BEN.
Ambos nos quedamos parados a cada lado de la puerta de la princesa en silencio, yo por que aun contenía la sonrisa y la sorpresa de que Alex no salga disparado del techo, fuera de un ovalo, y Javier por que tenia la mirada perdida en la nada.
Sentía como todo mi cuerpo se contorsionaba del familiar dolor que recorría mis venas. No debería de haberlo usado, hacia tiempo, con seguridad cuando cure el oído de Javier, que no lo usaba y el dolor había desaparecido por completo luego de horas. Pero en las ultimas veinticuatro horas ya lo había usado en diversas ocasiones, para curar heridos, para centrar a Alex, para curar al imbécil del príncipe, y sentía como mi cuerpo resistía el cansancio.
Me apoye en la pared sin disimulo, mis rodillas se doblarían en cualquier momento, y cerró los ojos con un suspiro, estaba exhausto. Pero había algo que aun no me dejaba descansar, era un pequeño bicho molesto en el fondo de mi mente.
Gire la cabeza hacia mi perdido compañero a mi lado.
-¿Crees que tu "Llamado" tuvo algo que ver con los centinelas del Rey?...-Pregunte sacándolo de su ensoñación. Parpadeé, mi lengua comenzaba a dormirse también.
-No lo se.-Se encogió en hombros con el incomodo uniforme de guardia encima. Él se había tomado toda la molestia de ponérselo luego de que Alex corriera al bosque a buscarnos por que la princesa había vuelto al castillo. En cambio, yo, mi impertinencia y Alex, nos quedamos con las camisas, los cinturones y los incomodos pantalones. Y menos mal que no nos tomamos el tiempo de cambiarnos o hubiéramos llegado tarde a la galería, aparte ese pensamiento de mi cabeza.- Amelia dijo que pudo ser, pero aun no lo sabemos con seguridad...- Y luego trago saliva. Amelia, la novia, la curiosidad de una rosa con muchas espinas que me sacaba una sonrisa.- Hombre, por favor...
Alce las palmas en señal de rendición.- No diré nada...
-Gracias.- Fue todo lo que musito antes de volverse hacia la puerta y mirarla, dando por concluida la conversación.
Rodé los ojos.- ¿Cómo sabes que tu llamado no tuvo nada que ver?¿Las almas son imperceptibles?.
-No creo que sea un alma, creo que era uno de los míos...-Hice un gesto para que continuara con su explicación y él suspiro.- Hay mas como yo, así como tu, solo que nosotros somos una raza casi extinta...
-Y usas a Amelia para que no se extinga.- Sugerí con una sonrisa y él amago con levantar el arma.
-Voy a golpearte...
-No, hombre, solo era una broma, continua.
Me lanzo una ultima mirada para ver que hablaba en serio y volvió a suspirar como si hablara con un niño.
-Por lo que la niña me mostro hay túneles debajo del castillo, quizás Rebeca sepa algo sobre eso...
-Emmh, por ahora dejemos a Rebeca descansar...-Murmure con los dientes apretados por volver a recordar la escena de la galería, las manos se ese depravado en el cuerpo de la princesa, su llanto, sus suplicas. Apreté los puños a cada lado de mi cuerpo y cerré los ojos para apartar la asquerosa imagen de mi mente.-¿Crees que necesitaba ayuda?.
-No, creo que me llamo por que quería mostrarme donde la mantienen encerrado.-Soltó un muy sarcástico compañero y al abrir los ojos vi lo irritado que estaba por mis preguntas. Alce las cejas, divertido por su expresión. Javier bajo la cabeza, apenado.- De todas formas no puedo ayudarla...
-¿Que?¿Por que?.
-Tengo que cuidar a Amelia, tu mismo lo dijiste, y no puedo hacerlo con la cabeza separada de mi cuerpo.
El recuerdo de mi diciendo eso parecía lejano entre la bruma del cansancio, pero era cierto. Habíamos llegado al borde del Bosque Rojo, donde Rebeca nos había ordenando llevar a los pueblerinos, cuando Javier tomo a su novia de la muñeca y tiro de ella lejos de la multitud que se colaba por los arboles en estampida.
Recuerdo haberlos visto discutir desde lo lejos, indicando a quien pasase por mis lado que ayude a los heridos, ordenando a ancianos entrar al bosque a gritos por que sus débiles oídos no me escuchaban y ayudando de vez en cuando a alguna muchacha que necesitara unas manos para caminar o sostener algo. Amelia, como yo, hacia lo posible por ayudar a la gente, pero Javier corría detrás de ella hablando sobre algo y deteniéndola cada vez que ella quería internarse en el bosque.
Me acerque curioso y lo oí, ella no podría entrar sin perder la cabeza. A decir verdad si no los hubiera escuchado no me hubiera enterado tampoco de Alex. Convencí a Amelia de que me deje ayudarla colocando la runa de centro en su frente, sin dar información de mi mejor amigo, y luego ella sola se encargo del resto de la gente, guiándolos por el bosque con el tipo canoso de la escopeta a su lado. Me hizo sentir bastante orgulloso por los segundos que pasaron hasta caer en cuenta que Alex estaba solo en el Bosque de las Alucinaciones y me internada a buscarlo por mi cuenta antes de encontrarme con el canoso de la escopeta y su sentido del humor macabro.