a un kilómetro está la la aldea.—Quito el brazo de Alex de sus hombros y Briana lo suplantó para ayudarme a cargarlo.

—Pero...—No pude continuar, el cuerpo de Alex cayó sobre mí por completo y casi caigo de no ser por mí amiga que frunció el ceño.

—Los alcanzaré.—El jefe me sonrio y se fue corriendo en dirección a los centinelas mientras una muralla de ramas, raíces y hojas crecía como tapón del pasillo bloqueando el paso para seguirlo.

Suspire, estaba tomando más líos de los que espere. No quería que mí padre se enojara o castigará a alguien por ayudarme.




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