Una tarde, ya dos días después del supuesto ataque al castillo, dos días desde que Rebeca volvía a estar encerrada en su habitación como un reclusa, llamaron a su puerta.
La joven princesa se encontraba sentada sobre la mesa que había arrastrado hasta la ventana con intención de usarla como escritorio e inspiración del paisaje, mirando las turbias nubes grises que oscurecían todo lo bello de su visión.
La puerta volvió a sonar luego de que ella la ignorase, pensando en las sombras que vio en le bosque y en que, quizás, con muchas suerte, podrían ser sus hermanas o su madre, perdidas e intentando escapar de algo.
Otro insistente golpe y Rebeca por fin suspiro cansada y ordeno que abrieran sin prestar atención a quien seria.
-Princesa...-Llamo alguien desde la puerta, pero Rebeca no miro al guardia.-...Su padre aviso que hoy por la noche vendrá de visita.-Informo el guardia con voz neutra y la princesa solamente asintió para que se marchara.
Ya hacia tiempo que Rebeca dejo de esperar las visitas de su padre o de contar los días o las horas que pasaba encerrada ahí dentro, solamente se limitaba a mirar por la ventana preguntándose tantas cosas, fingiendo que si pudiera cambiar algo lo haría, sufriendo por haber vuelto en lugar de escapar.
Desde hace dos días que se limitaba a abrir óvalos por gusto, mirando lugares a donde le gustaría ir si pudiera, mirando playas que solo vio en fotografías, anhelando volar como los pájaros de las montañas del otro lado de la pared. Ella solamente quería ser libre, tener un poco de aquella libertad que le habían quitado, suspirar aunque sea el aire de los fríos y vacíos pasillos de aquel solitario castillo.
Pero no podía, no sabia que la encadenada, solamente podría escapar, fugaste e ignorar el destino de todo y todos.
-Rebeca...-Llamo alguien desde la puerta, su padre. Ahora pasaba así las horas, encerradas y con las horas volando sobre su cabeza.
-Hola...-Lo saludo sin mirarlo, aun sentada sobre la mesa y con el hombro apoyado sobre el vidrio y la mirada triste perdida en las nubes.
-Oh, Rebeca, bájate de la mesa, conversemos como personas civilizadas.- Ordeno su padre caminado hasta las sillas vacías que habían quedado dispersas donde debería estar la mesa. Rebeca, cansada, obedeció bajándose y sentándose en la punta de la cama, agarrada a la columna de madera que sostenía el techo de la cama donde colgaban las cortinas.-Siéntate aquí conmigo.
-No.-Contesto Rebeca abrazando la esquina de la cama. El padre, incomodo, asintió.-¿A que debo la visita?.-Pregunto luego de que se quedaron cinco minutos, contados por la muchacha, en silencio.
-¿Podrías actuar un poco mas amigable?.-Reprocho su padre evitando su mirada a toda costa.
-No.
-Bien, iré al grano.-Rebeca rodó los ojos, queriendo no escuchar nada, se levanto de la cama y camino hasta mueble de maquillaje, ahora abandonado a su labor y utilizado para coleccionar libros que robaba de la biblioteca con los óvalos.- En una semana...-Comenzó su padre hablando a sus espaldas, pues ella se había entretenido buscando el collar de su madre.-...Los reyes de Tasalomanía vendrán de visita...
Era cierto, pensó Rebecas sorprendida, antes de que se la llevaran su hermana le había comentado de la visita de un príncipe, pero dando el desinterés de La princesa en aquel entonces no tenia demasiada información.
-¿Y dime, Padre...-Acentuó la ultima palabra para molestar mientras sacaba el collar de su madre y se lo colocaba alrededor del cuello.-...como piensas ocultar el echo de tener a una joven encerrada contra su voluntad?.
Se había molestado, aun con la mayoría de su familia perdida su padre tenia el descaro de hacer negocios cuando en realidad debería de estar moviendo cielo y tierra para encontrarlas, debería estar usando todo sus dones como rey para que las tres volvieran vivas.
Vio en las oscuras venas del rostro de su padre que la paciencia comenzaba a acabarse.
-Sabes que lo hago por tu propio bien.-Replico el Rey, pero la muchacha no se inmuto.
-Me tienes encerrada por mi propio bien, eso no suena en absoluto como padre.-Dijo ella cargada de sarcasmo.
La paciencia del rey se acabo y sus ojos se tornaron negros.
-Yo soy el Rey y hare lo que crea que sea lo mejor para vos.- Y luego se levanto de la silla para ponerse a la altura de la princesa, quien había alzado la barbilla en modo de rebeldía.
-Antes de ser el Rey eres mi padre.-Escupió la chica, pero el rey ya no tenia ni tiempo ni ganas de seguir lidiando con ella.
-En una semana llegaran el príncipe con su madre.-Se volteo, caminando hacia la puerta como si estuviera apurado por salir, pero se detuvo con la mano en el pomo.- Mañana reanudaras tus clases de modales en esta habitación...-Y luego salió de la habitación dando un portazo.