Resilencia

t r e i n t a y n u e v e

—¿Entonces usted no sabia nada?.—Pregunte al guardia del otro lado de la mesa, inclinado sobre mi prometido con ungüento medicinal en las manos. 

Me lanzo una mirada desde abajo y yo volví a caer sobre mi silla. 

Estaba agotada, tenia una lata de porotos con una cuchara dentro en las manos y a pesar de no haber comido nada desde que vi a Ope esa mañana no tenia ni la mas mínima gana de comer. Es mas, tenia un nudo en el estomago, miraba a Alex sobre la mesa, con la fiebre alta, con el rostro pálido y la espalda cubierta de cortes y no podía evitar pensar que era toda mi culpa, que yo lo había atado a ese estúpido mástil y había asentido con la cabeza al verdugo. 

—Princesa...—Comenzó Edmun Linch mirando la lata, ese era su nombre, o por lo menos eso me dijo ni bien llegamos a la casona. Bueno, casona era mucho decir, era un bunker mal iluminado bajo tierra con una cocina, un baño pequeño y básico, y una habitación con una cama donde ahora descansaba Briana.

Suspire.—Llámeme Rebeca, por favor.

Frunció el ceño como si la idea de tutearme no le gustara en absoluto. 

—Debe comer para reponer fuerzas.—Insistió y obedecí tomando la cuchara y empujando los gomosos porotos dentro de mi boca reprimiendo una mueca de asco para no parecer una princesa caprichosa. 

Los porotos nunca habían sido mis favoritos. 

Suspire de nuevo, los estúpido porotos no eran el problema.

No entendía nada.

 Estaba sentada en una silla de madera intentando recuperar el aire por caminar unos veinte metros con Alex a mis espaldas por en medio de un bosque con un tipo que cargaba a una princesa y me ordenaba cosas que entendía a medias mientras intentaba procesar que mi hermana me salve la vida.

Esperaba con todas mis fuerzas contenerme de no lanzar cosas a los lados, irritada, molesta, cansada y sumamente preocupada por Alex como también guardar mí ansiedad por querer salir corriendo a la cabaña y encerrarnos para siempre.

Pero debía esperar una hora por lo menos a que el suero deje mí cuerpo. El solo abrir un óvalo a pocos metros del castillo me quemaba las venas y hacia arder cada una de las respiraciones que tomaba como si aun hubiera humo en el aire. 

Mire los porotos buscando en mi mente el por que de todo lo que paso, June, mi padre, Briana. 

No entendía que pasaba pero estaba segura de no querer formar parte de eso. 

Alex se revolvió sobre la mesa y aparte todo de mi mente.

Me incline hacia delante y toque su frente de nuevo para comprobar, como las anteriores cuatro veces, que tenía fiebre alta. Le quite el pedazo roto de vestido de su frente, lo remoje en el cuenco de agua fría y volví a colocárselo de nuevo conteniéndome de no llorar.

—Aguanta un poco más.—Suplique y sus ojos se movieron por detrás de sus párpados.

—Estará bien pero necesita descanso y un lugar limpio.—Asentí y mire a Edmun mirarnos incomodo y algo ruborizado. 

—No planeamos quedarnos mucho tiempo.—Forcé una sonrisa de agradecimiento.—De todas formar muchas gracias.— Segundos después dejo caer la cabeza y suspiro agotado antes de sentarse en la otra silla de madera que había y mirarme con el ceño fruncido mientras limpiaba la sangre del cuello de Alex. 

—Lo se, princesa, pero él es...

—No tiene que preocuparse tanto por mí.—Interrumpí fastidiada por qué de repente todo el mundo intente opinar sobre mí relación con Alex.

Y me miro sorprendido, demasiado para ser un tipo tan grande como para ser el padre de mi hermana y con tanto rango en el castillo como para codearse con mi padre. O mi madre. 

Dios, todavía no había pensado en eso. Ese tipo que nos salvo, que nos ayudo a escapar, que ahora mismo se encontraba cuidando de Alex, fue la pareja clandestina de mi madre, el padre de Zenia. 

La verdad me golpeaba con fuerza y me tuve que recostar de nuevo en la silla para procesarlo. 

Desearía que Alex estuviera ahí conmigo, que pudiera hablar, tomarme la mano, dame fuerzas para enfrentar a ese hombre sin tener miedo, vergüenza, pudor. 

El vacío oscuro, profundo y asquerosos que tenía en el pecho se abrió aún más y me sentí otra, vacía, llena de aire, inútil e inservible en ese mundo tan enorme que no me había dado cuenta de cuanto vive la gente cuando no estoy en su vida.

—¿Lo sabia?.—La pregunta escapo de mi boca sin intención y Edmun alzo la cabeza confundido.—¿Lo de Zenia?.—Volvió a bajar la mirada a sus manos y la seguí hasta el anillo de oro negro en su dedo anular. Trague saliva y lo oí sorberse la nariz mientras lo giraba.

Me miro y sus ojos parecían tristes y llenos de dolor.—No.

—Lo siento.—Baje la cabeza apenada. 

—¿Cómo era?.—Pregunto y de repente me dieron ganas de llorar, de acercarme a él y abrazarlo para tapar el dolor de su voz, de sus ojos. 

Alex se revolvió y entre abrió los ojos para mirarme antes de intentar alzar la mano y volver a desmayarse. Se la tome de todas formas, agradecida.

—Zeny era...—Inhale aire para no largarme a llorar.—Era la niña mas dulce y buena que conocí, Me gustaba jugar a la mamá y al papá...—Hice una mueca para no reírme y largarme a llorar al mismo tiempo.—Pero solo si ella era quien mandaba, era algo malhumorada también...—Me reí al recordar el sueño y el guardia también rio.—Era una ternura.—Susurre con la voz quebrada después de un rato de pensar, de darme cuenta que al final ella no era mía, no era como yo, que de haberlo sabido hubiera sido diferente. Mire a Alex sin mirarlo realmente. June lo sabia, presentía que Zeny era diferente. Mis lagrimas se derramaron.—Le gustaba cantar a pesar de desafinar y quería ser bailarina de ballet, le gustaba andar vestida como bailarina y girar por todos lados...—Me dolía el pecho y las lagrimas me quemaban cada vez que recordaba algo de ella pero no podía parar de hablar, de pensar en ella como mi hermana, como lo fue y lo será siempre.—Se peinaba ella sola por que decía que su pelo era mágico y si alguien mas lo tocaba perdería la magia y se volvería un sapo.—Se alzo un nudo en mi garganta y recordé sus ojitos antes de sollozar. Ella no merecía nada de lo que le paso.—Pero era tan linda, dulce y humilde que nunca fue como nosotras.—Mire el rostro del guardia.—Supongo que... Siempre supe que no era como nosotros. 




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