Resilencia

C a p i t u l o q u i n c e.

Rebeca.

Desperté con corazón en la boca, partido en millones de pedazos e intentando salir de mi cuerpo, desgarrando mi garganta al paso. Los sueños no habían ayudado aquella noche, manos, brazos, gritos, golpes y acusaciones, todo me atormentaba mientras intentaba escapar, correr, todo amenazaba con lastimarme con cada paso que daba lejos. Oía las suplicas de mis hermanas y veía a Alex correr por el bosque sin que pueda alcanzarlo, iba a perderse si no se detenía, si no salía del laberinto de arboles que lo atormentaban. No podía alcanzarlo, manos tiraban de mi, gritos suplicaban en mis oídos, me dejaban sorda, rompían dentro mío.

Abrí los ojos de golpe y sentí mi respiración agitaba en mi pecho, las sabanas de mi cama estaba sudadas, mi cabello estaba húmedo, mi rostro estaba mojado, había llorado dormida.

Mire la habitación sin reconocerla, sintiéndome una extraña en el enorme lugar que me vio crecer desde mi nacimientos, recordando vagamente cuando fue la ultima vez que me sentí bien en ese lugar, la ultima vez que dormí sin temer que entren a lastimarme.

Los recuerdos del día anterior eran sombras que me acechaban desde cada esquina, que amenazaban con acercarse a mi a cortar mi piel y desnudarme el alma. Miraba el techo de la cama con una mano en el corazón y la otra en mi boca, ahogando los sollozos de sentir nuevamente unas manos recorriendo mis piernas, mis brazos y mi pecho, la presión de la pared en mi mejilla, los ojos de mi padre, triunfadores, en la pintura a mi lado.

Eran pequeñas arañas que se colaban debajo de mi piel y picaban los lugares donde su tacto paso, dejando el ardor de un veneno que corría por mis venas hasta matarme.

Inhale aire, obligándome a no llorar mas, a no dejar que aquel veneno ardiente me destruya mas de lo que ya estaba, recordando como podrían haber terminado las cosas mientras las arañas se convertían en Vaquitas de San Antonio que curaban casi todo al paso por mi cuerpo.

El cuadro de la mujer desesperada seguía en la punta de mi cama, mirando en dirección a la puerta con los dedos extendidos como si esperara que otra versión de mi entre y la mire unos segundos antes de caer al piso y romperse como el vidrio en millones de pedazos. Lo guarde en el armario, con la expresión cubierta por los harapientos telones que había traído del pueblo.

El pueblo, mi pueblo, aquella gente que me dio un techo y una amable sonrisa cuando la necesite, que se había ganado mi corazón y que ahora me rechazaba por que mis mentiras. Que odiaban a Azucena, la falsa, y a Rebeca, la mentirosa, por igual.

Arrastre mis adoloridos pies hasta el baño, mi vestido ondeaba como olas alrededor de mis piernas, acariciando mi piel con suavidad. Me mire en el espejo mientras llenaba la bañadera, mire a la pobre niña asustada, con el maquillaje corrido, con los labios despintados, con el surco seco de lagrimas negras que bajaban por mi mejilla. Trague saliva y quite de mi vista a esa niña con el absurdo sueño de ser una reina aun con los muros de su mente agrietados y a punto de caer.

Con cuidado de sentir mas dolor del necesario me desvestí sin mirarme en el espejo y me sumergí en las cálidas aguas sin aroma. Sentí como cada parte de mi se lavaba, como cada sensación salía de mi con cada segundo dentro del agua. Quería zambullirme, ahogarme en esa placentera falta de sensaciones.

Al salir no pude mas que ver ese semi circulo sobre mi clavícula, esos puntos violetas casi negros, que dejaban en mi el recuerdo de su aliento sobre mi piel, sobre mi oído. El llanto quiso aflorar sin éxito, no dejaría que esa basura de hombre hiciera tantos estragos en mi, no valía la pena.

Me vestí sencilla mientras ocultaba mis marcas bajo las telas y al final me vi frente a la ventana, con un libro entre las manos y lagrimas en los ojos, pensando con dolor las escenas posteriores, el los golpes de Ben, el abrazo de Alex, la preocupación de Javier...

-¿Princesa?.- Dijo alguien a mis espaldas y casi salte del susto. Pero al voltearme no era mas que Alex quien me miraba, tan sorprendido como preocupado, desde la puerta. Llevaba su uniforme, aunque dudaba que estuviera de turno por que estaba por ser de mañana.

-Hola...- Susurre avergonzada, y un manto de alivio cayo sobre en azul sus ojos. Que raro, pensé, antes no me había percatado de ese hermoso color en ellos y luego sentí como mi corazón se aceleraba en mi pecho de percatarse que era mi color favorito.

-¿Como esta?...-Gracias a dios interrumpió mis pensamientos y luego fue él quien se ruborizo hasta el punto de causarme ternura.-...No, disculpe, pregunta tonta...-Suspiro y vi en sus ojos el cansancio de una noche sin sueño.-...disculpe, no quise decir tonta...- Intento corregirse.-...¿Esta bien?.

Esa pregunta corto y desgarro dentro mío.-Estoy bien, gracias...

-No, princesa...-Cortó ahora él entrando a la habitación mirándome fijamente. El nudo en mi garganta se ajusto y tuve que recordarme por que no lloraba mientras lo miraba cerrar la puerta. Se volteo hacia mi, preocupado.-...Las cosas no funcionan así, Rebeca y lo sabes...- Aparte la mirada de él, no quería llorar, no podía permitirme llorar.-...Estoy acá para ayudarte, los tres lo estamos, no podes simplemente fingir que estas bien y decir gracias luego de tenerme toda la noche preocupa...




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