Resilencia

C a p i t u l o u n o.

UN AÑO DESPUÉS.

Mire, desde la punta de la alargada mesa de caoba pulida que seguramente saldría unos mil millones de monedas, a mi padre, el Rey. Estaba contento, casi feliz me atrevería a decir, con todas sus riquezas colgando del cuello, en sus manos y rodeándonos en el ostentoso palacio con sus ostentosos consejeros de trabajo.

Sentía como la bilis subía por mi garganta y las palmas me sudaban por los nervios mientras escuchaba las reformas basadas en las estadísticas. Me sentía horriblemente mal y el cuello de mi vestido estaba húmedo gracias a mi mal estar y dudaba mucho que mi rostro no refleje nada de ello.

Tragué saliva y me incline hacia el vaso de agua frente a mi.

-¿Princesa...?- Parpadeé girando la cabeza hacia donde escuchaba la voz hablándome. Un consejero de cabello rubio platinado, quizás unos cuarenta años, me estaba mirando atentamente. Había muchas arrugas en sus ojos.-¿Se encuentra bien?.

Volví a parpadear, todavía no me acostumbraba a que le hablen a mi corona en vez de mi. Coloque la mano en mi frente intentando calmarme.

-Si, disculpe, necesito un poco de agua...-Él se inclino y tomo mi copa de encima de la mesa, acercándomela.-...Gracias.

El agua sabia diferente en aquel lugar, mas limpia, menos rasposa y con algo diferente dentro, como una esencia dulzona que aliviaba todo lo malo. Trague sintiendo como la bilis bajaba y suspire aliviada, mire al tipo y le sonreí agradecida.

Se quedo un segundo con el ceño fruncido, viendo las cicatrices de mi rostro, y luego se percato de mi mirada y mi sonrisa, apartándose avergonzado.

-De nada.- Y volvió a su lugar, mirando a mi padre e intentando fingir que no había visto las cicatrices que deformaban el rostro de la princesa. Suspire y tome otro trago, no era el primero que me miraba así y mucho menos seria el ultimo, pero fui yo quien se negó a hacerlas desaparecer cuando mi madre me dio la oportunidad.

Todo el mundo se calló de repente y mire alrededor confundida de ese extraño silencio antes de darme cuenta del golpeteo en la enorme puerta de madera. Mi padre ordeno que pasara y la puerta se abrió mostrando a una de las sirvientas cabizbaja y ojos de victima

-Con permiso, Su Majestad...- Se inclino aun mas, no dejaba ver su rostro. Trague saliva y mire a mi padre para comprobar si eso era o no normal, pero él no se inmuto.-...Tengo un mensaje para la Princesa.

Y luego fui yo el centro de atención en aquella enorme sala de hombres con trajes y panzas llenas. Me volteé y vi seis pares de ojos clavados en mi, suspire apretando los dientes con fuerza para no enloquecer, era horrible ser un blanco todo el tiempo en cada lugar de ese enorme castillo.

Me incline hacia adelante y corrí la sillón en que me sentaba.- Con permiso.

Antes de salir incline la cabeza, otro gesto que al que aun no me acostumbraba desde que llegue, y me encamine hasta la salida con la ligera sensación de estarme olvidando algo y oyendo el suspiro cansado del rey a mi espaldas.

La puerta se cerró detrás de la sirvienta y la seguí por el largo pasillo, que tenia la vaga sospecha de donde iba, hasta detenernos en la entrada al túnel subterráneo de servicio que conducía a las cocinas del palacio.

-Princesa...-La suave voz de la sirvienta se abrió camino a mi mente, bloqueada de cansancio y los nervios. Intente ocultar mi sorpresa y sonreí con los dientes apretados, adoraba saber que la promesa había sido cumplida.- Lamento la tardanza, es muy difícil coordinar los trabajos con los horarios reales...

Me miro por encima del hombro para comprobar que la seguía cuando giro y se interno en la oscuridad de los pasillos.

*-Me temo que no hay noticias de las afueras y mis superiores aun la tenían como sospechosa hasta que vieron su escenita en la conferencia.- Levante las puntas de mi vestido para no tropezar entre los escalones y la seguí acelerando el paso. De no ser por los golpeteos de mis zapatos haciendo eco en el enorme pasillo oscuro no se oían mas sonidos y hasta parecía extraño, pero aun así asentí.- Hoy comenzara a pasarnos la información de su padre en tanto logremos llegar por usted en los días.

Me miro y asentí con el corazón en la boca. Continuo.

*-Entre tanto se sugiero máxima discreción.- Sintiendo un escalofrió mire a los lados y hacia atrás, buscando a alguien que nos siga en la oscuridad. Suspire incomoda por mi paranoia y baje junto a mi sirvienta hacia el segundo sótano del enorme castillo, donde, diez generaciones antes, los antiguos reyes habían mandado a construir túneles para proteger al pueblo dentro del casillo en caso de una invasión.

El piso ya cambiaba, adoquines mal puestos casi me hacen tropezar y el olor a moho con humedad y el ya sonido a agua fluyendo me invadieron. Giramos a la derecha en un pasillo y bajamos unas escalinatas.

*-Creo que aun no me estoy perdiendo de nada. Debo prevenirla sobre trabajar con nosotros vendría a ser igual que ir en contra de su padre y su reinado.- Asentí asustada, preguntándome si había echo bien en meterme con ellos.

-Que diferente se ve la princesa cuando no se junta con los sucios plebeyos.- Soltó con un tipo de gracia hiriente una voz lejana, mucho mas alejada entre las sombras del túnel.

La voz de la sirviente por fin volvió a aparecer.-Cierra la boca, Julian.




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