Pasaron cinco días más y los golpes en los brazos de Rebeca se hicieron cada vez más evidentes y más sucesivos. Rebeca había aprendido que las visitas de su padre eran mal augurio y que, cuando él se iba, no podía evitar romper a llorar por la nostalgia de un pasado que venia a ella sin intención.
La muchacha ya no peleaba, le había perdido el sentido hasta a su futuro, mirando la ventana todo los días añorando salir. Añorando por fin morir; sin amor, sola e indefensa, había perdido sus ganas de seguir, de comer, de luchar; De vivir.
Había dejado de molestarse de las lengua que hablaban de ella, de las mucamas que venían a verla, de los guardias que, ignorando las ordenes de Alex, entraban preocupados a verla. Ya no quería amigos, no quería compañía, quería morir y terminar con aquel dolor que sentía en el pecho cada vez que respiraba, con aquella tristeza que rompía su mente a cada momento.
Rebeca ya no le veía el sentido a seguir así.
***
Ben se limitaba a intentar saltarse su turno. Todo los días a las siete sabía que debía estar ahí para custodiar la puerta de la princesa, pero no quería estar ahí, las hermosas sirvientas novatas siempre necesitaban ayuda con su trabajo y él, como buen samaritano, quería esta ahí para ayudarles en lo que sea.
El guardia sabia del poder que tenia sobre las otras personas, y no por su don de sangre sino por su bonita sonrisa y sus cálidos ojos, o eso le habían dicho.
-Mañana van a hacer turno completo.-Le ordeno su superior mientras este se quedaba parado en la fila con los demás guardias, Alex y Javier a cada lado, mirando la pared y pensando en cualquier cosa para no quedarse dormido ahí mismo.
Las ordenes rutinarias terminaron y los guardias a su lado se dispersaron.
Ben tenia la manía de siempre andar solo o con Alex, no le gustaban los demás guardias que se limitaban a reírse de la princesa que ellos mismos cuidaban por ser una mujer, solo eso. Según sus palabras, ella debería estar limpiando o cortejando en vez de encerrada. Algunos hasta hablaban de tenerla en sus camas sabiendo que el Rey no podría escucharlos cuando lo dijeran.
Pero aquel muchacho conocía la verdad sobre ella y, cada vez que lo pensaba su animo se venia abajo, por eso intentaba no hacerlo mas que cuando se sentía solo y las horribles palabras de suplicas volvían a sus oídos. Él era un cómplice mas en aquel circo que le gustaba mostrar al rey, en el que decía que la princesa había sufrido traumas a base de los ataques y que por ello la habían enviado a un internado en otro continente.
-Capaz que hoy si quiere comer.-Comentaba de vez en cuando la madre de Alex cuando le daba a él la bandeja de comida que iría a la princesa.
Y era ahí cuando sentía en peso en su pecho, por que miraba en los ojos de la anciana la tristeza de saber que alguien, en alguna parte de todo el castillo, estaba encerrada contra su voluntad y ahora, como le había comentado Javier en secreto, también era maltratada.
-Nosotros no somos sus nanas.-Contestaba su amigo con frialdad y esas veces Ben solamente suspiraba y esquivaba la mirada, por que se sentía culpable de todo lo que pasaba.
-¿Quien te crio para que seas tan frio, Al?- Reprochaba la madre golpeándolo con un royo de periódico en la cabeza.-Esa niña esta sufriendo.
Y luego venían las discusiones que Ben ignoraba por ver a las sirvientas con vestido, las especiales del Rey, entrar a la cocina con aire agotado, llenarse un vaso de agua y tomarlo en silencio.
-¿Día duro?.-Preguntaba Ben con una mueca fingida.
La chica lo miraba y luego, cansada de esquivarse, suspiraba.- Ya no sabemos como controlarlo.
-¿Controlarlo?.
Ella se ruborizo y se tomo un momento para pensar si hablar o no.
-Su temperamento, es... explosivo.-Ben asintió lentamente y luego miro la pierna de la chica, encima de la rodilla, con otra intención que cambio cuando vio el moretón negro que contrastaban con su blanca piel, pero ella se percato rápidamente y se bajo aun mas el corto vestido.
Si había algo que no le gustaba a Ben eran los golpeadores; No admitía que fuera mejor, le gustaba cortejar mujeres y luego huir pero por lo menos no les causaba un daño del que no se pudieran curar. Su padre mismo, antes de irse de la casa, había golpeado a su madre por las noches y los días, y a su hermana hasta que la mato, y solamente el recuerdo lo hacia hervir de furia.
-Deja de golpearme.-Chillo por detrás su amigo y la chica estiro el cuello para mirar.
-No hasta que te arregles esa camisa...-Y luego se oyó otro golpe.
-¿Amigo tuyo?.-Ben suspiro, se rasco la nuca y asintió mientras ella se reía por lo bajo.- Dile que también se macho con comida el pantalón.- Y con eso se levanto apurando el resto de agua que le quedaba en el vaso, lo dejo sobre la mesa y se estiro hasta que sus articulaciones sonaron. Y por ultimo, antes de irse con fingido aire renovado, lo miro y sonrió.-Suerte.